martes, 29 de noviembre de 2011

Mirando pasar los hechos


RIESGO SOBRE RIESGO

La Comisión de Niñez y Adolescencia en Riesgo del Arzobispado de Buenos Aires  ha invitado al último seminario taller del Ciclo 2011: “Experiencias que construyen Esperanza”. Contando —dice— con la presencia del Lic. Martín De Lellis, Lic. en Psicología, especialista en Planificación y Gestión en Políticas Sociales, y el Dr. Norberto Liwski, Médico Pediatra, Presidente de “Defensa de los Niños Internacional” – Sección Argentina (DNI) y Presidente del “Comité para la Defensa de la Salud, la Ética Profesional y los Derechos Humanos” (CODESEDH).
     
Según se recuerda, el primero de ellos fue colaborador del ministro de Salud Ginés González García. Y el segundo, destacado facultativo —“víctima paradigmática del Terrorismo de Estado”— coordinador de los equipos de Abuelas de Plaza de Mayo para la restitución de niños secuestrados ejecutando, ha dicho, el “plan siniestro de la última dictadura” (Telam, 9 de noviembre). En un reciente artículo “Dominio territorial y política destituyente”, publicado el 7 de agosto de 2011, el Dr. Norberto Liwski rememora “la brutal represión” contra las familias que reclamaban tierras para sus viviendas y la connivencia del Ingenio Ledesma con los crímenes “de lesa humanidad”…  Lo cual, junto al indigenismo, con trabajos sobre los mapuches, acentúa el perfil.
             
En el PORTAL EDUCATIVO, publicación de la Dirección de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires (agosto-septiembre de 2006), opinaba que es erróneo hablar de “violencia escolar”, asegurando que la clave para evitar episodios violentos en las escuelas es escuchar a chicos y jóvenes y dialogar con ellos. Alude a la resistencia que tienen las jóvenes generaciones frente a la violencia externa que se ejerce sobre ellos…
         
Se advierte en el autor el ya referido perfil, al tiempo que en sus anotaciones sobre la raíz del gravísimo fenómeno, no parecen sobresalir ni la inmoralidad imperante multiplicada por los medios, ni la apertura a la droga, ni la perversidad de los sitios de esparcimiento transformados en antros del vicio y el delito. Tampoco resaltan alusiones al espíritu, la moral o la religión.
                
Con el mayor respeto es llamativo —en estos momentos caracterizados por las imposturas históricas con incidencia en el ámbito educativo— que el seminario de la Comisión de Niñez y Adolescencia en Riesgo (Arzobispado de Buenos Aires) no contemple el apoyo de ninguna figura equilibrante. Con el riesgo de renguear hacia el extremo  izquierdista, ya traducido en la polémica biografía del Primado*.
       
Casimiro Conasco
Noviembre de 2011
        
       
Notas:
*  “El Jesuita”, por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, Buenos Aires, 2010.
               

lunes, 28 de noviembre de 2011

Mirando pasar los hechos

GALARDÓN CONSAGRATORIO


RECONOCIMIENTO
    
El próximo 6 de diciembre, en el Senado le entregarán al Nuncio Apostólico la máxima distinción —“Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento”— en reconocimiento a su labor en la representación pontificia y ante su próxima despedida. Obviamente la solemnidad se llevará a cabo en el Congreso Nacional, recinto donde se ha legislado recientemente contra la ley natural y el Decálogo. Algunos observadores descuentan la simpatía hacia el alto diplomático, recordando que en la última navidad se acercó a la Presidenta Cristina Kirchner para presentarle los saludos del caso, obsequiándole una colección de rosarios (AICA, 21 de diciembre de 2010). Lo notable es que para entonces se cumplían seis meses de la promulgación de la “Ley de matrimonio igualitario”.  Por tanto, la mano que promulgó la Ley impúdica, recibió del representante de la máxima autoridad espiritual, el símbolo de la devoción a la Pureza más excelsa.
       
      
CONFUSIÓN
  
No cabe duda que así, este Epílogo de la gestión del Nuncio Apostólico llega a significar el más notable de sus frutos, la confusión. Precisamente el temible síntoma destacado en las predicciones sobre los tiempos agónicos de la Argentina. Tampoco puede ser más gráfico en esa línea, el contrapunto entre el celoso cuidado del Palacio de la Nunciatura, con la impasible contemplación de los ocho años de desastres en la Iglesia argentina.
            
Casimiro Conasco
     

domingo, 27 de noviembre de 2011

Meditaciones para el Adviento


EL CONSENTIMIENTO
DE LA VIRGEN
  
  
“Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.  Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».  Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.  El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.  Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».  María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»  El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.  Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios»”.

Oíste, Virgen, el hecho; oíste el modo también; lo uno y lo otro son cosa maravillosa; lo uno y lo otro son cosa jubilosa.  Gózate, hija de Sión, grita exultante, hija de Jerusalén.  Y pues a tus oídos ha dado el Señor gozo y alegría, oigamos nosotros de tu boca la respuesta de alegría que deseamos, para que con ella entre la alegría y el gozo en nuestros huesos humillados.  Oíste, vuelvo a decir, el hecho, y lo creíste; cree también lo que oíste acerca del modo.  Oíste que concebirás y darás a luz un hijo, oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo de que se vuelva al que lo envió.
  
Esperamos también nosotros, Señora, esta palabra de misericordia, nosotros, condenados a muerte por la sentencia divina.  Mira que se pone en tus manos el precio de nuestra salud; inmediatamente seremos librados si consientes.  Por la palabra eterna de Dios fuimos todos criados, y a pesar de ello morimos; pero por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir.
  
Esto te suplica, piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad.  Esto Abrahán, esto David con todos los santos Padres tuyos, los cuales habitan en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo entero postrado a tus pies.  Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
  
Virgen, da pronto tu respuesta.  Señora, responde aquella palabra que esperan la tierra, el infierno y también los ciudadanos del cielo.  El mismo Rey y Señor de todos, cuanto deseó tu hermosura, tanto desea ahora la respuesta de tu consentimiento, en la cual, sin duda, se ha propuesto salvar el mundo.  A quien agradaste por tu silencio, agradarás ahora mucho más por tus palabras, pues Él te habla desde el cielo diciendo: “Hermosa entre las mujeres, hazme oír tu voz”.   Si le haces oír tu voz, te hará ver nuestra salud.  ¿Acaso no es esto lo que buscabas, por lo que gemías, por lo que orando día y noche suspirabas?  ¿Qué haces?  ¿Eres tú aquella para quien se guardan estas promesas o debemos esperar a otra?
  
No; no.  Tú misma eres, no otra.  Insisto, tú eres aquella prometida, aquella esperada, aquella deseada, de quien tu santo padre Jacob, estando por morir, esperaba la vida eterna diciendo: “Tu salud esperaré, Señor”.  En quien y por la cual Dios mismo, nuestro Rey, dispuso antes de los siglos obrar la salud en medio de la tierra.  ¿Por qué esperarás de otra lo que a ti misma te ofrecen?  ¿Por qué aguardarás de otra lo que en seguida se hará por ti, si das tu consentimiento y respondes una palabra?  Responde ya al ángel o, mejor, al Señor por el ángel; responde una palabra y recibe la Palabra.  Pronuncia la tuya y recibe la divina.  Emite la transitoria y admite en ti la eterna.  ¿Por qué tardas?,  ¿qué recelas?
  
Cree, di que sí y recibe.  Cobre aliento ahora tu humildad, y tu vergüenza, confianza.  De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia.  Sólo en este negocio no temas, Virgen prudente, la presunción, porque, aunque es agradable la vergüenza en el silencio, más necesaria ahora es la piedad en las palabras.  Abre el corazón a la fe, Virgen bienaventurada, los labios al consentimiento, las entrañas al Criador.  Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta.  ¡Ay si, deteniéndote en abrirle, pasa adelante, y después vuelves con dolor a buscar al amado de tu alma!  ¡Levántate, corre, abre!  ¡Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento!

“He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”

 Siempre suele ser familiar a la gracia la virtud de la humildad, pues “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”.  Responde, pues, humildemente, para preparar de este modo conveniente trono a la divina gracia.  “He aquí, dice, la esclava del Señor”.  ¿Qué humildad es esta tan alta que no se deja vencer de las honras ni se engrandece en la gloria?  Es escogida por Madre de Dios, y se da el nombre de esclava.  No es pequeña muestra de su humildad no olvidarse de la humildad en medio de tanta gloria como le ofrecen.  No es cosa grande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humilde en el honor (…)
  
Oigamos, pues, los que somos así, lo que responde aquella Señora que era elegida para Madre de Dios, pero que no se olvidaba de su humildad.  “He aquí, dice, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.  Esta palabra, hágase, significa el deseo que la Virgen tenía de este misterio y no una duda de lo prometido.  Por lo cual, el hágase en mí según tu palabra, debe entenderse más como expresión del afecto de la persona que desea, que como indagación del modo como se realizará el efecto en la persona que duda.  Aunque nada impide que digamos que es palabra de oración, pues nadie pide orando sino lo que cree y espera.  Quiere Dios que le pidan aun aquello que promete.  Y por eso, acaso, muchas cosas que dispuso dar, las promete primero, para que se excite la devoción por la promesa; y de tal forma lo mismo que había de dar gratuitamente, sea merecido por la oración devota.
  
Así, el piadoso Señor, que quiere que todos los hombres se salven, saca de nosotros, para nosotros mismos, los méritos, y, anticipándose a darnos aquello con que nos recompensa, gratuitamente hace que esto no sea de balde.
  
Esto sin duda entendió la Virgen prudente cuando, al anticipado don de la gratuita promesa, juntó el mérito de su oración diciendo: “Hágase en mí según tu palabra”.  Hágase en mí del Verbo, según tu palabra.  El Verbo que en el principio estaba en Dios, hágase carne de mi carne según tu palabra.  Hágase en mí, suplico, la Palabra; no pronunciada, que pase, sino concebida, que permanezca; vestida ciertamente no de aire, sino de carne.  Hágase en mí no sólo perceptible al oído, sino también visible a los ojos, palpable a las manos, fácil de llevar en mis hombros.  No se haga en mi palabra escrita y muda, sino encarnada y viva; esto es, no escrita en mudos caracteres, en pieles muertas, sino impresa vitalmente en forma humana en mis castas entrañas, y esto no con el rasgo de una pluma, sino por obra del Espíritu Santo.
  
Para decirlo de una vez, hágase para mí de aquel modo con que para ninguno se ha hecho hasta ahora antes de mí y para ninguno después de mí se ha de hacer.  “De muchos y varios modos habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por sus profetas”, y también se hace mención en las Escrituras de que la Palabra de Dios se hizo para unos en el oído, para otros en la boca, para otros aun en la mano; pero yo pido que para mí se haga en mi seno según tu palabra.  No quiero que se haga para mí predicada retóricamente, o significada figuradamente, o soñada imaginariamente, sino inspirada silenciosamente, encarnada personalmente, entrañada corporalmente.  El Verbo, pues, que ni puede hacerse en sí mismo ni lo necesita, dígnese en mí, dígnese también para mí ser hecho según tu palabra.  Hágase desde luego generalmente para todo el mundo, pero hágase para mí, particularmente, según tu palabra.
    
San Bernardo de Claraval
  

viernes, 25 de noviembre de 2011

Culturales

APROXIMACIONES
  
  
I. UN MÍNIMO DE HISTORIA
  
En seguimiento de la ruta que trazara el desaparecido amigo Alberto Boixadós, yo creo que la Argentina es un país misterioso; misterio que va desde su origen hasta su destino. Mientras tanto, una gran tensión entre su escaso acto presente y su enorme potencia futura. Hasta un agnóstico lúcido como don José Ortega y Gasset, hacia 1926, había advertido el destino imperial que se anunciaba para la tierra del “argentum”. O que se escondía entre los pliegues de esta nación que no acababa de dar todo de sí.
  
Antemural y contrafuerte cristiano en el Atlántico Sur a la época de la creación del Virreinato. Sus armas habían batido en 1806/1807 y 1845 a las del anglosajón, enemigo natural. Un porvenir de grandeza se oteaba en su horizonte. De grandeza y de justicia, que la convertiría en el admirable bastión de la América Meridional y Austral.
  
Lamentablemente, advinieron Caseros y Pavón, y aquel camino real se empantanó en los charcos del ideologismo liberal, tributario final del Imperio Británico. No obstante, por los años de 1930, a tuertas y a derechas, con las élites de “La Nueva República” y los “Cursos de Cultura Católica”, se reinició la toma de conciencia del destino peraltado, extraviado en Caseros y Pavón.
  
Todo eso hasta llegar al desbarajuste contemporáneo. Porque si la Argentina liberal había adolecido de muchas fallas cardinales, al menos había crecido bastante (no todo, claro, lo que pudo haber sido de contar con una política independiente) en su producción agropecuaria. Progreso material que se estancó con la crisis de nuestro tiempo.
  
En este “difícil tiempo nuevo”, básicamente, se instaló una economía electoral en perjuicio de la producción de bienes primarios y secundarios, incrementándose el sector terciario de los servicios, mucho más allá de lo conveniente, en especial en el rubro burocrático. A su lado cabalgaron las dádivas de toda especie. De esa manera, se intentaba privilegiar al “Pueblo” en perjuicio de la Nación.
  
Las masas populares, que mal o bien se venían instruyendo a fin de elevarse, dejaron de respetar el principio de autoridad en todos los órdenes, paralizaron la educación (que en el orden superior venía sufriendo deterioro muchachista desde 1918), se regodearon en su ignorancia elemental, y en tal condición fueron halagadas como “lo mejor que teníamos”. Lo cierto es que los mestizos “cabecitas negras” no eran ni mejores ni peores que otras razas, y, como aquéllas, debían ser civilizadas y evangelizadas para subir en la escala cultural humana.
  
Entrenamiento  riguroso, que las habilitara para la dura competencia con que se enfrentarían; además de alcanzar un nivel aceptable dentro del contexto de la civilización occidental. Para parecernos más a Alemania que a Tanzania. Aquí se cambiaron las flechas direccionales.
  
Paradojalmente, los que  adulaban  a los humildes fueron los encargados de hundirlos en la condición de malón fronterizo o de barrabravas de las canchas de fútbol. Con lo que, de paso, se detenía la movilidad social ascendente, característica del “granero del mundo”.
  
En adelante, los más pobres fueron mantenidos en esa condición, para que halagados en tanto que clase social, se transformaran en votantes dóciles de los que les proponían “mañana mermelada”: rehenes de una quimera, dulce para los labios, amarga para las entrañas. Y como esas masas eran mayoría, legalizaron la ruptura republicana en nombre de la “justicia social”.
  
Por migraciones internas ese malón se instaló en el conurbano bonaerense; todavía obreros, pero ya maleados por la promiscuidad, el analfabetismo y la demagogia.
  
La antinomia “Civilización o Barbarie” adquiría ahora un sentido cabal (del que había carecido en tiempos de Sarmiento).
  
Mientras tanto, las clases medias —en buena medida de origen inmigratorio—, en todos sus estratos (las altas ya habían desertado de su vocación política), abandonaban los principios morales que les transmitieran sus padres, en aras del hedonismo más craso. No hay que olvidar que el “fare l´America” había calado hondo en la psicología y sociabilidad argentinas.
  
La coima, el enchufe, el prevaricato y las mil forma estafatorias se instalaron para quedarse. Pues, tal ruindad se acentuó en períodos más recientes, merced al rol relevante que alcanzó la televisión con sus paradigmas faranduleros. A las muchachas que salían semidesnudas en la televisión ya no se las llamó rameras sino “modelos” (ideal estético y profesional de las niñas de la mejor sociedad). Por una heladera en cómodas cuotas mensuales la denominada “gente” estaba dispuesta a sacrificar su decencia política.
  
Esto, tan pueril, implicó, no obstante, un cambio cualitativo. En pos de tales ídolos mediáticos nuestro pobre pueblo, en sus diversos setos, se fue emputeciendo. Unos, por miseria material: los otros, por miseria moral. El robo y la violación adquirieron patente social.
  
Después, a partir del menemismo y del cierre industrial, las periferias urbanas se llenaron de desocupados, dedicados en gran medida a diversas formas delictuales (junto a los agregados de una inmigración limítrofe indiscriminada). De nuevo: miseria moral, miseria material prodigadas, nada bueno auguraban. Al presente, el trágico “caso Candela”, con su serie de entresijos familiares criminales, es como una radiografía barrial y zonal.
  
Entonces, contra viento y marea, cuando nadie lo esperaba, en 1982, vino la Guerra de Malvinas, que por unos meses nos devolvió la estatura de país, nos despertó del largo letargo y nos hizo creer que nos habíamos reencauzado en nuestro destino austral.
  
Con la Cruz del Sur como sino y como signo. Lamentablemente, fuimos derrotados —más por la conspiración interna que por la agresión externa—, y como las desgracias no suelen venir solas, nos trajeron la “Democracia de la Derrota”.
  
“La Democracia para los enemigos”, decía el rey persa Cambises II. Los anglosajones hicieron suyo ese aforismo y nos lo aplicaron. Caseros fue un triunfo brasilero: pero lo peor, dijo Ernesto Palacio, fue que se festejó como una victoria nacional. En ese error de concepto radicó el mal de un siglo.
  
Desde junio de 1982 se repitió la historia: “La Democracia que supimos conseguir”. Que consiguieron “nuestros bravos muchachos”, tuvo que aclararle al Presidente Raúl Alfonsín el ex ministro británico David Steel, en 1983, en Madrid, en la reunión de la Internacional Liberal. Tuvimos, pues, los consecutivos “gobiernos de la derrota”, cada uno peor que el otro.  En ese estado de las cosas hizo su presentación el kirchnerismo, y, con él, tocamos fondo.
   
  
II. EL MODELO KIRCHNERISTA
  
El modelo económico neokeynesiano lo había aplicado con relativo éxito el ministro Roberto Lavagna. Había que privilegiar la variable del consumo, para que desde la demanda se hiciera crecer el PBI. Condiciones necesarias: amplias reservas de divisas, superávits en la Balanza de Comercio (merced al “viento de cola” que incentivaba la exportación de soja, con sus respectivos impuestos y retenciones, además de la revaluación del dólar), concluir con el “default”, y obtener superávits o, al menos, equilibrios fiscales (acentuando la presión sobre la recaudación impositiva). En tales condiciones se podría reiterar el “modelo inclusivo”, que iniciara el peronismo originario.
  
Néstor Kirchner lo adoptó dogmáticamente, y, como suele suceder en tales casos (como había acontecido con la “convertibilidad” de Domingo Cavallo), un expediente pragmático, pasablemente útil de modo transitorio, estereotipado, se desfiguró.
  
El crédito externo no volvió (¡menos mal!): las reservas monetarias se mantuvieron estables: el precio de la soja (por entonces) cayó y, al querer compensarlo con el aumento de las retenciones, se generó la reacción del campo, que se pasó a la oposición y ganó la batalla parlamentaria de la resolución 125. Y el dólar se fue retrasando.
  
Lo peor vino por el lado del erario: el superávit fiscal se esfumó. ¿Por qué? Por los miles de millones en subsidios que aumentaron exponencialmente el gasto público. El conurbano bonaerense —¡gran elector!— quedó prácticamente becado: el precio de todos los bienes y servicios debió ajustarse, no a su costo natural, sino a lo que podía pagar el desocupado del Gran Buenos Aires. Gas, electricidad, trenes, trigo, carne, combustibles, leche, etcétera, fueron sometidos a un sistema sin márgenes  de rentabilidad. Cayó la producción de dichos bienes y la inversión en esos servicios.
  
Un caso ejemplar de lo dicho lo constituye la crisis ganadera. Para apreciarla hay que examinar la diferencia que va desde el año 2008 hasta el presente 2011, en los siguientes rubros:
          
Área destinada a la ganadería: menos de 8 millones de ha.
Número de productores ganaderos: menos de 11.000
Stock cabezas de ganado: de 56 millones a 46 millones
Precio cortes en carnicerías: más del 300%
Consumo cárneo p/ habitante: de 70 a 50 kg.
Fuente.  “Hoy”, La Plata, 19 de setiembre de 2011, pág. 3.
  
Al disminuir la oferta, e incrementada la demanda, apareció la inflación de costos.  Sin embargo, las becas prosiguieron, tornándose colosales. De acuerdo con estimaciones de consultoras económicas: “el monto de los subsidios per cápita aumentó desde 2006 alrededor de un 1.000 %. En ese momento, cada habitante argentino recibía $ 166. Ahora ese monto está casi en 2.000” (Cabot, Diego: “Subsidios para todos, injustos y caros”, en “La Nación”, Buenos  Aires, 4 de setiembre de 2011, sección Economía y Negocios, pág. 15). Suba que explica el cambio de la votación desde el 2009 hasta ahora.
  
El economista Orlando Ferreres ha aportado buenos datos sobre estos temas. Lo principal que destaca es la ausencia de inversión reproductiva, que trece años atrás era un 10,4% del PBI, y que ahora ha descendido al 8,7% del PBI. Noticia que comenta de esta forma: “Ahora, por falta de inversión reproductiva, existen bastantes cuellos de botella en el sistema económico argentino. Se cubren con importaciones crecientes. Esto dificulta a la vez el balance comercial, que se achica.  En algunos sectores, como la energía, se favorece el consumo al mantenerse por más de diez años congelados precios en pesos para la gran mayoría de los consumidores residenciales”.
  
Agrega que dado el precio de los servicios energéticos no hay incentivos para la inversión. Por otra parte, señala Ferreres: “Como estos productos —gas natural, electricidad, agua, etc.— se venden debajo del precio de costo, el Estado debe pagar la diferencia, que ha crecido vertiginosamente en los últimos años y ahora se ha vuelto casi incontrolable”.
  
Falta inversión y sobra consumo subsidiado. Se invierte más, pero en rubros que no generan trabajo. Eso lleva a un colapso, por un principio de Economía Política que dice que: “La inversión produce riqueza y ocupación. El consumo improductivo no reproduce el capital” (“Las debilidades del modelo.  Por qué falta más inversión”, en “Noticias”, nº 1811, 10 de setiembre de 2011, págs. 41-42).
  
Como fuere, lo cierto es  que de esa manera, al presente los gastos han superado a los recursos, maguer los denodados esfuerzos de Guillermo Moreno. ¿Entonces?
  
Entonces, se ha apelado a las dos únicas posibilidades de financiamiento que el Gobierno ha hallado a mano: el Banco Central y la Anses. Los fondos aportados por los trabajadores a lo largo de su vida han servido para diferentes operaciones: para jubilar a los que no habían aportado nada, para subsidiar universalmente a los niños, para las jefas y jefes de hogar, para pagar obras públicas, para gastos electorales, para auxiliar a las empresas automotrices y los bancos, etc. Para lo que fuere, salvo mejorar las jubilaciones de los aportantes.
  
Y el Gobierno adjudicándose ante el pobrerío esas colocaciones, como si hubieran sido hechas con el dinero del Erario, y no con el de la Anses. El Banco Central, luego del incidente Redrado, dispuso de sus reservas, e incentivó la emisión: igual a inflación de demanda. El “modelo” se empantanó.
  
Añadamos estos datos: cuando hablamos del B.C.R.A. nos referimos las llamadas “reservas de libre disponibilidad”, que son las que cuentan. Dichas reservas que en el año 2009 ascendían a 16.300 millones de dólares al presente van cayendo hasta 7.000 millones. Esa cantidad no alcanzará para cubrir el déficit fiscal que este año será del orden de los 7.500 millones de dólares. Luego, deberán reducir los subsidios (17.000 millones de dólares) drásticamente, y elevar el dólar a cinco pesos por lo menos.
  
Todo esto sin registrar la eventualidad de la contracción de los volúmenes y precios de las exportaciones argentinas a Brasil y China, por razón de la crisis mundial, que hará desaparecer el antiguo “superávit gemelo” de la Balanza de Comercio.
  
Al mismo tiempo, la Argentina se resumió en el sistema de las Tres Íes: Inseguridad, Inflación e Injusticia. Veámoslas un poco por separado.
   
   
III. LAS TRES ÍES

— Inseguridad. Interrogado un amigo de la ciudad de Santa Fe por el emplazamiento de esa capital provincial, tan húmeda como calurosa, me explicó que a la época del traslado desde Cayastá se quiso protegerla del ataque indígena, enclavándola entre la laguna Setúbal y el río Salado. “Lo malo —me añadió—, es que ahora tenemos a los indios adentro”. En verdad, eso sucede en general con todas las periferias urbanas, con sus cinturones villeros, que van ahorcando la seguridad ciudadana, asfixiando la convivencia humana; pero se da especialmente en el conurbano bonaerense.
  
Conforme a estudios de factores sanguíneos en grupos raciales, se encontró que la participación amerindia, que en la metrópoli era del 5%, “se incrementaba en el primer cordón al 11% y en el segundo al 33%”, aumento que “viene a cuenta de las sucesivas migraciones que llegaron especialmente a los suburbios porteños a lo largo del siglo XX” (“Al final… ¿llegamos de los barcos?”, en “LNR - La Nación Revista”, 4 de setiembre de 2011, nº 2200, pág. 34).
  
Migraciones que en las últimas décadas se han integrado con personas provenientes de los países vecinos (principalmente paraguayos y bolivianos). Sobre esos amerindios debió haber actuado la evangelización y civilización intensivas, fomentando la cultura del trabajo.  Pues, sucedió todo lo contrario. Se los libró a la barbarie, el alcohol, la droga, la vagancia y el delito. Todo eso muy bien fomentado. Así les fue y así nos fue.
  
Más allá de las familias decentes que habitan en esos cordones, lo cierto es que en dichas villas hallan aguantadero las bandas organizadas de maleantes que secuestran, matan, violan y roban a placer. La gente normal encerrada en sus casas enrejadas, los bandidos dueños de la calle, y la policía maniatada (y a la larga, involucrada).
  
Todos a defenderse del malón y nadie a atacarlo. Es el método de la “zanja de Alsina”, cuando lo que se impone es la embestida de los “blancos de Villegas”. Hay que sanear esas periferias. Pero: ¿quién le pone el cascabel al gato…? Nadie, y menos que menos el Gobierno, porque esos delincuentes son sus votantes más fieles.
  
En efecto, ese crecimiento suburbano se ha convertido en el vector central de las elecciones. Acaba de mostrarlo Natalio R. Botana. Tras indicar que la Provincia de Buenos Aires representa casi el 39% de la población total del país, y que el Gran Buenos Aires significa el 63,46% de esa primera provincia argentina, señala que: “Esta estructura es una de las claves que permiten explicar la supremacía electoral en las elecciones del 14 de agosto pasado, donde la alta participación del 78,67% sobre el padrón electoral se  tradujo en la emisión de 22.705.378 votos. Al mismo tiempo, en la provincia de Buenos Aires 8.804.014 ciudadanos, con lo cual el  porcentaje en relación con el total es prácticamente equivalente al del Censo Nacional. ¿Qué factores podrían equilibrar este platillo de la balanza?  ¿Hay alguna provincia capaz de hacer frente a semejante coloso? En principio, el asunto no sería tan grave si una o dos provincias tuviesen la enjundia electoral suficiente para sobresalir sobre el 81% restante. Lamentablemente, no es así. Si sumamos los sufragios emitidos en los tres distritos que le siguen en importancia —la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Córdoba y Santa Fe— el resultado alcanza a 5.656.559, muy lejos aún del volumen bonaerense; para llegar a los 8.804.014 de la provincia de Buenos Aires es preciso añadir los 3.082.532 sufragios de otro lote formado por las provincias de Mendoza, Tucumán, Entre Ríos y Salta. Impacta esta desproporción: la provincia de Buenos Aires es como un gran recipiente que contiene a los electorados de esas siete provincias. Esta disposición de las cosas es bien conocida por el justicialismo en sus diferentes variantes a lo largo de estos 27 años de democracia. En estos días, el Frente para la Victoria, que encumbró a la Presidenta con 10.762.217 sufragios (el 50,24%) de los votos afirmativos, de los cuales 4.360.800 corresponden a la provincia de Buenos Aires) bien podría enarbolar la sentencia que dice: yo represento más de la mitad del voto bonaerense” (“El Leviatán bonaerense”, en “La Nación”, Buenos Aires, 15 de setiembre de 2011, pág. 17).
  
No es éste el lugar para considerar la solución de la cuestión del conurbano bonaerense. Empero, digamos una palabra al respecto. Ya por fines de la década de 1950, el Padre Leonardo Castellani, en la revista “Dinámica Social”, observaba que el problema del Gran Buenos Aires se había vuelto insoluble en sí mismo y que, por eso, se imponía sanearlo drenándolo como al Riachuelo.
  
Es obvio que había algunas medidas a la mano. Una, establecer el costo kilométrico de los medios energéticos; de modo que las industrias que quisieran abaratar costos de insumos deberían trasladarse lo más cerca que pudieran de las fuentes de energía. Así se crean diversos polos de desarrollo y ciudades satélites, tal como se hizo en Alemania Federal después de la guerra.
  
Otra, fundar colonizaciones agrícolas, por ejemplo, de productos tropicales en Formosa, con canalización del río Bermejo, y de frutales aptos para el frío en el valle del río Chubut, o en el norte de Neuquén, con el agua del Barrancas. Hacia esos sitios se transferirían masas de población.
  
Una tercera, desviando los embarques de exportación porteños, por tasas diferenciales, por los puertos de Quequén e Ingeniero White.  Trasladando la Capital Federal, dividida en: la administrativa a Viedma y la cultural a Salta. Controlando cuidadosamente el ingreso de indocumentados por las fronteras del norte. Impidiendo la instalación de villas miseria, como se ha hecho en San Luis. Etcétera. No vamos a hacer arbitrismo. Simplemente queremos subrayar que hay que hacerse cargo del problema de los cordones suburbanos, y no metiendo, como los avestruces, la cabeza en la tierra.
  
Bien, además de lo demográfico, está el problema de los costos presupuestarios. Con tanta corrupción gubernamental, no queda dinero para construir cárceles. Luego: excarcelaciones múltiples, y “garantismo” a rabiar. Resultado notorio: la inseguridad centuplicada.
  
Acá es donde tengo una sugerencia destinada a aquellos que dicen querer combatir la inseguridad.
  
Al concluir la Gran Guerra, de 1914-1918, Francia desmovilizó a sus tropas. La industria estaba paralizada y los excombatientes no encontraban trabajo. Se dieron al robo. No el registro de los delitos contra la propiedad, comunes a todas las sociedades. No. Lo que  aconteció fue la aparición de un fenómeno social masivo, para cuya represión no había cárceles posibles.
  
Entonces los dirigentes de la Tercera República se acordaron de la existencia de la Guyana francesa.  Y hacia Cayena partieron en adelante buques cargados de condenados por reincidencia en asaltos a mano armada. El sitio ecuatorial era bastante inhumano: tal como se ha pintado en la novela “Papillón”. Llovieron las críticas, por la violación de los derechos humanos. Empero, el Gobierno francés se mantuvo firme, y consiguió controlar la situación criminal. La amenaza de la deportación cundió con fuerza ejemplarizadora. Luego, se restableció el ritmo de la producción industrial y creció la oferta laboral.
  
Pasó el vendaval delictivo. Los hurtos y afines volvieron a ser un problema individual, no social. Se cerró Cayena. Y ese penal pasó a la historia.  Bien. Pues nosotros tenemos nuestra Cayena. Que no es para nada calurosa. Nos referimos a la Isla de los Estados. Territorio argentino, abandonado por el Estado nacional y provincial (dato seguramente vinculado a los Tratados de Madrid firmados por el canciller Domingo Cavallo). Allí estuvo el “faro del fin del mundo” (Julio Verne). Allí el gran Piedrabuena instaló un penal.
  
En 1982 se había comenzado a erigir el pueblo “Crucero General Belgrano”, pero, entre los primeros actos de gobierno de Raúl Alfonsín estuvo el de la paralización de las obras emprendidas. El despoblamiento continúa hasta el presente. Prueba acabada de la “democracia de la derrota”, antes enunciada. La Isla goza de una fauna y una flora excelentes.
  
Por eso, se me ocurre que es el sitio ideal para restablecer aquella antigua cárcel para Reincidentes que funcionara en Ushuaia. Pero con una notable diferencia. Acá se trataría de un penal abierto. Los reclusos reincidentes serían llevados en buques hasta la isla y dejados allí, con suficientes alimentos, abrigos y elementos de construcción. Lo demás correría por cuenta de ellos. Podrían autogobernarse o lo que fuere. Y permanecerían allí hasta que la ola delictiva amenguara.
  
Con el añadido de que el Penal al tiempo que promovería la Seguridad, contribuiría a la Soberanía atlántica, dada su proximidad con Malvinas (Es lo que hizo Cook con los presos que llevó a Australia). Ahí dejo esta sugerencia.
  
— Inflación. Viene la inflación, de la que es casi inútil hablar porque toda ama de casa la comprueba diariamente en el supermercado. Aún está controlada —a pesar de ser la más alta del mundo—, pero se puede desbocar. Eso puede acontecer por el inmenso gasto público no reproductivo. Por las “becas” de las que hablábamos más arriba. Al fin de cuentas la gran crisis mundial de estos días es por razón de los déficits fiscales. Todos los países centrales  están haciendo ajustes inmensos.
  
No es absurdo pensar que acá va a suceder algo similar. El Gobierno dice que no quiere eso. Pues, ningún Gobierno ha querido renunciar al “Welfare State”, y hoy, a regañadientes están arriando velas y hachando gastos superfluos.
  
No obstante, resulta que la inflación ha tenido un efecto electoral sorprendente (para los dirigentes opositores que la condenaron durante la campana). Las clases medias bajas, que equivocadamente se suponía adversas al gobierno —especialmente por el impacto de los escándalos estruendosos y sucesivos (Schoklender-Bonafini, Zaffaroni, Jaime, Miceli, Antonini Wìlson, Skanska, Morgado-Rachid, etc., etc.)—, no sólo no se han inquietado por las mentiras obvias del INDEC, sino que han apostado a la inflación.
  
Es el voto-cuota. Los electrodomésticos comprados a créditos fijos de largo plazo, cuya deuda la inflación puede licuar. Ni qué decir de todos aquellos que han comprado automóviles o motos nuevas, a cincuenta meses sin interés: todos ellos son partidarios a muerte del “statu quo”.
  
No hagan olas. Este año la producción automotriz duplicó la del año pasado. Cientos de miles de nuevos automovilistas. ¿Cuántos de ellos se interesarían por las denuncias de Carrió, de Alfonsín o Duhalde…? Fare l´America. Hedonismo craso. ¿Recuerdan? Se creen “vivos” porque piensan jorobar a las concesionarias  merced a la inflación. Las empresas cuando cubren diez cuotas ya saldaron el precio. Y, entre todos echan nafta al incendio monetario. Después se verá.
  
— Injusticia.  Y queda la injusticia. Que, como es sabido, es más vieja que el mundo. Pero que en la Argentina bate records mundiales.  Tomen un solo caso. El de ese juez federal de la ciudad de Buenos Aires, maricón famoso y asumido, pescado en un burdel para invertidos. Este caballerito, que se construyó una casa cuyo precio excede largamente sus emolumentos, fue acusado de enriquecimiento ilícito. En ese carácter tuvo que resolver una denuncia contra el matrimonio presidencial por el mismo delito de enriquecimiento ilícito del que él estaba imputado. Por supuesto que la archivó en forma acelerada.
  
Impertérrito, continúa recibiendo cuanta acusación roce al Gobierno, y en todas actúa como era de esperar (vgr.: admitiendo a la Bonafini ed altri como querellantes en la causa en la que hace rato debían figurar como imputadas).
  
Pero el problema no es él, sino la sociedad, la dirigencia que tolera su conducta. Ya se sabe: “la culpa no es del chancho…”
  
Dos camaristas que resolvieron que las armas argentinas que llegaron clandestinamente a Ecuador y Croacia, no salieron por vía de contrabando. Así, Carlos Saúl Menem pudo seguir apoyando  al Gobierno en el Congreso. Y ni qué decir de los departamentos que Eugenio Raúl Zaffaroni alquiló a una madama para su “vivienda personal” (las cinco residencias…) y donde, como era de presumir, funcionaron prostíbulos (máxime dados los montos de los cánones cobrados, el doble de los usuales).
  
Escándalo que hasta ahora sólo ha provocado adhesiones de Academias y Universidades Públicas al referido juez. La conclusión obvia es que en este país se ha quedado sin justicia.
  
Luego: inseguridad, inflación e injusticia. Establecidas, consolidadas.
    
   
IV. ELECCIONES
  
Computando todos los elementos antes descritos, se puede entender lo acontecido con las elecciones recientes. Sin entrar en la consideración del fraude cometido (en una mesa del circuito comicial de la Catedral en La Plata, apareció un sobre con un voto para el Frente para la Victoria con un billete de cien pesos, olvidado por la beneficiaria… En otra, doña Cristina obtuvo el cien por ciento de los votos, a pesar que de que allí habían votado los fiscales de los partidos opositores.
  
El ministro Randazzo, con sólo el 2% escrutado, adelantaba la cifra con sus decimales exactos que se anunciaría al final; la empresa electrónica encargada del escrutinio es la misma que digitó un fraude escandaloso en la Venezuela de Chávez, donde los resultados fueron exactamente al revés de lo registrado en las encuestas previas, etc.), cabe dar por hecho que el kirchnerismo cuenta con el apoyo de la mitad de la población (en la otra mitad, los más destacados son los votos en blanco).
  
Ante esos sufragios, como frente a un Buda, los democratistas inclinan la cabeza y se van a llorar en la obscuridad su desolación popular. “¡Volonté Générale!”, roussoniana. El Pueblo Soberano, de los hipócritas. Frente ese Moloch de papeletas se rinde la voluntad de la oposición. Total, el “pueblo nunca se equivoca”, salvo… cuando se equivoca.
  
Por otra parte, ninguno se pregunta por qué fallaron sus cálculos.
  
Nada quieren saber de un voto social, de clases sociales. De los desocupados becados y de las cuotas de los créditos clasemedieros. Becas y cuotas sumadas daban el triunfo al Gobierno. Y “fútbol para todos”: pan y circo (“Tinelli y el plasma”, en la frase que tantas críticas le aparejó a Biolcati).
  
Del malón y del hedonismo que ahora le pasaban su cuenta al país.  Al respecto, no debe olvidarse que el Estado Nacional está gastando alrededor de 230.000 millones de pesos en lo que denomina “Gasto Público Social”. Es decir de un “gasto” del que vive “casi un tercio de la población argentina”, y el  cual forma parte “de la más formidable red de contención y clientelismo que haya conocido la democracia desde 1983” (Díaz, José Antonio, “Oposición de pitufos”, en “Noticias”, nº 1810, 3 de setiembre de 2011, pág. 38). Hoy, dicho gasto irreproductivo constituye un 4,1% del PBI.
  
Asimismo, debe tenerse presente que para los referidos “becarios” no ha existido ninguna otra consideración. Verbigracia: Schoklender no les ha hecho ni mella. Y tanto que la gorda Bonafini, en vez de estar escondida en su casa, se ha dado el lujo de instalarse en primera fila entre los que festejaban el triunfo del Frente para la Victoria.
  
Mientras los locutores y comentaristas de todos los canales de TV pujaban entre sí para ver quien se quedaba con los laureles de la mayor obsecuencia a CFK, los sesudos asesores de los grandes diarios divagaban, queriendo desviar los tiros hacia la dirigencia opositora (que como todo el mundo sabe, no brilla ni por su inteligencia ni por su prudencia).
  
A propósito, al día siguiente de los comicios, el Gobernador Scioli, tan contrito y rezador él, nombraba ministra de Educación de la Provincia de Buenos Aires a una hermana del rey de la TV kirchnerista, Diego Gvirtz. ¿Tendrán alguna relación estos asuntos…? En todo caso:¡habrá que ver lo que va a hacer esta señora con los colegios católicos!
  
También veremos qué pasa con la anunciada leyes de despenalización del aborto, vientres de alquiler, supresión de crucifijos en lugares públicos, eutanasia y otras joyitas “igualitarias” y “progresistas” que tienen en carpeta ( que, ¡oh coincidencia!, son las mismas que desde los organismos internacionales —como la UNASCO— impulsa la Federación de Redes del Atrio, nuevo nombre de la Masonería Ampliada).
  
La anterior digresión nos lleva al meollo de la cuestión. En las centrales empresarias habría temor por una acentuación de la política “populista”. ¡No! ¡Que se queden tranquilos esos caballeros! Nada de “populismo”. A lo sumo cuando los gobernantes efectivos (Carlos “el Chino” Zannini, Horacio “el Perro” Vertbisky, Nilda Garré, Juan Manuel Abal Medina, Juan Cabandié, Eduardo “Wado” de Pedro, José Ottavis y “el Cuervo” Andrés Larroque) lo estimen oportuno, se aplicará una economía colectivista.  Pero de “populismo” ni una palabra. Sólo marxismo puro y simple. Claro que al modo neo-Montonero de “La Cámpora” (con Gramsci y la Escuela de Frankfurt, asociados al imperialismo financiero).
  
Porque ése, y no otro, es el totalitarismo que nos espera.
  
Entonces sí, la Argentina habrá tocado fondo.  El fondo del fondo.  No habrán dejado ni una luz al final del túnel.  Carlos Kunkel podrá sacar el sol de la bandera para reemplazarlo con el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo, la Barrick Gold extraerá los miles de toneladas de oro sin control alguno, sin pagar impuestos y la imagen del Che Guevara se entronizará en todas las aulas. El “capitalismo de los amigos”, o de los multimillonarios izquierdistas (la Presidenta ha declarado este año 76.728.639 pesos de capital, cuando en 2002 declaraba $ 2.239.515; los ministros Héctor Timerman y Juan Luis Manzur crecieron un 74% en su patrimonio en un año; los jefes de la SI, ex SIDE, Francisco “Paco” Larcher y Héctor “Chango” Icazuriaga han incrementado sus patrimonios en un 1.000% y en un 3.140%, respectivamente; el gobernador de la provincia de Tucumán, José Alperovich, pasó de $ 3.261.309 en el año 2006 a $ 20.627.274 en el 2011), que es muy congruente con la persecución solapada a los productores rurales, se habrá impuesto sin limitaciones.
     
   
KAPUTT

Dicen que los clavadistas y buceadores necesitan llegar hasta el fondo de la pileta para impulsarse con los pies hacia arriba. ¿Será ese el caso de la antigua República Argentina? ¡Dios dirá!
  
En cualquier caso, debe recordarse con Boixadós, que la Argentina es un país misterioso, en donde, cuando menos se piensa, salta la liebre. Roguemos para que ese dato no previsible acontezca, y que sea pronto.
   
Enrique Díaz Araujo
  

jueves, 24 de noviembre de 2011

Editorial del Nº 93

NOSOTROS CONFRONTAMOS
   
    
La noche del 23 de octubre, y como parte de los festejos tras las deposiciones del electorado, una Cristina ebria de euforia invitaba a acercarse al estrado a la última novia de su promiscuo vicepresidente. “Vení linda. Miren qué novia linda que tiene Boudou”, registraron literalmente los medios. Al margen de que tamaña pieza oratoria no empardará ciceronianas páginas, lo cierto es que la piropeada pertenece a esa especie de mujeres del mundillo de la farándula, que eufónicamente llamaremos ligera de cascos. Baste para calibrarla el saber que se ha tatuado sacrílegamente la imagen de la Guadalupana en una de sus piernas. Pocos días después, el 9 de noviembre, y para avalar un libro del numerólatra Paenza, la presidenta se instalaba en el tinglado del Maipo, y ya subida sobre él declaraba sin rubores que se sentía “orgullosa de estar en el mismo escenario sobre el que desfilaron unos minones bárbaros”.
  
Episodios menores, se dirá. Anecdotario baladí acaso. Concedamos la duda a los más candorosos. Pero es todo un símbolo que una mujer, que dice querer velar por la dignidad de todas las de su condición, pondere a una descerebrada tipeja, a la par que se sienta cómoda allí donde la peor ralea se dio cita, amontonando carnes de pelanduscas y rufianes. El orgullo de una varona cristiana sería demoler ese escenario prostibulario —donde tantas ofensas a la mujer y al hombre se consumaron—, no encaramarse al mismo. Símbolo aparte, por supuesto, el que trepado al sitio de tan peculiar orgullo se encontrara el precitado Boudou, tránsfuga vergonzante, cuya taradez hace sombra a su malicia. He aquí la catadura espiritual de la dupla ungida recientemente por la democracia.
  
Señalamos el hecho porque mucho nos tememos que no se tenga aún plena conciencia de lo que este nuevo período kirchnerista significa. Aquí se ha consolidado una tiranía ruinosa manejada por sujetos moral e ideológicamente degenerados. La degeneración cubre absolutamente todos los ámbitos, pero se torna particularmente grave en el terreno de la educación, de la cultura y de las costumbres. Es la atmósfera social la que envenenan, el ethos general el que subvierten, la historia patria la que falsifican, el presente político-económico el que distorsionan, la enseñanza pública la que contaminan, el señorío colectivo el que degradan, las modas y las preferencias populares las que cubren de mugre. Es el lenguaje oficial el que comunica a la población criterios innobles, gestos viles, rencores y mentiras, venganzas y adulaciones, vanidades insufribles, heroicidades que nunca existieron. No escapan los niños al premeditado influjo de la roña tiránica: un canal de televisión estatal se ocupa de ello. Ni escapan los restantes estamentos del castigado cuerpo social. Se ha cumplido la temible sentencia de Niezstche: hasta el espíritu huele a podrido.
  
Los tres poderes concurren a esta consolidación de la tiranía, que casi en soledad protestamos. Jueces que practican la lenidad con los culpables y el castigo feroz para quienes combatieron al terrorismo marxista. Legisladores que aprueban normas por las que se puede elegir el sexo a la carta, y un sinfín de instituciones y de personajes tributarios del Ejecutivo, dedicados a fiscalizar minuciosamente por persona, por barrio, por presunta condición social o militancia política. Gobierno de matones impunes, de parricidas sueltos, de madres y abuelas de homicidas, de aborteros infames, de plutócratas ostentosos, de ignorantes infatuados y de antiguos asesinos convertidos en respetables funcionarios. Gobierno de “ella” y con su sello indeleble: la estulticia.
  
La Iglesia, que debería ser la abanderada de la lucha contra este despotismo ingénitamente anticristiano y prostituyente, ha renovado de modo público su voluntad cobarde de no confrontar, su disposición a la cómoda pleitesía, su incapacidad absoluta para convocar al combate y al martirio. Quienes dicen confrontar con el Gobierno, y a su modo lo hacen, se agitan por un dólar, un subsidio, un mostrador, el precio de la soja o el control de un sindicato. Del plano crematístico no pasan. Así como no estamos en contra del puterío con argumentos de beatonas finiseculares, sino por respeto viril a la condición creatural del hombre, tampoco estamos en contra de las medidas económicas con argumentos de burgueses deambuladores de la city. Lo indignante no es que un peso no pueda cambiarse por una moneda extranjera sin control estatal. Si no que ese mismo Estado promueva la más absoluta libertad para cambiar la naturaleza por la contranatura. La primera libertad coaccionada podría ayudar a tener una cierta soberanía financiera. La segunda libertad promovida sólo puede ayudar a ultrajar el Decálogo.
  
Nosotros confrontamos, pues, por realidades más altas, y llamamos a los católicos y a los argentinos con honor a que no cejen en el empeño. Precisamente porque carecemos de todo recurso material, de todo medio corpóreo, de toda herramienta física. Pero tenemos en cambio el ariete insobornable e invicto de la palabra verdadera. “¿Os asusta señores la tiranía que sufrimos?”, decía Donoso Cortés. “De poco os asustáis; veréis cosas mayores. Señores, tremenda es la palabra, pero no debemos retrotraernos de pronunciar palabras tremendas si dicen la Verdad, y yo estoy resuelto a decirla”.
  
No hay tiranía cuyos cimientos hayan resistido indefinidamente el testimonio de la Verdad.
Antonio Caponnetto
  

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Declaraciones

DECLARACION DE CIDEPROF
         
20 de noviembre de 2011
              
“Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad del cielo” (1) Que debe convivir, en el tiempo, con aquélla.
No nos equivoquemos ni nos dejemos engañar. Cuando el Señor le dijo a Pilato que su reinado no era de este mundo (2) lo que afirmó es que su Majestad no le ha sido conferida por los poderes del mundo sino por Dios. Se refirió al origen de su potestad y no al ámbito universal de sus alcances.
Así, pues, Cristo Jesús, nuestro Redentor, debe reinar en nuestras almas pero debe también hacerlo en nuestras familias, en nuestras costumbres, en nuestras instituciones, en nuestras leyes, en nuestra Patria.
Y hoy, tristemente comprobamos que así como Cristo no reina en las almas, tampoco reina en nuestra sociedad.
Cristo no reina en nuestras familias. Aún quienes nos llamamos cristianos y nos decimos sus discípulos hemos excluido a Jesucristo de nuestras casas, dejando que en ellas entren otros señores; hemos silenciado la voz de su Palabra dejando que otros ruidos la sustituyan; hemos arrinconado sus imágenes, dejando que sean otras las que llenen nuestro espacio visual. Pero Cristo tampoco reina en la vida de nuestras casas, donde no se lo invoca, donde no se lo honra, donde no se cumple su ley. Otros, blasfemos y obscenos, han sustituido su adorable y amorosa presencia.
Cristo Jesús ha sido desterrado de nuestras calles y de nuestras instituciones. ¿Reina Cristo verdaderamente en nuestra sociedad? “¿…reina Cristo en este país?”, se preguntaba Castellani e irónicamente respondía: “¿Y cómo no va a reinar? Somos buenos todos. Y si no reina, ¿qué quiere que le hagamos?”. (3)
Muchos hombres buenos, pero Él no  reina.

Y si no reina ¿qué quiere que le hagamos?

Vemos cómo las antiguas naciones cristianas reniegan de Cristo y de su Iglesia, blasfeman y se burlan de sus leyes. Y, mientras, con cierta curiosidad distante e indiferente observamos lo que ocurre en otras tierras, dejamos que crezcan en nuestra Patria las mismas flores venenosas y los mismos frutos de podredumbre. ¿Qué quiere que le hagamos?, responderíamos tal vez, resignados y vencidos, si tuviéramos que contestar aquél interrogante.
Cristo no reina en nuestra familia no sólo porque lo hemos echado de ella, sino porque hemos echado a la misma familia de nuestra organización social. Hace tiempo, mucho tiempo, que venimos haciéndolo, alegremente. Primero dejamos que el Estado se metiera en ella, regulándola con el matrimonio civil. Luego permitimos que se inmiscuyera con las primeras leyes inicuas de educación que, en los albores del siglo XX, comenzaron a sustituir la autoridad de los padres en la formación de sus hijos. Permitimos que se pusiera en crisis el principio de autoridad y jerarquía, en un grado mayor, al aceptar que se destruyera la autoridad paterna.
No hace tanto, luego de otras claudicaciones, aceptamos que esa familia, ya regulada por el Estado, se fundara sobre una unión inestable al admitir el divorcio, primero en nuestras leyes y, luego, en nuestros hábitos sociales, admitiéndolo, si no siempre como una solución óptima a los problemas inevitables de la convivencia conyugal, sí como un mal menor tolerable y, aún, beneficioso.
Y finalmente, pero no finalmente del todo, nos habituamos a prescindir del matrimonio como institución fundante de la familia y permitimos que se llamara familia cualquier unión, y admitimos como normales y hasta buenas las uniones de hecho y la paternidad o maternidad extramatrimonial. ¿Qué quiere que le hagamos?, respondimos. Y nos conformamos con que nuestros jóvenes aceptaran a los hijos concebidos fuera del matrimonio, también como un mal menor frente al aborto.
Pero se dio un paso más, en esa paulatina y creemos que ya definitiva expulsión de la familia de nuestra organización institucional, con la sanción, el año pasado, de la mal llamada “ley de matrimonio igualitario”, mal llamada ley, porque no lo es propiamente, sino una corrupción de la ley y una perversión de la justicia. Y mal llamada de “matrimonio igualitario” porque, al legalizar la unión homosexual y equipararla al matrimonio, se ha fabricado una caricatura siniestra y una mofa de la sagrada institución del matrimonio, fundado por el mismo Dios en los albores de la creación.
Con el homomonio, porque no podemos llamar matrimonio a ese infernal engendro, nos hemos lanzado al abismo.
Nuestra sociedad, que debía estar basada en los sólidos fundamentos de la familia y de la autoridad paterna, ha quedado empantanada en las sucias arenas de la unión homosexual estéril y de la parodia de una paternidad sin padres verdaderos y sin hijos propios. Ya no sólo hemos aceptado que se cuestionara la potestad de Dios y el reinado de Cristo en el gobierno de nuestra sociedad, de nuestras instituciones y de nuestras leyes, sustrayéndonos a su Ley; sino que abiertamente la hemos conculcado, sancionando normas y fabricando instituciones que no sólo la ignoran sino que directa y alevosamente la violan en su raíz. Porque esto es el homomonio, una repugnante y diabólica inversión de la ley de Dios.
Y si no reina, ¿qué quiere que le hagamos?
Pero, como la caída al abismo no tiene fondo y se abre al infinito, nuestra precipitación no se detiene en esas inmundicias sino que se lanza raudamente hacia las más hondas negruras al incorporar al sistema de nuestras leyes no ya la contranatura como norma, sino el crimen como derecho.
Hoy el aborto está a nuestras puertas. No el aborto como crimen individual, como una de las más tristes y graves consecuencias del pecado original, sino el aborto como derecho, como derecho de la madre, con lo cual se llega a la destrucción del nudo mismo de todo el orden social, porque no sólo se devastan el matrimonio y la familia sino que se destruye la maternidad, el principio más sagrado de la vida, en el orden natural.
El aborto no sólo es el asesinato de la más inocente e indefensa de las criaturas del hombre, no sólo es el más grave abuso de poder frente a la mayor debilidad, no sólo es la más grave infidelidad a la más alta de las custodias, sino que es la destrucción de la mujer y de lo más sagrado y alto de la mujer, que es la maternidad. El Estado, al otorgar a la mujer el derecho de matar a su hijo, a su hijo no nacido que reposa en el claustro de su vientre, destruye la esencia de la feminidad, la maternidad y los restos de toda institución matrimonial  y social. ¿Qué quiere que le hagamos?
“Tengo miedo –decía el padre Castellani, comentando esa respuesta– de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos”.
El aborto, como derecho social, es el más grande de nuestros crímenes colectivos y su adopción nos hará acreedores de los más grandes castigos.
Con su  sanción, ya no hay valor que merezca respetarse. Si la vida del niño por nacer nada vale y puede disponerse de ella ¿qué habremos de decir de la vida del anciano, del discapacitado, del enfermo? Y estamos a las puertas de la eutanasia. Bajo el eufemismo de “muerte digna” ahora mismo nuestros legisladores están considerando proyectos que la consagren. Si admitimos que los padres maten a los hijos “no deseados” ¿qué impide consagrar a los hijos el derecho de disponer de la vida de los padres inútiles y gravosos; a los padres y hermanos asesinar a los prójimos enfermos o discapacitados; a los fuertes eliminar a los débiles? ¿Qué limite hay en todo esto si ya se ha transpuesto el más sagrado de los límites?
¿Qué derecho de educar a sus hijos pueden reivindicar unos padres que han admitido una sociedad en la que es legítimo y un derecho matarlos? ¿Qué autoridad pueden pretender quiénes han admitido ser ellos mismos eliminados cuando se convierten en una carga?
Todo esto va  acompañado de mucho más. Se debaten y estudian leyes que reglamenten la fabricación de hijos a gusto y placer, industrialmente y como si fueran cosas; se instrumentan las formas de penetrar más y mejor en el alma de los niños sobrevivientes, mediante la educación organizada por un Estado enemigo de Dios y de su ley. Se procura eliminar los rastros de la Cristiandad y las manifestaciones de la fe y la devoción popular. Se intenta legislar llevando al extremo el principio de igualdad, de modo tal que se haga imposible distinguir lo distinto convirtiendo en delito el uso racional de la discriminación, indispensable para separar el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo conveniente y necesario de lo nocivo. Se convierte a la justicia, a la administración de justicia, en instrumento de la venganza y del rencor. Y así vamos...

¿Qué quiere que le hagamos?

Si no es por amor a nuestro Rey amable que nos creó y nos redimió y que conquistó con su Sangre el poder que como Dios le pertenece, al menos temblemos y actuemos para  evitar que caiga sobre nosotros y sobre nuestra Patria la ira de Dios.
Pongámonos virilmente de pie, afinemos nuestras inteligencias, fortalezcamos nuestros corazones, dispongamos nuestro espíritu porque vivimos un tiempo agonal, un tiempo de lucha y de martirio. Porque es necesario que hoy estemos dispuestos a decir toda la verdad, y a defender toda la verdad, aún con nuestras vidas. No sólo es necesaria nuestra paciencia, como expresión pasiva de la virtud de la fortaleza. Es hoy, más que nunca necesaria, junto con ella, nuestra firme determinación de hacerle frente a la caída hacia el abismo de nuestra Patria y de nuestras familias, para nuestra propia salvación y para el bien y la salvación de nuestros hijos.
Tengamos presente al menos, si nos falta el fuego del amor, la admonición del padre Castellani. “Tengo miedo de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos”.
Ante la apostasía general, ante el silencio de los cobardes, frente a la torpeza de los necios, afirmemos nuestra Fe, levantemos nuestras voces, agudicemos nuestras inteligencias.
Hoy, más que nunca, es necesario instaurar todo en Cristo y para hacerlo, debemos instaurarlo y hacerlo reinar en nuestras almas y en nuestras casas y debemos militar para restaurar su reinado en nuestra sociedad y en nuestra Patria. Hoy nosotros, más que nunca y como tantos otros lo han hecho en España y en Rusia, en México y en Cuba, y en tantas otras regiones de la tierra, en los últimos tiempos debemos lanzar nuestro grito ardiente ¡Viva Cristo Rey! aún cuando en ello nos vaya la honra, la fortuna y la vida.
Hoy, en el 167° aniversario del glorioso combate de la Vuelta de Obligado, un hito en nuestra historia patria, cuando nuestros padres supieron hacerle frente a los poderosos del mundo, gritemos con toda nuestra fuerza y con todo nuestro corazón ¡Viva Cristo Rey! y así digamos ¡no! al espíritu del mundo que nos invade, nos envenena y nos mata.
¿Qué quiere que le hagamos? Pongámonos de pie, en orden de combate, bajo las banderas santas y gloriosas del Rey vencedor. Y al amparo de su Madre  Reina, en su Iglesia Santa.
¡Esa es nuestra respuesta! ¡Esa es nuestra misión! ¡En ese combate debemos empeñar nuestro tiempo y jugar nuestra vida!
¡Viva Cristo Rey!
Ricardo S. Curutchet
San Rafael, 20 de noviembre de 2011

Notas: 
1.  San Agustín: “La Ciudad de Dios”. 
2.  San Juan, 18, 33-36.
3.  “Cristo, ¿vuelve o no vuelve?”