martes, 13 de noviembre de 2012

Hediondeces

OLOR

El gran Federico Fellini sostenía con cierto humor, que amaba a Roma, pero que se daba cuenta de que la ciudad verdaderamente “era muy bella, pero degradada”.
  
Ahora por una rara coincidencia, Delía, que también es un grande, opina algo parecido sobre  Buenos Aires “la ciudad —dice— está corroída por la basura y el mal olor”.
  
Y como nos enseñaron que la verdad hay que tomarla donde se encuentre, esta vez, no podemos sino estar de acuerdo con Luisito.
  
Nadie tendría derecho a pensar otra cosa, la ciudad donde habitan los K y sus secuaces se convierte, naturalmente, en una ciudad corroída.
  
Acaso alguien podría ignorar el dudoso olor que brotando de la Casa Rosada se extiende ferozmente hasta el congreso. Ni qué hablar del territorio de Tribunales y especialmente en el quinto piso, donde la emanación es francamente nauseabunda…
  
Hay quienes aventuran que la observación de Luisito tiene algo de autorreferencial y es probable que así sea, dado que él mismo es parte importante de la banda de lacayos de La Desquiciada.
  
Es bastante evidente que la cosa no se arregla con agua y jabón porque lo hediondo viene de adentro y a eso no hay detergente que lo limpie.
  
Pero no deja de llamar la atención que uno acostumbrado a la mugre profunda y antigua y hedionda de los K, inquiete su nariz por una huelga de recolectores y por ésos, sus olores de superficie.
  
Miguel de Lorenzo
  

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