martes, 7 de febrero de 2012

Nacionales


ALGUNAS RAZONES POR LAS CUALES NO SE DEBE SER UN K

RAZONES RELIGIOSAS
  
La primera, y la más elevada de las causas, ha de ser la abierta desobediencia a Dios y la Santa Madre Iglesia. Un régimen que se manifiesta como “adversio ad Deum et conversio ad creaturam” es abiertamente pecaminoso, pretendiendo igualar la figura de un soberano humano con la sempiterna Soberanía Divina.
  
Para un régimen que todo lo justifica, la existencia de una moral evangélica es un obstáculo para perpetuar sus más terribles fechorías.
  
No quisiera dejar de mencionar un punto capital: es el temor servil de un sector de la Iglesia. No puede comprenderse cómo algunos sacerdotes y fieles cristianos suscriben crédulamente este modelo. Por conservar unas mínimas seguridades que les brinda el despotismo K, lo contemplan farisaicamente. Otorgando exequias fúnebres al mismo Diablo y recreando imágenes dantescas, alguna vez presagiadas por Hugo Wast en su novela “666”.
  
RAZONES ECONÓMICAS Y POLÍTICAS
  
Como una ineludible consecuencia de lo antedicho, la economía y la política se constituyen en los brazos de este rencoroso Leviatán. Como enseña el apotegma: “se presume de lo que, verdaderamente, se adolece”.
  
Desde allí, comprendemos la perentoria necesidad de este régimen de incurrir permanentemente en  declamaciones por cadena nacional. Todo es pura filfa. “Demagogia y a cobrar”, debería ser el lema de su próximo spot publicitario.
  
Y a toda clase de desparramos, nos hemos ido acostumbrando, uno tras otro, sin alzar nuestras voces. Basta abrir, cotidianamente, las páginas de cualquier matutino para enterarnos nuevamente de las inmundicias que brotan de sus corazones.
  
RAZONES EDUCATIVAS
  
Entre ellas, la más grave de todas: enseñar que la ilicitud es medio para alcanzar la justicia. Toma de escuelas (con padres avalando las mismas); aberrantes explicaciones de “género” (manual de por medio); sistemas educativos que regalan diplomas por el mero hecho de no haber aprobado ni siquiera “recreo”. ¿Debo seguir? Tener que hacerlo me resulta realmente vergonzoso. En fin, se regalan planes tecnológicos y computadoras pero jamás una verdadera educación que permita la promoción de la persona humana. Con lo cual, se demuestra una vez más la vacuidad y falacia de lo que, en adelante, optaré por llamar “derechos inhumanos”.
  
RAZONES SOCIALES
  
Hemos escuchado, por allí, algunas opiniones que se referían a la inconsecuencia de este “democrático sistema”. Pues, para nosotros, resulta claramente lineal y consecuente. El objetivo es reinstaurar “la patria socialista”. Por eso la proliferación de vagos y mal entretenidos. No negamos la pobreza, a la cual, este régimen continua contribuyendo bastamente. Pero decimos que la misma se supera lejos de los ineficaces subsidios pagados con las arcas del Estado.
  
La pobreza que nos rodea no se corrige castigando a los que trabajan para la construcción de una Nación. Empero, el resentimiento, del que ha dado basta muestra el “modelo K”, conduce a la aniquilación total de la clase media trabajadora. ¿No resulta clara la dialéctica destructiva? Debo recordar aquí la legitimación de las uniones homosexuales, u signo diáfano de la decrepitud social instalada. Se destruye la familia, luego vitoreemos, así, al “Padre Estado”.
  
CONCLUSIÓN
  
Seguramente a algunos se les ocurrirán otras muchas razones, hasta continuar y hacer de este simple artículo una gran novela apocalíptica. Mas no es nuestra intención, simplemente pretendemos contribuir al conocimiento del recto criterio.
  
Repitamos que la moral evangélica representa un serio obstáculo frente al proyecto de estos infames. De allí el afán de embestirla con virulencia. Funcionales a tales objetivos, los “K” no han tenido prurito alguno en otorgar personerías jurídicas a multitud de cultos de trasnochados, llevando así la cifra a números exorbitantes.
  
En fin, y para ir concluyendo, añádase lo que guste a este extenso listado. La hipocresía de este “modelo” es tan grande que, por donde se lo vea, allí existe una puerta al pecado. Qué proféticas resultaron las palabras de Dostoievski, en su novela “Los demonios”, cuando decía: “¿Con qué fin se cometieron tantos asesinatos, tantos desmanes y tantas atrocidades?… Con el de socavar sistemáticamente los cimientos del Estado, a fin de destruir sistemáticamente la sociedad y todos sus principios, desmoralizar a todo el mundo y convertirlo todo en un revoltijo, tomar las riendas de una sociedad tambaleante, enfermiza y deprimida, cínica e incrédula, aunque sedienta y ávida de subsistir y de poseer una idea rectora, enarbolando la bandera de la rebelión y apoyándose en toda una red de quintetos, los cuales operaban, reclutando prosélitos, recurrían prácticamente a todos los procedimientos y buscaban todas las fisuras que pudieran ser aprovechadas”.
  
Nuevamente, la profecía se hace realidad.
  
Octavio Guzzi

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