viernes, 23 de marzo de 2012

Mirando pasar los hechos


“LA NAZIÓN”

INSÓLITO
    
Algo inimaginable ha ocurrido en estos días: una impresionante censura. La Presidenta y el Viceministro de Economía han involucrado al diario “La Nación” en la lobreguez del antisemitismo. Es de suponer su repercusión en los ámbitos más conspicuos de la comunidad, excitado el ánimo con la alerta disparada desde el más alto nivel del Estado. Todo con la constancia patente en las páginas del influyente matutino, de la supuesta ascendencia rabínica del joven funcionario provisto por La Cámpora; para colmo marxista.

MUY NAZI
   
En mayor gravedad, el precoz economista supo subrayar que los artículos periodísticos censurados por la Presidenta “han logrado el efecto de que alguien piense que este gobierno está lleno de judíos”… y tradujo la conjura con un ejemplo imaginario: “¡Qué podemos decir de este pibe? Poné que es judío… Es muy nazi el asunto”. Con ello “gracias al pibe”, en los medios comunitarios pueden celebrar que se sale al paso de la discriminación racista, ya operada contra esforzados elencos. Frente a la militancia de la Presidenta, del Canciller, la Vicepresidenta del Senado, Gobernadores, legisladores y tantas otras eméritas figuras del gobierno. Por otro lado se ratifican las sospechas de fobia nativa; disimulada incluso en el matutino con fervorosas demostraciones, ya sea difundiendo la peligrosidad de Irán o traduciendo su espasmo antifascista en editoriales, lucubraciones o investigaciones. También con selectas recensiones, como la apología abortista del célebre autor de “La gesta del marrano”, en inmediato apoyo al fallo de la Corte Suprema del régimen.
   
EPÍTETOS
   
Lo cierto —pueden afirmar los más sensibilizados— es que todo se suma a la corriente utilización del adjetivo “paisano” y el atrevimiento de llamar “judíos”… nada menos que a los judíos. Confirmando el contagio social ya patente en el célebre peritaje antisemita, que calificó como implosión el siniestro de la Embajada. O el insulto de aquel animador parlanchín, al pronunciar con acento característico el apellido real de un importante comentarista de la comunidad, con seudónimo inspirado en dos calles de Belgrano. O peor aún, el tropiezo hace diez años,  de aquel jefe militar que en una carta al entonces periodista y actual canciller de la Argentina, mencionó a “El mercader de Venecia”. Famosa obra de Shakespeare, calificada antisemita por la DAIA en su protesta por la enormidad de citarla.  Cabe recodar que “La Nación S.A” en su conocida línea resaltó debidamente el episodio. Pero no es descartable aunque sí explicable, que frente a lo ahora ocurrido algunos la sigan apodando “La Nazión”…
   
AUDACIA ABORTISTA
  
Con singular audacia, Marcos Aguinis ha publicado en “La Nación” (del 20 de marzo) su apoyo decidido al aborto, en consonancia con el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Lo hace aderezando recortes bíblicos y alegando una desconcertante simpatía por la Iglesia Católica (sin abstenerse de barajar figuras pontificias en el empeño). En verdad no vale la pena contestar una por una las osadías y despropósitos del novelista. Bastaría reparar en su rechazo de las “sangrientas cruzadas” (sic), frente a la obvia aceptación de los abortos sangrientos. Ya se sabe que Aguinis es enemigo declarado de Nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina eclesiástica; como lo demostraran sus blasfemias públicas —también asentadas en el mismo diario— al amparo de la impunidad de la moderna apostasía. En cambio viene al caso una reflexión moral e histórica. Con reincidencia en sus deslizamientos blasfemos, el publicista ha osado preguntar: “¿quién es el asesino de los abortos espontáneos? ¿Dios? ¿Por qué esa ‘vida inocente´ en el vientre materno no es protegida por el Señor Omnipotente?”… Justificando así y resaltando del modo más rotundo la verdad sobre la Inquisición “delirante”, como él califica al Santo Oficio. En cuya antigua vigencia —incluso ateniéndonos a sus propios delirios de “La gesta del marrano”— no se hubiera animado a proferir semejante torpeza por estos pagos. Por ello de rebote, cabría ahora agradecerle en precio de la Verdad, también histórica, refractada paradójicamente en su extravío abortista.
     
Casimiro Conasco
Marzo de 2012
     

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aguinis es solamente un pobre infeliz, bruto como una piedra, que merced a un pais tinellizado se mantiene cobrando salario de intelectual, cuando solamente es un judío del once que apenas se defiende con el idioma y 3 o 4 ideas de una simplicidad apabullante. Cobra dinero, pero esta perdido y no vale un salivazo.
CD