jueves, 31 de octubre de 2013

Patologías


BANDERA Y BANDA
  
  
Hay quienes sugieren trastornos mentales. Entre otras pruebas, aducen la “carta” al Romano Pontífice, especie de soliloquio psicoanalítico en borrador, que ha motivado diversas “respuestas” en solfa (de “Pancho” a “Cris”), que corren por Internet.  Dado que no somos profesionales de la psiquiatría, no nos corresponde emitir opinión al respecto.
 
Sí, lo haremos en dos planos políticos de notorio conocimiento. Asuntos dispares, pero que, a nuestro entender, se aúnan en pos de una misma finalidad: erosionar la identidad y la defensa nacionales. Uno, referente a un nuevo ultraje a los símbolos patrios, en este caso el Himno. El otro, apuntado a la indefensión generada en el país a partir de la derrota del 14 de junio de 1982, ahora aplicada al relevo de la cúpula militar.
 
De ambos sucesos pasamos a ocuparnos.

Bandera e himno

En ocasiones anteriores hemos aludido a las reiteradas violaciones al artículo 222, cuarto párrafo del Código Penal, que pena el ultraje a los símbolos patrios. En alguna oportunidad —el 9 de diciembre de 2012— la afrenta fue cometida con la abierta complicidad de las autoridades castrenses, que permitieron la ejecución del Himno Nacional por la banda del regimiento de Granaderos a Caballo, en tiempo de cumbia.
 
Eso, sin mentar los meneos presidenciales que, de momento, han concluido en el uso directo de un redoblante en público, con el consiguiente contoneo de la jefa del Poder Ejecutivo, sin perjuicio de su riguroso y extenso luto. Como esto afecta sólo al respeto debido a la investidura presidencial, en el contexto actual lo consideramos “peccata minuta”.
 
Pues, ese atentado se ha repetido una vez más, adoptando ribetes alocados.
 
El hecho ocurrió el día 20 de junio del corriente año, al celebrarse en Rosario un nuevo aniversario del primer izamiento de la bandera argentina por el General Manuel Belgrano. Los diarios “serios” han comentado el suceso, pero concediendo más atención al discurso presidencial posterior por su carácter de proclama totalitaria. Tal aspecto, para nosotros es secundario. Sin negar la peligrosidad institucional que supone, creemos que por atacar sólo al sistema de Gobierno constitucional, es de inferior categoría al ultraje de los símbolos nacionales, emblemas de la Patria, principio de nuestro ser, conforme lo enseñara Santo Tomás de Aquino. Porque acá se ha ofendido al ser nacional, en consonancia con la campaña desatada después del fracaso malvinero.
 
Recordemos la circunstancia.
 
La banda de guerra del Regimiento escolta debía ejecutar el Himno Nacional, según la pauta fijada por el Decreto del 24 de abril de 1944, esto es, ajustándose al arreglo elaborado por Pedro Esnaola en 1860. Porque, aunque muchos no lo sepan, hay una única manera de tocar nuestra canción patria. En razón de lo cual, cualquier otra forma supone la comisión, de puro derecho, del ilícito previsto y castigado por el Código Penal.
 
Pues bien, el 20 de junio del 2013, la banda regimental tuvo que aceptar la “colaboración” del conjunto Choque Urbano, ubicado en unos de los dos costados del frente del Monumento rosarino. La referida murga dividió su ejecución, tocando una parte en tiempo de cumbia o salsa y la otra de malambo, con los respectivos bailarines zapateadores en el escenario. Ni qué decir que la Sra. Presidente se entusiasmó con ese espectáculo, acompañándolo con movimientos rítmicos de su cuerpo, siempre estrictamente enlutado (ver diario “La Nación”, editorial del día 29 de junio, pág. 26).
 
No se ha sabido que las Jefaturas castrenses exigieran al director de la banda regimental una rendición de cuentas por aquel acontecimiento bochornoso. Y si eso no se ha planteado, puede deberse a la otra circunstancia que enfocamos en este artículo y glosamos a continuación.
 
Relevos
 
Sin decir “¡agua va!”, el miércoles 26 de junio del presente año, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, con el refrendo de su Ministro de Defensa Agustín Rossi, decretó el relevo de toda la cúpula de las Fuerzas Armadas. Asunto que en otras épocas hubiera provocado gran conmoción y que al presente apenas si mereció un título de media página en los diarios. Muestra patente de la irrelevancia en que han caído los problemas defensivos.
 
De esa suerte, un joven general de brigada, Luis María Carena, cuyos destinos anteriores habían sido la Dirección General de Material y la de Remonta y Veterinaria, pasó a desempeñarse nada menos que en el más alto cargo castrense, el de la jefatura del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Reemplazó así al brigadier general Jorge Alberto Chevalier. Y quedó a cargo de la conducción estratégica de la Defensa Nacional, en particular, en situaciones bélicas.
 
En la jefatura del Ejército cesó el teniente general Luis Alberto Pozzi, quien fue reemplazado por el general de división César Milani, formado en el arma de ingenieros y especializado en la tarea de inteligencia.
 
También en la Armada y en la Fuerza Aérea se produjeron cambios de altos mandos. Sin embargo, los personajes que concitaron toda la atención fueron Milani y Carena, por su pertenencia a ciertas armas y sus vinculaciones políticas. A raíz de lo cual, el diario “La Nación” encabezaba su noticia con este parágrafo: “Tanto Milani como Carena se especializaron en el área de inteligencia y tejieron vínculos con la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) y con el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que conduce Horacio Verbitsky y que ha influido en la definición de los ascensos militares en los últimos años” (jueves 27 de junio de 2013, pág. 1).
 
Respecto de la figura central, César Milani, el mismo matutino porteño, anotaba lo siguiente: “El ascenso de Milani, que fortaleció su posición en el Ejército durante los cinco años en que Garré condujo el Ministerio de Defensa, generó fuerte impacto entre los oficiales de la fuerza” (op. cit., pág. 8).
 
Se lo fotografiaba junto a Nilda Garré, con la aclaración que estaba “vinculado” a ella. Tal uso verbal podía despertar alguna suspicacia.  La Sra. Garré, ex esposa de Copello, ex diputada nacional expulsada en 1974 del Congreso Nacional por el Presidente Juan Domingo Perón, y asilada entonces en México, estuvo “vinculada” antes y después con Juan Manuel Abal Medina (padre), con quien convivió en el exilio. De regreso al país estuvo “vinculada” a los ex dirigentes Montoneros Jorge Luis Bernetti y Ernesto Jauretche, a quienes designó  como funcionarios en Defensa, en los tiempos de Kirchner.
 
Además, Garré se asesora con Horacio Verbitsky, ex directivo de la inteligencia Montonera. Verbitsky recibió el CELS, un sello de goma en la época de su fundador Fermín Mignone, y lo transformó en la ONG mayor de la Argentina pos-malvinera. Organización aplicada a tareas de inteligencia y contrainteligencia internas. Carlos Manuel Acuña en el libro que dedicó a su estudio, documentó el hecho de la recepción de un millón de dólares anuales de la Fundación Ford (“Verbitsky.  De La Habana a la Fundación Ford”, Bs. As., Pórtico, 2003). Ese dato no sólo nunca fue desmentido, sino que el CEO de tal organismo, Gastón Chillier, admitió que sus únicas fuentes de financiación era el NED (National Endowment for Democracy) del Partido Demócrata de los Estados Unidos, la Embajada inglesa en Buenos Aires y el Foreing Office en Londres, además de la citada Fundación Ford. En total, una suma cercana a los cinco millones de dólares (“La Nación”, Bs. As., 12 de setiembre de 2010, sección “Enfoques”, pág. 4). Prueba acabada de la colusión imperialista-marxista en la Argentina.
 
Volviendo a la citada Sra. Nilda Garré, digamos que en junio del corriente año, al postularse para Embajadora en la OEA, no obtuvo el voto aprobatorio en el Senado. En cambio, fue denunciada por los senadores Gerardo Morales y José Cano por los presuntos delitos de defraudación a la administración pública, incumplimiento de los deberes de funcionario público, estafa y enriquecimiento ilícito. Todo esto, en razón de que en el Registro del Automotor donde antes de asumir sus cargos estatales se había desempeñado, había seguido cobrando sus emolumentos a pesar de la licencia que le fue concedida.
 
La indicada Garré había nombrado en una secretaría del Ministerio de Defensa a Natalia Federman, sobrina de Horacio Verbitsky, de nacionalidad británica, cuyo padre Andrés Federman seguía empleado en la Embajada del Reino Unido, aparentemente como “residente” del MI6. Luego Garré trasladó con ella a Natalia Federman al Ministerio de Seguridad. Con la designación de Arturo Puricelli en este último ente, la aludida renunció. Hecho que fue entendido como una pérdida de influencia de Verbitsky en esa área. Ahora, se aprecia que, por modo alguno, el “Perro” ha amenguado su influjo en el Gobierno de Fernández de Kirchner.
 
En tal sentido, el diario “La Nación” describe los conflictos internos suscitados entre Puricelli y el general Milani, y acota: “En noviembre pasado, el propio Puricelli denunció ante el juez Norberto Oyarbide la existencia de irregularidades en compras directas, sin licitación, por parte del Ejército en el Mercado Central, lo que salpicaba a Milani, que tenía bajo su mando el área de intendencia. A raíz de otra denuncia del diputado Federico Pinedo (Pro), la Justicia comenzó a investigar el supuesto pago con facturas truchas por $ 150 millones en el Mercado Central” (ibídem).
 
Acerca del otro experto en espionaje, Luis Carena, el citado matutino expone: “Fuentes castrenses indicaron a La Nación que el nuevo jefe del Estado Mayor (Carena) tiene una relación cercana con Zannini y desde hacía tiempo se lo mencionaba como posible candidato a un alto cargo militar” (ibídem).
 
Como es sabido, el secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zannini, estuvo cuatro años preso en tiempos del Gobierno Militar por su pertenencia a la Vanguardia Comunista, movimiento guerrillero de corte maoísta.
 
Por si existieran dudas sobre el significado genuino de las designaciones castrenses, el General César Milani, al ser puesto en funciones por la Sra. Presidente, afirmó que: quería una fuerza que “acompañe el proyecto nacional”, que aseguró “se encuentra vivo e instalado en el corazón y la mente de los argentinos”.
 
Dijo también que pretendía una fuerza “madura, mirándose al futuro, con clara esperanza” y un ejército “sanmartiniano comprometido con la democracia y los derechos humanos” (“Los Andes”, Mendoza, 4 de julio de 2013, pág. 4-A).
 
Madurez, entre cuyos reflejos se halla el de pertenecer a un país que destina el porcentaje más bajo del PBI a la Defensa en la región americana (0,8%), sin que sus Fuerzas Armadas chisten, salvo por los rubros en negro de los salarios. Como observa Rosendo Fraga, esa declaración políticamente implica: “la intención de alinear a la estructura militar con el proyecto del kirchnerismo… Pero, al mismo tiempo, este giro en la política militar se da cuando la Presidenta acentúa su adhesión al modelo chavizta, tanto en la política económica como en la exterior, así como en lo cultural y en la interpretación de la historia, como bien lo evidencia la estatura de Colón ya tumbada” (“La Nación”, 6 de julio de 2013, pág. 10).
 
Lo cierto es que: “Los medios de las Fuerzas Armadas se degradaron en los últimos años. Sólo la inteligencia militar recibió más fondos y equipos que en el pasado. Además. más mandos de esa especialidad fueron promovidos” (Ibidem).
 
En suma, los mandos castrenses son ahora especialistas en espionaje político interior, vinculados a ex guerrilleros que trabajan en el espionaje castrense financiado foráneamente y están directamente relacionados  con el poder kirchnerista.
 
De ese modo se completa el círculo del infortunio que se iniciara el 14 de junio con la derrota de Puerto Argentino.
 
Eso sí, en marcha, a los sones de bandera y banda, que puede ser ejecutada en tiempo de cumbia, si así se prefiere.
 
Enrique Díaz Araujo
 

lunes, 28 de octubre de 2013

Mirando pasar los hechos


UN BARULLO BÁRBARO
 

“La malvinización del Papa”, se titula la nota del presidente del Partido Liberal Libertario (“La Nación”, 8 de octubre de 2013). Una sorprendente subida del umbral económico a las alturas teologales, cuya ponderación exige ciertas precisiones.
 
En primer lugar, no cabe la menor duda que el autor es ultra liberal, como su cargo ya lo indica. En segundo término, confirma al modo borgeano, que los liberales-liberales no son ni sabios ni indoctos… Una lástima, más bien, por el desperdicio de múltiples conocimientos y agudezas malogradas, a consecuencia de los barullos intrínsecos  del relativismo. De lo cual este mismo caso vale para ejemplo. Al empezar alertando con gesto tradicionalista, sobre un preocupante acercamiento a la teología de la Liberación… Para declinar luego, envolviendo al fervor patriótico tradicional en el término “malvinización”, como un fanatismo típicamente argentino. Modalidad que revive ahora ante el nuevo Papa Francisco, con “el alarido (sic) ¡Argentina! ¡Argentina!”
 
Todo ello en un cóctel, mezcla de memorias especiosas con rebanadas anticlericales a la antigua. Junto a importantes críticas sobre la “teología de la liberación”… pero con el efecto contrario del ingrediente malogrado en la masa indigerible. No faltando las referencias tangenciales —embebidas de leyendas negras— a “las bellaquerías contra los judíos, la salvaje «guerra santa», la Inquisición y las Cruzadas”. Todo lo cual llevaría a exclamar: ¡Liberal a tus barullos! al modo de Apeles con su zapatero. Porque el presidente del Partido Liberal Libertario, émulo del botinero helénico, saliendo de lo propio ya ha armado un barullo  bárbaro.
 
Casimiro Conasco
Octubre de 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

Editorial del Nº 105


LA ENFERMEDAD

“Aquel a quien los dioses quieren destruir,
primeramente lo enloquecen”
Eurípides

No es necesario saber a ciencia cierta qué padecimientos reales o ficticios llevaron a la Kirchner a fatigar costosos y privilegiados nosocomios privados a principios del mes de octubre. Que recupere pronto la salud si la tiene quebrantada, y que alcance de una vez la costumbre de decir la verdad, si acaso todo fuera un montaje.

Y no es necesaria en la ocasión la noble ciencia médica, decimos, porque ni  tiroides o hematomas cerebrales son los núcleos de la enfermedad capital que la aqueja. A ella tanto como a su entorno, su ideologismo, su modelo y sus fines políticos.

Que un sinfín de ciudadanos tenga motivos para pensar que la lesión es una fábula urdida para victimizarse en vísperas electorales de probable derrota; que se especule con que la noticia de saberla doliente inhibirá éticamente al arco opositor para propinarle merecidos ataques; que se baraje la posibilidad de que esta huida con aviso y legitimidad médica atenuará su responsabilidad de hacerse cargo de inminentes desbarres, habla a las claras de que la paciente es el verdadero y peligroso virus capaz de suscitar en una sociedad la desconfianza generalizada, la incredulidad creciente y el recelo indisimulado. Y todo ello porque la corrupción que ha instalado no tiene límites.

Pero que paralelamente sea el mismo Estado el que no trepide en capitalizar la internación de la primera mandataria para elevarla al procerato o para atribuirle un patrio gesto oblativo, es un alarmante signo indicador de que la inmoralidad absoluta cubre y tapona a esta gentuza.

Párrafo aparte ha de merecer la conducta de los rentados militantes, cuyas manifestaciones soeces hacia el conjetural hematoma —tildándolo de gorila— (sic), o sus vítores ante las atroces arengas de Scoccimarro anunciando que la presidenta ya come verduras al vapor o depone voluntariamente, prueba que el tribalismo vuelve una vez más por los fueros de las costumbres peronistas.

Los clásicos, los paganos o los cristianos después, supieron hacer el elogio tanto de aquellos que pueden ofrecer el dolor en la infirmitas, como el de aquellos que respetan al lastimado, sin necesidad de adularlos, excusarlos o creerlos inmortales. En la enfermedad el alma se recoge a sí misma, escribía el viejo Plinio. Porque con ella comienza aquella igualdad que la muerte completa y a todos nos hermana. Pero la soberbia inaudita de la señora y sus secuaces, lejos de engrandecerse en las tribulaciones sobrenaturalmente aceptadas y ofrecidas, minimizan u ocultan herméticamente las afecciones, para mantener intacto el mito de la eternidad e invulnerabilidad presidencial. Necios y ciegos como son, no trepidan en electoralizar hasta la agonía o la misma muerte si fuera menester. Llenar las urnas de votos los desvela más que la posibilidad de tener que rendir juicio postrimero y celeste habitando una urna funeraria. La siniestra moral del éxito les impide exhibir el honroso retrato humano de la derrota, tome las formas del fracaso corpóreo o del proyecto terreno.

Y este es el núcleo de la real, genuina y horribilísima enfermedad que hiere al poder político. Al Régimen, para ser más precisos y abarcadores. A esa enfermedad, el buen francés Charles Maurras la llamó democracia. Y aunque ahora sea  pecado decirlo, el único pecado es callar la realidad. Tamaña afección perdurará antes y después del 27 de octubre, afuera o adentro de los umbrales de la Fundación Favaloro.

Una vieja canción italiana, posiblemente nacida entre los legendarios Arditi de la Guerra del 14, decía Boia chi molla, que en libre pero no antojadiza versión podría traducirse como traidor aquel que cede.

Pues bien; la misión que nos toca a nosotros es la de no ceder en el empeño de testimoniar la Verdad, obrando en consecuencia; esto es, siendo leales a la Cruz. A quienes crean que es poca cosa, valga recordar una vez más que la historia es una aristocracia. Ella no consagra la posteridad al ulular de las masas anónimas y rugientes, ni guarda el podio de los arquetipos a los megalómanos y a las alucinadas rencorosas. La Historia, en cambio, suele ofrecer sus pliegos más dignos para dar cobijo a los testigos de la Luz.

Antonio Caponnetto

domingo, 20 de octubre de 2013

Aviso


  
APARECE “CABILDO”
   
 POR LA NACIÓN
CONTRA EL CAOS
   
Se ruega difundir
  

domingo, 13 de octubre de 2013

Día de la Raza - addenda


EL DOCE DE OCTUBRE
Y UNA ESTATUA TUMBADA
  
  
El 12 de Octubre pasó desapercibido. Apenas un feriado en un fin de semana largo. Ningún acto oficial. Ningún desfile. Ni una misa, siquiera, convocada por algún alma piadosa para agradecer a Dios la gracia y la gloria del Descubrimiento, Conquista, Civilización y Evangelización de América. Menos aún una de esas habituales “ofrendas florales” que se colocan al pie de los monumentos por la sencilla razón de que ya ni los monumentos permanecen en pie. La hermosa estatua del Almirante Colón que dominaba la Plaza homónima, detrás de la Casa de Gobierno —por obra y gracia de la mayor estupidez humana unida a la mala fe y a la perversión yace tumbada en el suelo a la espera de una supuesta reparación que no llega nunca. Así, el Gran Almirante —“el divo Cristóbal, Príncipe de las carabelas”, que cantó Darío— ya no mira el mar sino el cielo plomizo, gris y sucio de la Ciudad Apóstata.
  
¡Un 12 de octubre con Colón en decúbito dorsal! Jamás lo hubiéramos imaginado. Tampoco hubiéramos imaginado que el Día de la Raza se convirtiera, ahora, en el Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Es cierto que aquella vieja denominación, obra del Presidente Yrigoyen, no era la más adecuada. Como bien decía Don Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad (a cuyas páginas hemos vuelto en estos días para consuelo y solaz del alma):

“«El 12 de Octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad». Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires, El Eco de España. La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?”

¿Qué diría hoy el ilustre sacerdote español ante esta denominación estúpida y aviesa que pretende cambiar la Historia o reescribirla en caracteres ideológicos? ¿De qué diversidad cultural hablan estos mentecatos? Tan malos cuanto indoctos, tan rencorosos cuanto brutos, estos mentores de la “historia nueva” que inventan estas denominaciones y las imponen a palos, sin consultar a nadie (ellos tan democráticos y amigos de los debates y discusiones), por su cuenta y riesgo, están logrando, merced a la pasmosa pasividad de quienes debieran salir al cruce de tales desatinos, que el nobilísimo significado y el sublime contenido de esta fecha entrañable se vayan borrando, paulatinamente, del alma argentina.
 
Me contaba una maestra, a la que le tocó reemplazar en un grado de escuela primaria a otra, que al hacerse cargo del aula, en la víspera del 12 de octubre, preguntó a los chicos qué era el 12 de octubre y qué se festejaba. La respuesta fue unánime:
 
— No hay nada que festejar porque es un día de luto; es el día en que los españoles malos llegaron a América y mataron a los indios buenos.
 
— Pero, exclamó azorada la maestra, ¿quién les dijo esto, de dónde han sacado esta historia?
 
— ¡La otra maestra, señorita!, respondieron los párvulos.
  
Esto ocurría en un Colegio católico.
  
¿Qué dice el Consudec? ¿Qué piensa el obispo a cargo de la educación católica en la Conferencia Episcopal Argentina? ¿Qué el Arzobispo de Buenos Aires en cuya jurisdicción funciona aquella escuela?
 
Nadie dice una palabra. Todos callan mientras Colón tumbado sobre el suelo es el símbolo mudo y elocuente de un pueblo al que le han robado el alma.
  
¡Qué tristeza!
  
Mario Caponnetto
  

sábado, 12 de octubre de 2013

Día de la RAZA - Poesía que promete


A COLÓN

SU ESTATUA ESPIRITUAL ES MÁS GRANDE Y MÁS SÓLIDA QUE LA QUE PUEDAN REMOVER O DESTRUIR LOS APÁTRIDAS QUE  HOY GOBIERNAN


¡Desgraciado Almirante!  Tu pobre América,
tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.

Un desastroso espirítu posee tu tierra:
donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas.

Al ídolo de piedra reemplaza ahora
el ídolo de carne que se entroniza,
y cada día alumbra la blanca aurora
en los campos fraternos sangre y ceniza.

Desdeñando a los reyes nos dimos leyes
al son de los cañones y los clarines,
y hoy al favor siniestro de negros reyes
fraternizan los Judas con los Caínes.

Bebiendo la esparcida savia francesa
con nuestra boca indígena semiespañola,
día a día cantamos la Marsellesa
para acabar danzando la Carmañola.

Cuando en vientres de América cayó semilla
de la raza de hierro que fue de España,
mezcló su fuerza heroica la gran Castilla
con la fuerza del indio de la montaña.

La cruz que nos llevaste padece mengua;
y tras encanalladas revoluciones,
la canalla escritora mancha la lengua
que escribieron Cervantes y Calderones.

Cristo va por las calles flaco y enclenque,
Barrabás tiene esclavos y charreteras,
y en las tierras de Chibcha, Cuzco y Palenque
han visto engalonadas a las panteras.

Duelos, espantos, guerras, fiebre constante
en nuestra senda ha puesto la suerte triste:
¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,
ruega a Dios por el mundo que descubriste!

Rubén Darío

jueves, 10 de octubre de 2013

Padres de la Patria


LA CONCEPCIÓN POLÍTICA
DEL PADRE JULIO MEINVIELLE

 
El pasado 21 de mayo, el Presidente del INFIP, Dr. Bernardino Montejano, en el marco del Homenaje al Padre Julio Meinvielle, con motivo de los cuarenta años de su muerte, dictó una conferencia bajo el título arriba anunciado.  Reproducimos a continuación algunos de los pasajes más salientes.
 
 
¿Por qué ese pensamiento político, condensado en libros y artículos escritos hace ya muchos años tiene vigencia? Porque Meinvielle es un clásico de la política, un renovador de la doctrina de los grandes pensadores de la antigüedad y del Medioevo, en especial de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino, un hombre que apunta a discernir los principios que rigen la vida política y que tienen la misma permanencia que la naturaleza del hombre y de la sociedad.

Como destaca Monseñor Derisi […], “sabía llegar con rapidez y perspicacia al punto esencial de las cuestiones… su inteligencia era a la vez clara, brillante y de honda penetración”. Supo, con apoyo en la mejor tradición, “dar respuesta crítica a los problemas suscitados en cada momento de la historia de nuestro tiempo”. Es muy importante no olvidar todo esto en estos días, en los cuales el “complejo de descubridor” tiene tantos adeptos, y crece la amnesia respecto de la historia. en círculos aparentemente muy próximos […].

Meinvielle se ocupó de las circunstancias políticas y mostró con valor y criterio independiente, sin caer en opciones partidistas, la vigencia de la doctrina social de la Iglesia y su importancia para orientar las soluciones concretas.

En su libro “Política Argentina 1949 - 1956”, y en numerosos artículos aborda los grandes temas de la cultura, de la política, de la sociedad, del Estado, de la economía, a partir de los problemas cotidianos, encarnando en forma paradigmática la estampa de un hombre preocupado por la añadidura, sin perder nunca de vista el reino de Dios y su justicia.

Su obra “Concepción católica de la política”, comienza con una afirmación fundamental, que es un eco del Evangelio: la política debe servir al hombre. Sin embargo, en nuestros días y no sólo entre nosotros, esa política, como señala Ionesco, “se ha convertido en el medio más eficaz para envenenar, desorganizar, enloquecer, volver la vida totalmente imposible”.

Como la política es una realidad práctica, necesita un fundamento teórico, porque el obrar del hombre se apoya en el ser del hombre. Por eso, es necesario partir de un verdadero concepto de hombre, cuya naturaleza peculiar tiene necesidades materiales, morales, intelectuales y espirituales.  Porque si se renuncia a la indagación ontológica que permita discernir los principios políticos requeridos por esa específica naturaleza, como tantas veces sucede hoy, “la inteligencia desviada de su objeto propio, que es la consideración del ser, se mueve vertiginosamente en el vacío, para encontrar una infinidad de entes absolutos que fabrica el hombre y se llaman Estado, Derecho, Pueblo, Soberanía, Democracia, Libertad, Ciencia, Humanidad, etcétera”.

Este vacío, y los ídolos en cuyo seno prosperan, nos sumergen en esta política inhumana que padecemos, que envenena y enloquece al hombre, y desorganiza su convivencia. Por eso urge recuperar esa indagación ontológica que nos permita establecer las bases para restaurar una política humana.

Pero Meinvielle, como pensador político cristiano consecuente, reclama más: una política cristiana, conforme a la vida sobrenatural, que trasciende todas las exigencias de la naturaleza creada.  La gracia eleva a su plenitud a la naturaleza, sin destruirla, como en el mundo vegetal el injerto enriquece y transforma a la planta base injertada.

El hombre cristiano es una “nueva creatura”, una unidad que se proyecta en el ámbito de la familia, de la educación, de la cultura, del arte, del derecho, de la medicina, de la economía, de la empresa, de la política, etcétera […].

El Padre Meinvielle critica el “mito de la soberanía popular”, y se refiere a nuestra época sombría, “fruto maduro de aquella semilla que cultivó Rousseau y que hoy conocemos como el dogma intangible de la Democracia… solución universal de todos los problemas”.

Los argentinos tenemos memoria frágil, pero todavía recordamos las palabras del más ideológico de los presidentes que hemos soportado: “con la democracia no sólo se vota, sino también se come, se educa, se cura”, y los resultados concretos en el campo de la economía, de la educación, de la salud. La Comisión Permanente del Episcopado Argentino, en el año 2003, utilizó el argumento pragmático para evaluar las consecuencias de nuestro régimen político, y el error de los dichos de Alfonsín: “Lamentablemente durante estos años, la democracia recibida con tanto entusiasmo, no ha logrado resolver problemas tan vitales como el trabajo, la alimentación, la salud y la educación para todos”.

No hay posibilidad alguna de sanear los regímenes políticos, si no recuperamos la auténtica noción de pueblo. El pueblo existe si existen hombres arraigados a Dios, a su tradición, a su familia, a su trabajo, a su contorno geográfico, a su Patria. Hombres con interioridad, que sepan discernir y juzgar por ellos mismos; que tengan conciencia de sus derechos, de sus deberes y de sus responsabilidades; por lo tanto que sean capaces de una verdadera participación en la cosa pública.

Muy distintas son las masas de nuestro tiempo, de las que habla Meinvielle: “son sociedades de esclavos, en las que la multitud trabaja para el goce de unos pocos que usufructúan todos los privilegios; pero una multitud, por otra parte sin conciencia de sus verdaderos derechos y de su verdadero bien, desorganizada, incapaz de exigir ni de reclamar eficazmente nada, embrutecida y satisfecha con algunos desahogos, tales como el sufragio universal… sus miembros son víctimas de los consorcios financieros internacionales, los cuales después de haber corrompido las conciencias, acordando prebendas a las personas influyentes de la colectividad, manejan por medio de éstas, la misma cosa pública”.

Esto, escrito hace muchos años, no ha perdido vigencia, y ¿no es acaso un ajustado retrato de nuestra actualidad? […].

Pero Meinvielle no se agota en la crítica, sino también incluye un programa positivo para mejorar la vida política, que como un eco de la convocatoria socrática, debe comenzar por la renovación y catarsis del alma.  Y si no se dan las condiciones para la restauración de la cosa pública señala que “es preferible limitarse a una acción en lo religioso y social intensificando la vida cristiana de las multitudes, consolidando los hogares cristianos, fomentando las agrupaciones de trabajadores y las corporaciones de profesionales, estimulando la autarquía económica del propio país, de suerte que todo este mejoramiento que se vaya operando en la vida social acabará por mejorar la propia vida política”.

La autoridad estatal tiene importantes e indelegables funciones y debe ser gestora del bien común, regulando, promoviendo y ayudando la acción de los grupos infrapolíticos.

El Estado debe estar al servicio de la Nación histórica. Aquí, distingue Meinvielle al primero, como el régimen político de un pueblo, y a la segunda, como la totalidad de todas las fuerzas de la sociedad, que vinculan un pasado a conservar y un futuro a construir.

En un capítulo de la citada “Concepción católica de la política”, estudia el papel del Estado con relación a la familia, en la educación y en la cultura, en la economía, y en su inserción en la comunidad internacional.

Finaliza el mismo abordando el tema de las relaciones entre el Estado y la Iglesia, y afirma que los deberes recíprocos “se han de armonizar por medio de un régimen concordatario estipulado entre la Santa Sede y los respectivos gobiernos. La separación es inadmisible en tesis, y en las hipótesis corrientes. La unión substancial, tal como la conoció la Edad Media, por la plena subordinación de lo temporal a lo espiritual, es imposible por el desquicio que en las conciencias y en las instituciones ha sembrado el virus liberal. Sólo es posible, entonces, que ambos poderes se pongan de acuerdo y traten de armonizar sus intereses en un concordato” [...].

Aunque a veces, el Padre Meinvielle se equivocara en diagnósticos políticos particulares, por error en la apreciación de las circunstancias, y por cierta dosis de ingenuidad, que no le faltaba, esto no obsta que en general fuera ejemplar su modo de encarar la realidad cotidiana a la luz de los principios permanentes.

Como hombre, como argentino y como sacerdote, no fue amigo de las medias tintas, de las ambigüedades, tan frecuentes en nuestros días. Lo que pensaba, lo decía, con veracidad, valor y firmeza.

Sólo un valiente podía escribir en el año 1950: “el contraste entre la concepción cristiana y la peronista acerca del Estado no puede ser más significativa. Porque mientras aquella descansa en la dignidad del hombre singular, ésta se erige en función del hombre masa; la Argentina de ayer tenía las tres lacras del capitalismo, del liberalismo y del laicismo; la de hoy tiene además otras tres que son el colectivismo, el totalitarismo y el fariseísmo”.

Y si en plena época de la dictadura de Perón, que en esa época no era el “león herbívoro”, que se proclamó a su retorno, Meinvielle reivindicó la libertad y la dignidad del hombre, en el año 1956, en medio de la euforia liberal, insistió en la primacía del bien sobre la libertad: el bien que perfecciona al hombre “condiciona no sólo las acciones del obrar individual, sino también del obrar social que constituye el orden jurídico”.

Contraponer libertad y orden jurídico sin hacerles depender de una más alta realidad unificadora que es el bien, “es entregar a las sociedades a un perpetuo oscilar entre el liberalismo que disocia y subvierte y el despotismo que absorbe y aniquila”.

Como un eco auténtico y fiel del Evangelio, enseña que “mientras sólo la Verdad hace libres a los pueblos, la ignorancia y la mentira, aunque muy ilustradas, los convierte en canallas y miserables”.

Critica a la Constitución de 1949 por no contemplar suficientemente a la dimensión cultural del hombre: “al renunciar a la profesión franca de la Verdad y al erigir, al menos en apariencia, el mito de la libertad como supremo valor humano, la vida intelectual y cultural pierde su significación primera en la escala de valores. El «homo sapiens» es desplazado por el «homo faber». Y sin embargo, sólo la sabiduría merece valor sustantivo”.

Preocupado por la anemia de nuestra capacidad vital y el empobrecimiento en todos los órdenes religioso, cultural, político y económico, postula un nacionalismo abierto al ideario de la hispanidad y de la cristiandad, entendiendo que el mismo nos es valioso, “en la medida en que sabemos incorporarlo a nuestro suelo y sangre”.

Entre el chauvinismo estúpido y el cipayismo simiesco, defiende el término medio superador expresado por Antoine de Saint-Exupéry: “Guardad vuestra forma, sed permanentes como la roda de la proa de la nave y lo que tomáis del exterior, transmutadlo en vosotros mismos a la manera del cedro”.

Recuerda que el gobierno es obra de la inteligencia, pues requiere idoneidad y rectitud, “porque gobernar es poner orden en la complejidad de las realidades sociales para que haya estabilidad y paz”.

Secundariamente, exige cualidades accesorias que aquí, se han transformado en principales: “viveza, fuerza, habilidad, elocuencia”, y cuyo ejercicio sin mesura alguna, soportamos los argentinos todos los días […].

Meinvielle vivió una permanente inquietud por la Argentina del futuro. Su afán docente, la fundación del Colegio de Estudios Universitarios, de los Scouts Católicos, del primer centro de la Juventud Obrera Católica, del Ateneo Popular de Versailles, son pruebas de ello.  Y se preguntaba temeroso: “¿Qué será mañana de nuestra patria, cuando entren en la vida pública jóvenes sin ninguna formación intelectual y moral y sin otro afán que el de enriquecerse y divertirse?”

¿No es acaso el retrato de nuestro vicepresidente y de toda la cáfila de muchachones que han tomado por asalto los cargos públicos, con el único objetivo de medrar con ellos?

En la cuarta semana nacional de estudios de los asesores de la Juventud Obrera Católica, el Padre Carlos Mackinnon denunció “que entre nosotros se han boicoteado los institutos de cultura católica”; y ante esa denuncia Meinvielle precisó: “la raíz del mal está en que entre los clérigos no se le da importancia a la cultura. El intelectual es mirado como un tipo raro; por eso no sólo no se apoyó a los Cursos de Cultura Católica, sino que se contribuyó a hundirlos”.

Meinvielle fue siempre un hombre culturalmente relevante. En 1999 Monseñor Antonio Marino, y el hoy nuestro arzobispo Mario Aurelio Poli, publicaron el Libro del Centenario del Seminario de Villa Devoto y en él colaboró Monseñor Carmelo Giaquinta para quien irse a Roma en 1949 dice que le hizo muy bien, porque aquí vivía ahogado, en una Iglesia ahogada… por el nacionalismo, ya que ese ideología “encerraba a la Iglesia en sí misma, manteniéndola en permanente posición de defensa y ataque frente al mundo. Si bien en el nacionalismo católico militaban notables figuras (Castellani y Meinvielle, a quienes debo tanto) y pregonaban valores fundamentales, tenían una visión miope de la realidad y, sobre todo, de cómo evangelizarla. ¡Qué liberación cuando llegué a Roma! Y encontrarme con Pío XII”.

¡Castellani y Meinvielle, dos visiones miopes de la realidad! ¡Pedazo de infeliz!  Es evidente que si pretende contraponer las nobles figuras de Pío XII y de Meinvielle, ambos hombres cultísimos, quiere decir que no entendió a ninguno de los dos. Además, ¿quién recordará a este pobre hombre dentro de cuarenta años? ¿Quién recuerda hoy su aguda mirada que supo tan bien superar la misión miope de la realidad? ¿Dónde están los frutos de su evangelización?

Nuestro sacerdote era un patriota y un hombre de bien; por eso, señalaba que “lo necesario e imperioso es salvar a las generaciones juveniles argentinas que quieren la enseñanza y el ejemplo de sus hermanos mayores”.

Han transcurrido cuarenta años de su muerte y con su memoria estamos en deuda los argentinos. La Iglesia argentina y la civilidad argentina no le han rendido el gran homenaje debido a su vida y a su obra.

El otro día, al abrir por casualidad un libro, de la biblioteca que nos legara, leímos en la dedicatoria: “al Padre Julio Meinvielle, martillo de herejes”. Sí, martillo de Maritain, de Teilhard de Chardin, de Karl Rahner, y aquí agregamos su nombre para no confundirlo con el gran historiador de la Iglesia, y que creemos fue su hermano, Hugo Rahner.

A quien “edificó una catedral”, según el comentario del Cardenal Copello al conocer la iglesia de Nuestra Señora de la Salud, en el barrio porteño de Versailles, no se le puede responder con homenajes de capilla. Y menos sepultarlo en el silencio del olvido. La gratitud, parte potencial de la justicia, fue incluida por Santo Tomás entre las virtudes de honestidad. Saquen los máximos responsables y saquemos también nosotros nuestras conclusiones.
 
Bernardino Montejano