viernes, 28 de febrero de 2014

Abuelito, dime tú…


EL ABUELITO DE HEIDI
 
 
Derramaba dulzura la imagen de Cris, contemplando al abuelito cubano.
 
En ciertas piadosas miradas de los pintores renacentistas, en ciertos éxtasis místicos, recordamos haber entrevisto estampas parecidas, si no tanto en belleza, que la de Heidi es incomparable, si, en lo referido al arrobamiento amoroso de esos ojos mirando a Fidel.
 
Espontánea, dúctil, receptiva como siempre, Cris, escuchaba al más anciano y sabio de los estadistas vivos (como ella suele llamarlo) mientras el buen hombre enseñaba, con plácida sabiduría y con palabras tan sublimes, que no me atrevería a repetir.
 
El retrato permanecerá ahí, para que lo mire con indisimulada delectación,  el narco progresismo del país y  América.
 
En definitiva para eso son las fotos, que como la del Che, recorre orgullosamente el mundo, recordándonos como es la entrañable catadura de un terrorista.
 
Disfrutarán entonces la imagen del solícito abuelito del gesto galante, del que apenas añadiré, que arrastró a la más grande indignidad al pueblo cubano, y  ubicó a un continente sobre la estrechura de un volcán. Sí, ese agónico abuelito, es el que ahora comparte la foto con  la glamorosa Heidi. Foto que será un documento, pero también quimérico desafío ¿habrá alguno que bizantino y oscuro como estos dos, pueda igualarlos en habilidad para dañar y destruir?
 
Tal vez nunca sepamos sobre que hablaron, pero las posibilidades son numerosas. Tal vez hablaron de los trabajadores y su derecho inapelable a trabajar como esclavos y a disfrutar plenamente, del salario socialista.
 
O de los pobres, obligados a gozar de su cada vez más abundante miseria que, por otra parte, se les ofrece sin condicionamientos de ningún tipo.
 
Y hablando de riqueza, algo se dijo sobre bóvedas y cajas fuertes y cuentas secretas en extraños países, pero como hablaban en voz baja para no molestar a los desposeídos, ni siquiera imaginamos de que se trató.
 
Cómo no sospechar, que hablaron a fondo de los derechos humanos y que en ese momento de la conversación, se habrán reído, como pocas veces en la vida…
 
Nadie se atrevería a suponer que el bien común, la libertad, la justicia y otras absurdas excentricidades burguesas, no hayan sido motivo de intensa preocupación, pero afortunadamente enseguida se recuperaron y pasaron a otro tema menos reaccionario.
 
Pero donde ambos coincidieron, fue en el reconocimiento a la plena democracia en la que vivimos, gracias a cual, alcanzaron todos y cada uno de estos nobles designios.
 
Deseamos que haya nuevos encuentros, pues quedaron sin resolver las cuestiones de un orden internacional más justo y por supuesto la paz mundial. La mayoría de los países observan esperanzados a estas dos inteligencias privilegiadas, en busca de respuestas a los más agudos problemas del presente, porque si existen seres capaces de lograr que sea mejor y más digna la vida del hombre sobre la tierra, esos dos son, sin la menor duda, la bella Heidi y su abuelito cubano.
 
Miguel De Lorenzo
 

jueves, 27 de febrero de 2014

Aviso


   
POR LA NACIÓN CONTRA EL CAOS

LEA Y DIFUNDA “CABILDO”
     
— Se ruega difundir —

lunes, 24 de febrero de 2014

Mirando pasar los hechos


GATO FUNDADO
 
El secretario de Seguridad Nacional ha reconocido que las fuerzas respectivas no pueden imponerse en la lucha contra el narcotráfico, fundándose en una frase del narcoterrorista jefe del cártel de Medellín Pablo Escobar. Al decir “que no hay posibilidad de que la persecución policial pueda contra el narcotráfico y es verdad, porque la lucha planteada tradicionalmente desde Nixon para acá es “la guerra del gato y el ratón"; recordó el funcionario por radio Rock&Pop. Declinación gatuna -al revés del cuento de los Prim- explicada por la confesión de otra fuente oficial, que nuestro país está al tope del narcotismo en todos sus escalones. Desde la elaboración a la distribución y consumo de las drogas. Hasta ese punto los metecos usurpadores han hundido al antiguo modelo de justicia y seguridad, refugio y amparo famoso en todo el mundo.
Como consignara un juez federal de Salta, decir que la Argentina es un país de tránsito de drogas pertenece a la “leyenda urbana”, ya que cada vez hay más consumidores. Incremento de la drogadicción reconocido incluso por el más alto nivel internacional. En tanto no faltan las iniciativas concurrentes al más cómodo comercio… mediante las despenalizaciones. Mientras el flagelo diezma a los sectores más jóvenes y menos protegidos. Otra delicia no sólo ya de la década feliz, sino de la gloriosa restauración democrática.
Como elucubrara desde la máxima altura judicial el ministro garantista por excelencia (cfr. La Nación, 5 de junio de 2012), un remedio para rehabilitar a los consumidores de drogas pesadas consistiría en ofrecerles una beca de estudio. Con tal bagaje de sabiduría respaldando la ocurrencia, se adelantó a reafirmar el rechazo a las penalizaciones. Una clara muestra de la absoluta postración cerebral al más alto nivel, que explicaría el actual pesimismo del Secretario de Seguridad. Cualquiera sabe que para consumir una droga hay que obtenerla; algo que solamente puede lograrse recurriendo a los proveedores… conectados al narcotráfico.
 
LOCO ENOJADO
 
En medio de trágicas jornadas, una luz se abre paso en Venezuela. El tirano enceguecido ha desatado la represión violenta, sin reparar que con ello comienza la aniquilación de su tiranía. Para colmo salió a hablar con el desenfado de siempre, manoseando lo más sagrado como un santurrón borracho, siguiendo la táctica hipócrita del modelo cubano. Hasta desafiar incluso al heroico adversario recién encadenado. Y -valga la repulsión al mencionarlo- se le ha sumado en nuestro suelo otro enloquecido, veterano funcionario y rico piquetero, pidiendo el asesinato de Leopoldo López. Se ha formulado contra él la denuncia penal respectiva, pero ya se conoce su indemnidad, desde que forzara una dependencia policial.
De cualquier modo nadie niega que se está abriendo una perspectiva muy inquietante para el régimen tiránico…
 
Casimiro Conasco
 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Anécdotas de la División Azul


CARLOS GARDEL Y
“LOS ALEGRES SOLDADOS”
 
Según el Diccionario de la Real Academia Española, “alegría” —de alegre—, es un “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores”, también “palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo” y finalmente, dando la certeza de encontrarnos frente a un término que no unívoco, puede entenderse con la misma palabra “irresponsabilidad, ligereza”.
 
Pues bien, hace ya bastante tiempo nos hicimos, por oferta pública de su autor, del borrador de un libro escrito por Alfredo González Diez que tituló “Alegres Soldados” y que recoge el cancionero, anécdotas y hasta chascos de los Voluntarios Españoles que conformaron la División 250 de la Wehrmacht, más conocida como La División Azul.  González Diez fue uno de esos voluntarios y sirvió en el Regimiento Pimentel encuadrado en la “1-I-262 Blau Division ID250NV”.
 
El destino quiso que fuera herido de bala en cercanías de San Petersburgo —en aquel entonces, Leningrado— y a fines de 1942 fue evacuado a España donde luego de curado ingresó en la Guardia Civil.
 
No terminarían allí las correrías nacionales de don Alfredo, ya que conoció en España la cárcel que no conoció en Rusia y ello debido a su participación en el alzamiento del teniente coronel Tejero en 1981. Fin de su carrera como teniente. Fin de su libertad, hasta que en 1989 fue indultado por el Rey.
 
Lamentablemente, quizás por su escaso valor militar, el libro no encontró editor y el camarada González Diez murió hace cerca de cinco años sin poder ver su trabajo en letra de molde.
 
En el último espacio que, gentilmente, nos concedió la revista “Cabildo”, hablábamos de la voluntad inquebrantable de lucha de aquellos voluntarios que, en número cercano a los 50.000, marcharon contra el comunismo al lado de los alemanes. Tenían una deuda que cobrar, especialmente a los rusos que integraron las brigadas internacionales en la Guerra Civil, pero, por sobre eso, estaba la convicción que debían terminar con al comunismo, por la Fe, por España, y por una Europa Católica.
 
Hay muchos testimonios escritos y anécdotas de la bravura de esos hombres que, a diferencia de otras unidades alemanas, prácticamente no fueron licenciados nunca en los años en que prestaron servicios en la División Azul, primero y en la Legión Azul, después. Miles de ellos murieron en combate o como prisioneros rusos, otros miles volvieron a España en el año 1954, luego de casi cuatro años de lucha y nueve de trabajos en los campos de la URSS. De todos aquellos testimonios a que hicimos referencia, elegimos el que corresponde a Hitler: “Nuestros soldados se sienten tranquilos y confiados cuando los españoles combaten  a su lado”.
 
Aclarado lo precedente, no nos hizo falta mucha cavilación para dedicar algunos párrafos a estos “Alegres Soldados”. Empezaremos por lo más importante: la causa de esa alegría; luego, ya en lo secundario y anecdótico, veremos la vinculación con el personaje “criollo” que citamos en el título.
 
La alegría de los miembros de la División Azul no era el andar buscando la muerte, pues como bien decía José Antonio, “a nadie le es grato morir a los treinta años”. Como aclaramos al inicio ese “sentimiento grato y vivo” sólo cabe en quien sabe que habrá de luchar el “buen combate”. Canta, ríe y bromea, pues va con su corazón limpio y con el objetivo claro: terminar con el enemigo mayor de la Fe. Cristo va con él y él va por Cristo. ¿Qué más?
 
Pues sí, hay más. Tras de sí, toda una España, que ha vuelto a amanecer, lo acompaña y alienta, como se alienta al centinela para que no decaiga en su espíritu y fortaleza. Y si se nos concede, a toda esta mística del soldado cristiano debemos adicionar una cuota de aventurero, como cuadra y cabe a un buen español.
 
Esa es la alegría del “alegre soldado”, que no puede confundirse  con el sentido antagónico al cual también referimos al inicio: “irresponsabilidad y ligereza”. Esta última acepción le cabe, muy a nuestro pesar, al oficial del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo “General José de San Martín” que en agravio a su uniforme, inmaculado por la sangre de tantos valientes, tomó una guitarra eléctrica y se puso a berrear en un acto público junto al majadero vicepresidente de nuestra Nación. No hay “sentimiento grato y vivo” donde sólo reina la peor decadencia moral. A ese soldado le cabe la terrible sentencia de quien hubiera sido su Jefe de Regimiento doscientos años antes, cuando dijo a un general claudicante en los prolegómenos de la Batalla de Maipú: “El último de mis granaderos tiene más honor que usted, señor general”.
 
Pero volvamos a los divisionarios, que si de cantares se trata, nada faltaba en sus filas. Desde las más solemnes marchas militares españolas, incluyendo las de la Legión y la Falange, hasta la infaltable “Lilí Marlen”, pasando por los infantiles estribillos de la “barba de tres pelos” —que nosotros conocimos décadas después por los simpáticos Gaby, Fofó y Miliki—, el clásico “Salud, dinero y amor” y la infaltable mexicana “Adelita”.
 
Sin embargo, en su capítulo XXIV, González Diez nos da una información que muy pocos conocían: “Los tangos han sido los ritmos más cantados por el personal de la División Azul. Por los años 1941/44 estaba reciente la memoria de Carlos Gardel, trágicamente fallecido pocos años antes”.
 
Efectivamente, Gardel era un artista muy conocido en Europa, tanto que fue elegido para hacer la primera transmisión radial intercontinental. También fue muy conocida la excelente relación que los españoles de la División Azul mantuvieron con los paisanos rusos mientras estuvieron por esos lares, signados quizás por la consigna del “Ángel del Alcázar de Toledo”: “Tirad, pero tirad sin odio”.
 
También Carlos María Ydígoras en su libro “Algunos no hemos muerto” nos da cuenta de esa excelente confraternización entre los españoles y los aldeanos rusos (y rusas, por qué no, pues don Carlos María no oculta sus amoríos con una joven rusa. ¡Español al fin!).
 
Pero volvamos a González Diez: “Un mortadela famoso, conocido como BARRIL, deleitaba con los tangos, tanto a sus camaradas como a los ruskys —rusos— locales conocedores del repertorio de CARLOS GARDEL”.
 
Está claro que muchos de los tangos que cita eran de Gardel o al menos los cantaba el “Zorzal Criollo”, muerto trágicamente en 1935: “Noche de Reyes”, “Nena”, “Mi Caballo Murió”, “Silencio”, por citar algunos. Sobre otros, si bien contemporáneos de Gardel, no encontramos registros suyos, como “Madre de los Cabellos de Plata”. Algunos eran cantados con su letra original, otros con versos, generalmente humorísticos, sobre la vida en la campaña. Tal era el metejón con Gardel que, recuerda el autor: “«Karlosgardel» rebautizaron los hispanos de la Galubayia Divizyia a la ciudad de Krasnojvardiesk”, aprovechando su cacofonía. Ese nombre pervivió hasta la posterior ocupación rusa del territorio.
 
Vaya, entonces este jubiloso recuerdo-homenaje a los héroes de la última Cruzada de la Cristiandad. Facturado con la misma alegría con la que ellos acudieron a su cita de honor. Va por los que allí quedaron y va por los que volvieron. Para que su ejemplo y recuerdo no se pierda jamás. Para que su espíritu de caballeros cristianos, fogosos, viriles y alegres prenda algún día en las nuevas generaciones de este “mundo cobarde y avaro”.
 
¡Ah!, para quienes quieran dejar preces por las almas de aquellos hombres, les pasamos los datos que nos dejaron:
 
“Si me quieres escribir,
ya sabes mi paradero:
en el frente de Moscú.
¡primera línea de fuego!”
 
Carlos García
 

martes, 4 de febrero de 2014

Nacionales


SATANÁS, EL PRIMER IDEÓLOGO
  
El concepto de “ideología”, si bien de acuñación moderna, ya conoció una notable transición semántica como para exigir, nomás comenzar, algunas precisiones. Se atribuye a los sensistas franceses de la segunda Ilustración, continuadores de Condillac, el haber introducido el término. Como éstos postularan, siguiendo a aquél su mentor (“no nos es posible pasar de lo que sentimos a aquello que es”), que las ideas no difieren de las sensaciones, sino que son esas mismas sensaciones como bruñidas por el intelecto, y como el consorcio humano contara todavía por aquellos años con las suficientes defensas como para aplazar el triunfo del caos que propiciaban unas tales desencaminadas tesis, el término “ideólogo” recién estrenado pasó a ser pronto objeto de descalificación.
 
La ideología o “discurso sobre el proceso formativo de las ideas” —y posible capítulo de una gnoseología crítica— no se habría visto así tiznada si hubiese rebasado, en las mientes de sus expositores, la identificación con la mera estética o el “tratado de lo sensible”, eliminando prácticamente todo carácter activo en el pensar, o reduciendo a éste (como lo pretendió Cabanis) a una función orgánica, semejante a la digestión.
 
Así, el giro subjetivista que había inaugurado la filosofía con Descartes se extenuaba ahora en un egotismo epidérmico, tanto que Destutt de Tracy (uno de los llamados “ideólogos” franceses de los años pos-revolucionarios) llegaría a definir al hombre como un être voulant cuyos derechos son tan ilimitados como sus deseos, y cuyos deberes se reducen a proveer los medios de satisfacerlos. Con razón el apelativo de “ideólogo” pasó pronto a ser despectivo, como se comprueba por el uso que Napoleón hizo del mismo como baldón contra sus enemigos.
 
Balmes recoge el término e intenta incluir, en su metafísica, una “ideología pura” como eslabón entre la estética y la psicología. Rechaza allí las premisas de los ideólogos, oponiendo al agnosticismo de éstos la posibilidad de la certeza, y fundando a ésta sobre el triple e incuestionable testimonio del sentido común, la evidencia y la conciencia. Pero la acepción que cobra el término en Balmes (que hubiera debido prevalecer con arreglo a la etimología y por su mejor doctrina sobre el origen de las ideas) pasó pronto al olvido, habiendo quedado el concepto impregnado de aquella valoración moral negativa que le merecieron los “ideólogos” franceses.
 
Desde entonces, se entiende por ideólogo —como lo hace repetidamente Calderón Bouchet— al “intelectual al servicio del poder”, es decir: a aquel que, luego de revesar el orden causal por el que la acción dimana del conocimiento, hace a este último procedente de la acción.
 
Y ni siquiera de la praxis o acción moral —lo que ya supondría notorio desquicio—, sino de lo que los antiguos entendían por póiesis o acción fabril, productiva, e informando ésta una política. Suponemos que la oportunidad de aplicar un mismo apelativo a aquellos sensistas de antaño y a estos profesionales de la persuasión pública o de la lisonja del Príncipe —con la exaltación del puro artificio, de la técnica de gobierno— debió estribar en su común renuncia a toda theoría o saber incondicionado, libérrimo y superior.
 
Y también desde entonces se entiende por ideología a esa alambicada construcción mental que prescinde del datum, que niega asentimiento a la realidad exterior a la conciencia, haciendo girar a ésta sobre su propio eje, ciega y autófaga. Con lo que esa “plasticidad óntica” de que la inteligencia goza, y que la habilita para una adecuación progresiva con la realidad aprehensible, queda tronchada miserablemente en su misma raíz.
 
De este modo, la ideología resulta como la floración postrera del idealismo moderno, que se distingue del platónico en que aquel hacía de las ideas arquetípicas una suprema realidad reflejante la mente divina y reflejada imperfectamente por el orbe visible, mientras que el idealismo moderno entroniza a las ideas dimanadas de la mente humana, con lo que confiesa implícitamente —siendo falible el hombre, como es noto— su falencia y su colapso.
 
El ritmo de la trasposición dialéctica y su consecuente secuela en la teoría de las ideas y del conocimiento puede seguirse con alguna aproximación con sólo otear algunos de los más influyentes sistemas excogitados en los dos últimos siglos.
 
Así, se ha pretendido en ocasiones aplazar toda certeza noética en obsequio a una moral autónoma, como en Kant, sin reparar en el absurdo que esto supone. En Hegel, de cuya concepción de una realidad in fieri se deduce una ontología de la pura actuación, que ya no del ser en acto, no queda apenas lugar para un orden objetivo lo suficientemente definido y firme al que el entendimiento pueda remitirse en su naufragio. Nietzsche, con su consagración de la voluntad de poderío, hace al proceso cognoscitivo talmente preñado de esta misma voluntad, que la verdad deja de entenderse como la validez del juicio para identificarse con el mero dominio de las cosas.
 
Pero hay que llegar a Marx, o quizás mejor al marxismo de la “revolución cultural” y la guerra semántica, para comprobar cuánto una denodada técnica propagandística mirante a una transmutación de la misma matriz de las ideas —de la mente del hombre— pudo imponer una visión tan cerradamente puritana y apriorística de toda realidad, al punto de hacer de nuestros contemporáneos sujetos a su infestación reos de una especie de victorianismo de signo inverso, no menos estéril y odioso que aquél. La riqueza y la vastedad de lo real resulta así menoscabada en aras de un esquema no unitario sino apenas unívoco. Lo que equivale a todo un sacrilegio: la realidad, quieras que no, es sacramentum o signo evocador de una Causa que la excede.
 
Mikhail Bakunin, uno de esos perversos constructores de la Babel moderna, antícipe de la revolución rusa y satanista sin efugios, llamó al demonio “el primer librepensador”, lo que podría extenderse sin dificultad a “el primer ideólogo”. Sabemos que librepensador es término que también se remonta a la Ilustración, y vale tanto como “adscripto a la fe en la razón” y “opugnador de los dogmas”, lo que ha llevado a los portadores entusiastas de tal mote, invariablemente, al anticlericalismo. Los librepensadores, al alzarse contra la institución religiosa, lo hicieron contra la tradición y el carácter mismo de sus naciones, lo que equivale a poner a la idea —y a la idea propia, a la acariciada por la propia subjetividad en lo que tiene de más insular y ocluso— contra el ser (siquiera contra el ser histórico-cultural), anticipando con ello la demolición obrada más tarde al nivel de las realidades más primarias, como ocurre hoy con la promoción del aborto y la eutanasia, con el “matrimonio” homosexual y la ideología de género. La historia moderna, vista en clave espiritual, puede reconocerse como la graduación que va de la parasitosis de la civilización cristiana a su tumefacción avanzada.  O, en otras palabras, del indiferentismo agnóstico o “liberalismo” al anticlericalismo, y de éstos a la plena infestación de ideología en su facha más aberrante.
 
Pocas persuasiones más deplorablemente extendidas que aquella que pretende rimar concepción política o incluso creencia religiosa con “ideología”. En el asfixiante contexto de adulteraciones semánticas que sufrimos, nadie está a salvo de tener que responder peticiones de principios sobre moral cívica, sexual o religiosa formuladas bajo la fórmula de “no sé qué ideología profesa usted sobre este punto”. Esta especie de pan-ideologismo que acaba por trocar como objeto de resignada admisión aquello que debiera serlo de denuncia, que hace llevadero lo ominoso y extiende un salvoconducto a la mentira, recuerda la táctica del psicoanálisis, que hizo creer a las turbas semicultas que todos somos perversos.
 
Habría que recordar la lección de Guardini: “ni la voluntad condiciona y fundamenta la esencia de la Verdad, ni la Verdad está obligada a rendir pruebas ni sumisión a la voluntad. La voluntad no crea a la Verdad sino que la encuentra ya creada”. Al separar al bien de la verdad —y, con ello, a la voluntad de la inteligencia— se acaba como en las viejas fantasías gnósticas, atribuyendo maldad a la creación material y haciéndola obra del demonio. Con lo hace Carducci en el inicio de su oda, cuando le atribuye al Maldito los más descomedidos títulos:
 
A te dell’essere
Principio immenso,
Materia e spirito,
Ragione e senso,
 
a los que luego agrega estos otros, para aderezar un poco más su contumacia:
 
Re dei fenomeni,
Re delle forme.
 
Por enésima vez queda comprobado que los adversarios del Creador, a más de ver ofuscada la luz de la razón natural —y en trágica inconsecuencia no prevista por su rebeldía y orgullo—, acaban por ponerse voluntariamente al servicio de algún señor. Y de aquel que es, de sus desquicios, el remoto y primer ideólogo.

Flavio Infante
  

domingo, 2 de febrero de 2014

Declaración del Instituto de Filosofía Práctica


ACERCA DE LA LAICIDAD Y LOS JIRONES DE CRISTIANDAD
  
  
“Si Yavé no edifica la casa/ en vano trabajan la que la construyen/
Si no guarda Yavé la ciudad,/ en vano vigilan sus centinelas”
(Salmo l27, 1).

“El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama”
(San Mateo, 12, 30).

I

En otra oportunidad, criticamos a la Comunidad Europea, que hoy, por influencia de los poderosos países de Occidente, se ha transformado en modelo de todos los males a los cuales conduce la apostasía de las antiguas naciones, que algún día integraron la Cristiandad. Hoy se buscan desterrar sus últimos jirones.
Es interesante, a partir de ciertos hechos, analizar este ataque tendiente a borrar toda presencia cristiana en la vida pública y sus consecuencias.  Ojalá que esta declaración llegue a ciertos católicos irresponsables, quienes, en nombre de ese sustituto del laicismo que llaman laicidad o laicidad positiva, han contribuido y contribuyen, en forma consciente o inconsciente, a la demolición de los restos de la cristiandad argentina.


II

Si la Cristiandad significa la aceptación de los grandes criterios del Evangelio en la vida pública, el laicismo y la laicidad, último invento para no asustar a los tontos, significa la negación de los mismos.  Así de sencillo.  O estamos con Cristo y afirmamos su Realeza y recogemos numerosos frutos de justicia, concordia, orden, solidaridad, caridad, o renegamos de Él, y desparramamos injusticias, desórdenes, egoísmos, odios, envidias, discordias, contiendas, riñas, enfrentamientos, sediciones y guerras.
Hace dos años, junto con nuestro gran y cultísimo amigo Claudio Finzi, visitamos Siena, y en su Palacio Público pudimos gozar de los frescos del Buen Gobierno de Lorenzetti; aquí cabe aclarar que no se trata del mediocre y frustrado codificador que preside nuestra Corte Suprema, quien arrastró en su empresa, y luego, en su sucesiva frustración, a numerosa bobería, sino del pintor del siglo XIV Ambrogio Lorenzetti cuyos frescos “nos presentan una sabiduría de vida que vale para todos los tiempos”.
Lorenzetti se vale de lo bello para comunicar lo justo.  Nos muestra la belleza del buen gobierno y el esplendor de sus efectos, como la fealdad moral que induce a evitar el mal gobierno, y el horror de la escena infernal que lo describe.


III

En la alegoría del buen gobierno aparecen sus pilares: la sabiduría, la justicia, la concordia, la fortaleza, la paz, la magnanimidad y la templanza.  El bien común político se encuentra coronado por las virtudes teologales: la Fe, con la cruz, la Esperanza que mira confiada a Cristo, y en posición prominente, la Caridad, con el corazón ardiente en la mano; ella, “antepone los intereses comunes a los privados”, y es la raíz, “del amor a la patria”.
Y nos muestra sus efectos en la ciudad y en el campo.  En la primera, todo es normal: se ejercen en paz los oficios y nos muestra al fabricante de zapatos con su maestro artesanal, a los albañiles construyendo una casa, al tejedor, a la bodega que vende vino y embutidos; un baile alegre con sus danzarinas, un cortejo nupcial, la comuna, con sus veinticuatro comuneros, y finalmente, a la ciudad coronada por su catedral.
Un ángel protege la vida buena en el campo: se transita con libertad y seguridad, sin temor, por los caminos rurales; unos cazadores salen de la ciudad a caballo, con sus perros y halcones, campesinos van a ella a vender sus productos, huevos, harina, granos, un chancho, se observa una familia, los padres a pie y los hijos en un burro, se trabaja la tierra, se siembra y se cosecha.  Más adelante aparece un puente bajo el cual corre un arroyo, con seguridad  no contaminado, a lo lejos aparece un molino de agua y también un castillo.


IV

En el mal gobierno la justicia desaparece, nadie busca el bien común, reinan todos los vicios.  Se favorece a quien obra mal y este poder es fuente de ruina para la ciudad y el campo.  La tiranía era un peligro real y Dante escribe que “las ciudades de Italia están llenas de tiranos” (Purgatorio, 6, 124).
En el fresco la tiranía se encarna en  una figura diabólica a cuyos pies se encuentra la justicia atada, sin corona y con su balanza rota.  El personaje que parece salido del infierno tiene en una mano un puñal y en la otra una copa de oro sucia de sangre.  Es estrábico, bizco, no ve bien por su ojo torcido y posee todos los atributos de Lucifer: cuernos, patas, uñas de animal rapaz, alas de murciélago y apoya sus pies sobre un macho cabrío, símbolo de la lujuria.  La imagen recuerda la Babilonia del Apocalipsis y a algunos gobernantes nuestros, de ojos torcidos y uñas afiladas.
Es un poder solitario en el cual reinan la Soberbia, la Avaricia y la Vanagloria, representada por una bella joven, que tiene en su mano un ramo marchito y nos hace pensar en el suspiro del Dante: “no es la fama del mundo más que un soplo de viento que ahora viene de aquí, ahora de allá, y cambia de nombre como cambia de dirección.  ¿Qué fama tendrás de aquí a mil años, separado en la vejez de la carne, que si hubieras muerto, antes de dejar el «papá» y el sonajero?” (Purgatorio, 11, 100/ 105).
Rodean al tirano el Egoísmo, “la búsqueda a toda costa del propio interés y el desprecio de los otros” (Mariela Carlotti, Il bene de tutti, Società Editrice Fiorentina, 2010, pág. 92), la Crueldad, la Traición y el Fraude. Furor y División completan la corte infernal.
Tonos oscuros, lúgubres, muestran una ciudad desolada. Decadencia en los edificios, han desaparecido los artesanos y los comercios; sólo trabaja el fabricante de armas.  Una mujer es arrastrada por dos soldados; yace el cuerpo de un hombre asesinado. La puerta de la ciudad ya no es un lugar de libre tránsito sino que de ella salen hombres armados. Porque, como afirma Mariela Carlotti, “cuando la convivencia humana no está dominada por la tensión hacia la verdad y el bien no queda más que la violencia como regla de toda relación entre los hombres y con las cosas” (ob. cit., pág. 96).
La campiña se encuentra devastada.  El egoísmo, la preferencia del interés particular a expensas del bien común político, envenena la vida social.  Sin justicia, retorna el antiguo homo homini lupus.  No vemos más hombres trabajando la tierra o transportando por los caminos rurales los frutos de su labor al mercado; sólo transitan grupos armados.  Se observan incendios de casas rurales.  Reinan la violencia, el robo, el pillaje.


V

El buen gobierno es cristiano, Siena es “la ciudad de la Virgen”; el mal gobierno es anticristiano, laico, la Virgen ha desaparecido y con ella, la “omnipotencia suplicante”, la bendición divina.  El buen gobierno recoge, el mal gobierno desparrama.
 En la grandiosa construcción de Lorenzetti no hay espacio para la laicidad, aunque se llame “positiva”, aunque haya sido elogiada por algún Pontífice, cuyos defensores pueblan hoy las cátedras de las universidades “católicas”, ni para los tibios, que algún día, como está anunciado, serán vomitados.


VI

Y ahora, como este es un Instituto de Filosofía Práctica, vayan una serie de casos concretos:
a) En Alemania hoy el gobierno integrado por dos partidos que se llaman “cristianos” construye inmensos barrios, nuevas ciudades sin iglesias.
¿Qué dirán los laicistas o los partidarios de la laicidad? Que no es tarea del Estado construir iglesias, sinagogas, ni mezquitas. Ahora bien, como escribe el Cardenal Jean Danielou “la verdadera ciudad es aquella donde los hombres tienen sus casas y donde Dios tiene su casa.  Una ciudad sin iglesias, junto a las fábricas, es una ciudad inhumana.  El papel de la política es asegurar una ciudad en la cual sea posible que el hombre se realice plenamente en la plenitud de la vida material, fraternal y espiritual” (Religión y política, Pomaire, Barcelona, 1966, pág. 27.
¿Qué diremos nosotros? Que el Estado de una Nación cristiana debe construir iglesias.  Respecto a las sinagogas y a las mezquitas, las construiremos, tolerando a sus cultores, el día en que Israel y Arabia Saudita, nos toleren y construyan iglesias.

b) Las fiestas.
Si el mes y el año responden a un ritmo natural, la semana es cultural. ¿Todos los días son iguales desde una perspectiva política? Sí, nos dirán los laicistas y los partidarios de la laicidad. Desde la perspectiva religiosa cada comunidad celebrará el día que libremente elija sin intervención del Estado.
¡No! será nuestra respuesta. Todos los días no son iguales desde el Génesis. Existe un día distinto. En la Antigua Alianza, el Sábado, que conmemoraba la Creación. En la Nueva, el Domingo, que recuerda la resurrección de Cristo. Lo que sucede es que hoy existe una conspiración contra el Domingo en los países apóstatas que un día fueron cristianos. Las directivas europeas actuales emanadas de Bruselas disponen que los trabajadores tienen derecho a un día de descanso a la semana, pero no dicen cuál es. La directiva anterior se refería al descanso dominical, pero ahora se ha resuelto “que a la luz de la jurisprudencia de la Corte de Justicia de la Comunidad Europea, la disposición relativa al descanso dominical debe ser suprimida”.
¿Quiénes determinarán el día festivo? Los países, y en su defecto, los contratos laborales. En Italia, el Código Civil establece que el descanso semanal debe coincidir con el Domingo. Pero ¿qué pasa con los 50.000 judíos y otros tantos hindúes que celebran el sábado y cerca de un millón de mahometanos más 50.000 budistas que celebran el viernes? La solución razonable es procurar que dentro de lo posible los cultores de esas religiones puedan cumplir con sus obligaciones y no cancelar el día sagrado de más de cincuenta millones de cristianos. El problema surge por olvidar la clásica doctrina de la tolerancia, la primacía del bien común político y el cultivo de un pluralismo de indiferencia.

c) La desfiguración de las fiestas.
Un país vecino, Uruguay, fue en este tema un adelantado. No suprimió el día de Reyes pero lo transformó en el día del Niño, no suprimió Semana Santa pero la desfiguró en Semana de Turismo, no suprimió el 8 de diciembre, pero lo mudó en “el día de las playas”, no suprimió Navidad pero la convirtió en el Día de la Familia.
En Italia hoy es políticamente incorrecto desear “Feliz Navidad”, hay que augurar “Felices Fiestas” para no molestar a mahometanos, judíos, budistas, ateos, etc.
¿Qué dirán ante esto los laicistas y lo cultores de la laicidad? Que esto no viola la libertad religiosa, y dirán los últimos, que está dentro de la autonomía de lo temporal.
¿Qué decimos nosotros? Que renunciar a la Navidad porque es discriminatoria “y sustituirla por la Fiesta de los Árboles (algunas escuelas de Milán lo han hecho) es una estupidez” (Beppe Severgnini, “Corriere della Sera”, 19 de diciembre de 2002).

d) Hoy, todavía el cristianismo está presente en muchos lugares públicos en la Argentina.
En nombres de Provincias y ciudades, en banderas y escudos. Así, en el de San Serapio de Azul, aparece la cruz y la leyenda: “Azul, siempre fiel a la Patria”. ¿No se intentó ya cambiar el escudo de la Ciudad de Buenos Aires porque molesta la cruz de Calatrava? Hace poco un gobernador hebreo hizo desaparecer la cruz de la bandera de Tucumán, con la complicidad del entonces arzobispo y el silencio del actual, Zecca Feldman, en quien el desaprensivo turista ha encontrado un buen compinche. ¿Qué pasaría en España, aun hoy, si se suprimiera la cruz de la bandera de Asturias?
Está presente en muchas escuelas, incluso de gestión pública, que saben que ella “o es templo o es guarida”; está presente en muchas oficinas públicas y tribunales, en los hospitales, las cárceles, los cementerios, las corporaciones profesionales (así, en el Colegio de Escribanos de nuestra Ciudad se encuentra una magnífica estatua de San Ginés, mártir, patrono del notariado), los sindicatos, las asociaciones empresarias, los cuarteles, las terminales de transporte, las rutas, las entradas de los pueblos… Ya hay proyectos para eliminar las capellanías.
¿Qué dirán de la eliminación de todo esto los laicistas y los cultores de la laicidad?  Que está bien porque no afecta a la libertad ni a la igualdad en materia religiosa. Que saquen todo, cruces, vírgenes, santos, santuarios en lugares públicos, que acallen las campanas para que no molesten a los vecinos…
¿Qué decimos nosotros? Que debemos comprometernos a defender todo lo que hace a nuestra identidad cristiana pues queremos que el hombre argentino refleje la imagen de Dios y no la de la Bestia; queremos que a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra se escuche el tradicional canto: “A Dios queremos en las costumbres/ Dios en el pueblo, Dios en la ley,/ bajo su imperio seremos grandes,/ libres del yugo de Lucifer”.

e) El avance del laicismo y de la laicidad no es indefectible.
 Pero los ejemplos de resistencia a la podredumbre moral y cultural tenemos que buscarlos en pequeños países o en naciones del Este de Europa que han padecido la tiranía comunista.  Y estas reacciones ¡cómo molestan! a los liberales, a los impolutos, a ciertos sacerdotes, a ciertos obispos…
¡Cómo molesta la nueva constitución de Hungría!, que comienza así: “Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana”, texto que defiende la vida y el matrimonio, con sus valores fundamentales “la fidelidad, la fe y el amor”.
¡Cómo molestan la resistencia de Andorra y de Eslovaquia a las órdenes de la Comunidad Europea para eliminar la cruz de sus monedas! En el primer caso fue retirada, pero quedó una histórica capilla; en el segundo tuvieron que tragársela íntegra, no sólo con la cruz sino también con los Santos Cirilo y Metodio. ¡Honor a Eslovaquia!
¡Cómo molestan las leyes recientemente promulgadas en Rusia, Ucrania y Moldavia sobre “La protección de los niños de información dañina a su salud y desarrollo”!, que prohíben no sólo la droga y el alcohol, sino además la propaganda que fomente las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y que se manipule la educación de los menores con políticas de “orientación sexual”, o de “ideología de género”, términos a través de los cuales se inocula en la inocente e inmadura moral de los niños las prácticas homosexuales, de contraconcepción y abortivas.
Esto es ignorado por nuestros diarios, y así el impúdico matutino “La Nación” dedica dos páginas del 11 de mayo de 2013, al lento adiós a “mamá y papá”, ya que “con la incorporación de hijos de matrimonios homosexuales a las escuelas, pedagogos, padres y chicos se adaptan a un cambio social que ya comienza a impactar hasta en el lenguaje de la comunidad educativa” y en su edición de hoy, Espectáculos pág. 8, dedica toda la página a “El beso más deseado”, que es, entre dos sodomitas; esa es hoy “una tribuna de doctrina”.
¡Cómo molesta la revolución de los scouts cristianos ingleses que quieren seguir jurando “por amor a mi Dios y a mi país”!, y se niegan a hacerlo por la nueva fórmula grata a los partidarios de la laicidad seguramente “para no traicionarme a mí mismo y para desarrollar mi fe y mi comunidad”, con la cual borran de un plumazo a Dios y a la patria.  Con seguridad se dividirán, como ya sucedió en Italia, donde los católicos son 177.000 y los laicos 12.000 (“Corriere della Sera”, Milano, 24 de agosto de 2013).
¡Cómo molesta la carta de Putin al Patriarca Cirilo en el 1025 aniversario de Rusia! En ella se afirma que “la adopción de la fe cristiana ha marcado una vuelta decisiva en la historia de nuestro país que ha llegado a ser una parte integrante de la civilización cristiana”.
Como expresó Enrique Díaz Araujo: estamos arrinconados pero no vencidos. Por eso, nuestra tarea es ejercer el acto principal de la virtud de fortaleza: ¡Resistir, resistir, resistir!
Buenos Aires, septiembre 2 de 2013.

Bernardino Montejano, Presidente
Juan Vergara del Carril, Secretario