domingo, 19 de febrero de 2012

Pensamientos cuaresmales

EL PARA MÍ Y YO PARA ÉL


                    “Dilectus meus mihi et ego illi”
                    “Mi amado para mí y yo para Él” (Cantares, II 16)

           

Ser poseído de Jesús y poseerlo, he ahí el soberano reinado del amor; he ahí la vida de unión entre Jesús y el alma alimentada con el don recíproco de entrambos.  El amado es mío en el Santísimo Sacramento, porque se me da en don entero y perfecto, personal y perpetuo: así debo ser también yo suyo.

Dilectus meus mihi.  En cualesquiera otros misterios, en todas las demás gracias Jesucristo nos da alguna cosa: su gracia, sus merecimientos, sus ejemplos.  En la sagrada Comunión se da por entero a sí propio.  Se da con entrambas naturalezas, con las gracias y merecimientos de todos los estados por donde pasó.  ¡Qué don!  Totum tibi dedit qui nihil sibi reliquit: Quien lo da todo es el que nada guarda para sí.  ¿No es así el don eucarístico?  ¿De dónde sino de su Corazón abrasado de ilimitado amor al hombre le pudo nacer a Nuestro Señor el pensamiento de darse en esta forma?  ¡Corazón de Jesús, Corazón infinitamente liberal, sed bendito y alabado por siempre!

       
Como Jesucristo nos ama a cada uno individualmente, se da también a cada uno de nosotros. Poco suele conmover el amor general. Mas al amor que personalmente se nos demuestra ya no resistimos. Hermosísimo es el que Dios haya amado al mundo; pero que me ame a mí, que me lo diga y que para persuadirme de ello se me dé: he aquí el triunfo de su amor.  Porque Jesús viene para mí; podría decir que viene para mí solo. Soy el fin de este misterio de poder y amor infinitos que se realiza sobre el altar, pues en mí tiene su término y en mí se consuma. ¡Oh amor!  ¿Qué os podré dar en correspondencia? ¡Ocuparse así Jesucristo en pensar en mí, pobre criatura; llegar a ser yo el fin de su amor! ¡Oh, vivid, Dios mío, y reinad en mí; no quiero que me hayáis amado en balde!
         

No se arrepiente Dios de habernos hecho este magnífico don, sino que lo hace para siempre. No deja de inspirar algún temor o tristeza una felicidad que debe acabar un día, y hasta el cielo dejaría de serlo si hubiera de tener fin, porque la bienaventuranza que nos proporcionase no sería del todo pura y sin mezcla. La Eucaristía, al contrario, es un don perpetuo que durará tanto como el amor que la ha inspirado. Contamos para creerlo con una promesa formal. Jesús sacramentado cerrará la serie de los tiempos, y hasta el fin del mundo se quedará con la Iglesia, sean cuales fueren las tempestades que se desencadenen. 
     
¡Qué felicidad la mía! ¡Si tengo a Jesús en mi compañía, en mi posesión y en mi propiedad! Y nadie puede arrebatármelo. Como el sol, lo encuentro en todas partes, todo lo alumbra y vivifica. Me seguirá y me sostendrá hasta el puerto de salvación, como compañero de mi destierro y pan de mi viaje. ¡Oh! ¡Dulce destierro, amable viaje en verdad el hecho con Jesús en mí!

Et ego illi. Debo ser para Jesucristo del propio modo que Él es para mí, sin lo cual no habría verdadera sociedad.
       

Ahora bien: así como Jesús no piensa ni trabaja sino para mí, así no debo yo vivir más que para Él. Él debe inspirar mis pensamientos y ser el objeto de mi ciencia (si no, no le pertenecería mi entendimiento), el Dios de mi corazón, la ley y el centro de mis afectos. Todo amor que no sea según Él, todo afecto que de Él no proceda, ni more en Él, ni lo tenga por fin, impide que la unión de mi corazón con el suyo sea perfecta. No le doy de veras mi corazón, si me quedo con algo del mismo.
      

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"...Renunciar al contento, a los placeres intimos y personales..."
Entre otras frases leídas arriba, como tantas veces me ocurre al leer cosas parecidas, me dan la sensación, leve, pero sensación de irrealidad al fin, ya que la vida de por si sola, sin que hagamos nada ni bueno ni malo, es espantosa, peligrosa, trágica,incomprensible, pero siempre sanguinaria, a la corta o a la larga, de modo que cuando al menos podemos fumar un cigarrillo en paz, tan solo, debemos agradecer al Cielo y fumarlo absolrbiendo cada molécula de humo.No hace falta renunciar a nada, porque la vida sola se encarga de que todo lo pierdas.
CD

Anónimo dijo...

Me parece que está algo confundido el amigo CD.Pese a lo dramático sin cuentos que tiene la vida también hay la belleza, las pequeñas epifanías, los silencios,la lluvia, la música y la poesía que nos recuerdan que hay Dios. Un abrazo y que Dios nos ilumine en estos tiempos esjatológicos.

Anónimo dijo...

Le recomiendo al amigo CD leer o releer el poema de Ponferrada (a continuación), que me parece muy a propósito y de agradecer su publicación.