jueves, 30 de junio de 2011

Poesía que promete

DESTINO
   
   
Era la pampa sin mojón ni huella
cercano el flete, listo el caronero
el alerta gritado por el tero
y la conciencia de vivir sin mella.
   
orillando el peligro, vida aquella
de vigilancia y vela, del apero
liviano, pocas pilchas, poncho y cuero
por los rumbos del viento y de la estrella.
   
De cumplir el deber sin pedir nada
de morir en alguna atropellada
de vivir sin pensar en otro día.
   
Para darle a la Patria enamorada
un destino de cielo y de cruzada
bajo el manto celeste de María.
   
Padre Luis M. Jardín
  

miércoles, 29 de junio de 2011

Mirando pasar los hechos

¡SE HA FORMADO UNA PAREJA!
          
          
Viuda negra
  
¡Se ha formado la pareja! En la alcoba palaciega resonó la exclamación, como en el viejo programa de enlaces televisivos. En verdad ha superado lejos a la “viuda negra”… comentaban admiradas las comadres devotas, frente al feliz enredamiento del galán, elegido a la sordina con auxilio del talismán benefactor. Ni remotamente, jamás monarca alguno hizo alarde de soberanía semejante. Y gracias a ello —festejaba la corte alborozada— hoy la democracia ha podido congraciarse con la monocracia perpetua; superando el esquema obsoleto del 46% a boca de urna y las elecciones por voluntad popular. Pero a la vez, sin faltar al hermetismo, mucho más eficaz que las mismísimas listas sábanas.
  
Verdaderamente es hora de tributar homenaje a la arácnida patronal. Tanto por sus múltiples ojos atentos a los estímulos o acechanzas, como por sus enredos sutiles y su deslizamiento silente, para obtener la mejor presa sin el menor desgaste ni alboroto. Con la particularidad de suplir el olfato ausente en la especie, intuyendo los cimbrones rockeros,  sin duda condición exacta para integrar la pareja gobernante.
 
  
¡Albricias!
  
Sobre todo en las actuales circunstancias, que están exigiendo como siempre ajustes sincopados para mantener los frutos del modelo; sin proveer televisores a viejos cegatos, sin milanesas desde el Mercado Central, sin habitáculos inútiles para súbditos entrenados en la intemperie.
  
¿Quién podría hacerlo mejor que el barón elegido por Su Excelencia Magnifica? ¿Quién pudiera igualar la maestría marplatense —del CEMA, del boliche o del basural— para guitarrear sobre cualquier cosa, siempre exento de prejuicios y de juicios; o para catar vinos en parrandas licenciosas, sin perder la prestancia al abrazarse con barrabravas ferroviarios?… O tener la agilidad para salir del paso con filial afecto, despreciando “la pavada de los 700 millones y pico” birlados a pobres de solemnidad. ¿O puede olvidarse su juvenil incursión por los laberintos de la ANSES?… frenando jubilaciones improductivas y engullendo las preteridas AFJP, cuyos egoístas caudales se transmutaron en indispensables desahogos presidenciales.
  
Ahora por fin, seguramente su empuje concretará el sueño primigenio del Tren Bala y la excursión turística de Tutankamón…
  
Casimiro Conasco
Junio de 2011
  

domingo, 26 de junio de 2011

Recensión bibliográfica

GENERAL AZUL,
LUCERO DE LA FALANGE (I)
   
   
Luis E. Sánchez Togores:
“YAGÜE. El General Falangista de Franco”, Madrid,
Editorial La Esfera de los Libros, 2010, 845 páginas.
   
   
En época de biografías, ésta, con autoría del Doctor en Historia Contemporánea Sánchez Togores, posee un valor muy señalado: es la de ser un paradigma de cómo se debe entender el espíritu y el accionar de un hombre excepcional. Estamos frente a un magnífico retrato del General Juan Yagüe porque capta al personaje en lo espiritual y material.  Y como muy bien se ha dicho, si un retrato no es captación del conjunto alma y cuerpo, pues no es cosa que deba siquiera intentarse.

Yagüe —y es un dato importante para definir su calidad espiritual— fue afiliado entusiasta y apasionado de la Falange, cuya Camisa Azul usaba con el uniforme militar.  Amigo personal de José Antonio, compartía con él las esperanzas de una comunidad organizada en la construcción del Estado Nacional Sindicalista de la España Una, Grande y Libre.  Espíritu de servicio y de sacrificio, amén de un sentido ascético y militar de la vida, poseía el estilo, resumido joseantonianamente: “Mitad Monje y Mitad Soldado”.
    
Su trayectoria, caracterizada por los valores que acabamos de señalar, está desarrollada en el  libro que nos ocupa.  De sus páginas surge la trascendencia de aquellos lustros convulsos por el accionar de la masonería y del marxismo.  En cada capítulo se dá el milagro de la conexión por encima del tiempo.  Imposible misión se dirá, pero sin embargo ha sido llevada adelante mediante la consulta de la documentación oficial y secreta existente en el archivo privado del General.  Trabajo de un erudito en torno a un héroe que por si fuera poco fue clave en materia táctica y estratégica.  Nos estamos refiriendo  al aspecto militar, en el que, con razón, llegó a disentir en subido tono, con su  amigo y camarada de promoción, el Generalísimo Francisco Franco, en el transcurso de la Cruzada de Liberación (1936-1939) y aún después de ella.
   
La biografía —que consta de XVI capítulos con  epílogo y selecta bibliografía— comienza rozando el Alzamiento al referirse a las grandes maniobras veraniegas en la entonces zona Hispana de Marruecos.  Corrían los días entre el 6 y el 12 de julio de 1936.  “Ninguno de los participantes los ha podido olvidar”, expresa el autor.  Los movimientos militares se desarrollaron en el Llano Amarillo, llamado así por las infinitas florecillas con ese color que cubren su suelo durante el verano.  El Dr. Sánchez Togores va describiendo en el  transcurso de estas páginas la realidad  política durante la Dictadura Restauradora del General Primo de Rivera.  Luego muestra lo que se vivió en los meses que pasaron a partir de la traición  del monarca borbón al General don Miguel Primo de Rivera al que hizo abandonar el gobierno y del que renegó hasta de su memoria (1930).  Un acontecimiento que, con ujieres introductores, condujo a la  nefasta “República de los Trabajadores” estallada el 14 de abril le 1931, cuando la ingloriosa huida  del Rey Alfonso XIII ante la derrota monárquica en unas elecciones municipales.
 
La República Jacobina de Niceto Alcalá Zamora, Indalecio Prieto y Manuel Azaña con  el Partido Socialista (PSOE) fue la apertura de la Caja de Pandora de la que salieron oleadas de crímenes, asaltos, tumultos, huelgas incontrolables, y el ensayo revolucionario anarco bolchevique en Asturias junto al Estatuto cuasi separatista catalán (1934) y la persecución anticatólica pergeñada por el Gran Oriente.  El parlamento, coro izquierdista, muy bien remunerado, reprimió duramente a las derechas y a la Falange dejando impunes los crímenes de la siniestra.  En tanto proseguían  los planes subversivos del Socialismo (PSOE) en conmixtión con el Partido Comunista (PCE) y los anarquistas  (CNT) que maniobraban para lanzarse sobre Niceto Alcalá Zamora y sustituirlo por Manuel Azaña quien con satisfacción decía que “España había dejado de ser católica”. 
   
La doctrina liberal de “un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau” (José Antonio dixit) mostraba su verdadero rostro con el veneno socialista.  El Pacto Social se condensa en el número, como razón absoluta, y en la fórmula, según la cual se impone la enajenación de todos los bienes, junto a las libertades personales.  El resultado lógico: la “Dictadura del Proletariado” con la tiranía del Partido Comunista encabezada por Largo Caballero (alias el Lenín español) que Stalin veía como una formidable estrella roja clavada con martillo en España, la espalda de Europa (futura cabeza de puente hacia hispanoamérica) luego de sus derrotas en la Italia del Lictóreo y en las tierras germánicas  de la cruz gamada.
       
“La importancia del momento olía a guerra”.  Fue entonces que sucedió un episodio que el autor no deja de recordar al lector.  Finalizadas las maniobras militares —escribe— y “una vez que terminaron de pasar las tropas, las autoridades se dirigieron al  banquete preparado al aire libre […] Éste consistió en una abigarrada celebración al más puro estilo español”.
          
En un lado, las interminables filas de mesas de jóvenes oficiales del Tercio gritaban a pleno pulmón CAFÉ, CAFÉ (acrónimo de Camaradas Arriba Falange Española”) y desde otras les respondían sus compañeros de armas “SIEMPRE, SIEMPRE”.  El Teniente Coronel Yagüe los escuchaba lleno de orgullo y no contestó al Delegado del “gobierno” que preguntaba por qué pedían café si estaban en medio del almuerzo.  A los postres y en medio de discursos, que a nadie importaban, empezaron a cantar el Himno de la Infantería.  “Sin embargo en otra parte del inmenso vivac, sargentos y suboficiales vitoreaban al Ejército Rojo cantando La Internacional con el puño cerrado en alto”.
        
Aquel Comandante que encabezara la Legión en las maniobras del Llano Amarillo, y que en horas entraría en combate  por Dios y la Patria, era hijo del médico rural Juan Yagúe Rodrigo y de doña Maximiana Blanco Salas.
        
Había nacido el 9 de noviembre de 1891 en el pueblo soriano de San Leonardo recibiendo por el Sacramento del Bautismo los  nombres de Juan Lorenzo Teodoro.
           
En 1907 ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, la Ciudad Imperial.  Allí, en el Alcázar, pasó  tres años de estudios sin imaginar que décadas después esos muros imponentes iban a ser escenario de una de las heroicidades más impresionantes del siglo XX sacrificando, su Jefe, el Coronel Moscardó, la vida del hijo para no rendirse al Frente Rojo.
         
En Toledo, escribe el Dr. Togores, “solar y cuna de la infantería española se rendía culto al valor, al honor, a la acometividad en el combate y a la disciplina, al esfuerzo, a la capacidad de sufrimiento y a la abnegación. Virtudes morales puestas al servicio de la Patria…”
    
En 1914 Yagüe fue destinado a servir en Melilla con lo que incorporaba al grupo de los jefes conocidos históricamente como africanistas.  Tales los casos de Franco, Mola, Millán Astray, Muñoz Grandes y Valenzuela. Ellos entrarían en la historia gloriosa de España  como forjadores de la victoriosa Cruzada.
       
La mañana del 13 de julio de 1936, veinticuatro horas después de la premonitoria división de los vivacs a la que terminamos de hacer referencia, se producía un hecho de sangre que determinaría los acontecimientos de los años siguientes: la noticia de la muerte de José Calvo Sotelo (1893 - 1936) Jefe de la Oposición en Cortes.  El caballero católico había sido secuestrado y asesinado con un disparo en la nuca por integrantes de los Guardias de Asalto (Policía Gubernista) y sicarios socialistas.  “La mala nueva corrió como reguero de pólvora.  Sirvió para decidir a los indecisos y reafirmar a los comprometidos”.
       
El cinismo del Gobierno Rojo llegaba a su máxima expresión:  “En los tres días siguientes no se arrestó a ningún izquierdista y sí a cientos de falangistas”.
       
El marxismo buscaba la guerra porque veía como segura la victoria y el salto dialéctico definitivo hacia  la Revolución Bolchevique.  El marxileninismo ultra siniestro tenía los resortes del poder y el Ejército estaba infiltrado y dividido.  Los radicales suponían poseer todas cartas ganadoras.  Para los africanistas la medida estaba colmada y la suerte iba a ser arrojada por un nuevo César en el Rubicón.  Yagüe y la Legión se pusieron en pie de guerra.  Tres mil voces gritaron como un presagio: ¡Legionarios a vencer, Legionarios a morir!
 
Falta algo por decir.  Dios mediante proseguiremos en cercana edición.
   
Luis Alfredo Andregnette Capurro
     

jueves, 23 de junio de 2011

Pasearon el Corpus por nuestros solares

EN EL DÍA DE CORPUS CHRISTI
  
  
Todos los misterios de Nuestro Salvador Jesucristo, queridísimas almas, son sublimes y profundos: nosotros los veneramos en unión con la sacrosanta Madre Iglesia. Sin embargo el misterio de hoy, la institución del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, por medio del cual el Señor se ha entregado en comida a las almas fieles, es tan sublime y elevado que supera toda comprensión humana. Tan grande es la bondad del Sumo Dios, en Él resplandece tal amor que cualquier inteligencia queda sobrepasada; nadie podría explicarlo con palabras, ni comprenderlo con la mente. Pero ya que es mi deber hablaros de ello por el oficio y la dignidad pastoral, os diré también algo de este misterio. Brevemente, esta homilía estará centrada sobre todo en dos puntos: cuáles son las causas de la institución de este misterio y cuáles los motivos por los que lo celebramos en este tiempo.
  
¿Qué motivo, sino solo el amor, pudo mover al Bondadosísimo y Grandísimo Dios a darse como alimento a esa mísera criatura que es el hombre, rebelde desde el principio, expulsado del Paraíso Terrenal, a este mísero valle desde el principio de la creación por haber probado el fruto prohibido? Este hombre había sido creado a imagen de Dios, colocado en un lugar de delicias, puesto a la cabeza de toda la creación: todas las demás cosas habían sido creadas para él. Trasgredió el precepto divino, comiendo el fruto prohibido y, “mientras estaba en una situación de privilegio, no lo comprendió” por eso “fue asimilado a los animales que no tienen intelecto” (Salmo 49, 13); por eso fue obligado a comer su misma comida.
  
Pero Dios ha amado siempre tanto a los hombres que pensó en el modo de levantarlos tan pronto como habían caído; y para que no se alimentaran del mismo alimento destinado a los animales —¡contemplad la infinita Caridad de Dios!— se dio a Sí mismo como alimento al hombre. Tú, Cristo Jesús, que eres el Pan de los Ángeles, no te has negado a convertirte en el alimento de los hombres rebeldes, pecadores, ingratos. ¡Oh grandeza de la dignidad humana! ¡Por un acontecimiento singular, cuánto mayor es la obra de la reparación, cuánto supera esta dignidad sublime a la desgracia! ¡Dios nos ha hecho un favor singular! ¡Su amor por nosotros es inexplicable! Sólo este amor pudo mover a Dios a hacer tanto por nosotros. Por ello ¡qué ingrato es quien no medita en su corazón y no piensa a menudo en estos misterios!
  
Vayamos al segundo punto de la reflexión. Oportunamente hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de este Santísimo Misterio. Podía parecer más oportuno celebrarla en la Feria Quinta in Cœna Domini, día en el que sabemos que nuestro Salvador Cristo, ha instituido este Sacramento. Pero la Santa Iglesia es como un hijo, correcto y bien educado, cuyo padre ha llegado al término de sus días y mientras está a punto de morir, le deja una herencia amplia y rica; no tiene tiempo de entretenerse en el patrimonio recibido: está totalmente volcado en llorar al padre. Así la Iglesia, Esposa e Hija de Cristo, está tan atenta a llorar en aquellos días de Pasión y de atroces tormentos, que no está en condiciones de celebrar como querría esta inmensa heredad a Ella entregada: los Santísimos Sacramentos instituidos en estos días.
  
Entre los misterios del Hijo de Dios que hasta ahora hemos meditado, el último fue la Ascensión al Cielo. Ello sucedió para que Él recibiese a titulo propio y nuestro la posesión del Reino de los Cielos y se manifestara el dominio que poco antes había afirmado: “Me ha sido dado poder en el cielo y en la tierra” (San Mateo, 28, 18).
  
Como cualquier Rey, en el acto de recibir la posesión de un reino, se dirige antes que a cualquier otra ciudad a aquélla que es la capital y metrópolis del reino (y como un Magistrado o Príncipe que se prepara para administrar un reino en nombre del Rey), así también Cristo: honrado con la señoría más grande y con todo derecho en el cielo y en la tierra, en primer lugar tomo posesión del Cielo, y desde allí, como haciendo una demostración, difundió sobre los hombres los dones del Espíritu Santo. Pero habiendo elegido reinar también en la tierra, nos dejó a Él mismo aquí, en el Santísimo Sacrificio del Altar, en este Santísimo Misterio que hoy celebramos. Por este motivo extraordinario la Santa Madre Iglesia ordena que sea llevado por todos en Procesión —en forma solemne— por las ciudades y los pueblos.
  
Cuando el poderosísimo Rey Faraón quiso honrar a José, mandó que se lo condujera por las calles de la ciudad y, para que todos conocieran la dignidad de quien había explicado los sueños del Faraón, le dijo: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú. Mira, te pongo sobre toda la tierra de Egipto. El Faraón se quitó el anillo de la mano y lo puso en la mano de José; hizo que le vistieran blancas vestiduras de lino, y puso en su cuello un collar de oro. Después lo hizo subir sobre su segundo carro y delante de él un heraldo gritaba, para que todos se arrodillaran delante de él. Y así lo puso al frente de todo el país de Egipto” (Génesis, 41, 40 y ss.).
  
También Asuero, cuando quiso honrar a Mardoqueo, le hizo vestir vestiduras reales, lo hizo subir a su caballo y a tal fin mando a Amán que lo condujera por la ciudad y gritara: “Aquí viene el hombre a quien el Rey quiere honrar” (Ester, 6, 11).
  
Dios quiere ser el Señor del corazón del hombre; quiere ser honrado, como conviene, por todos los hombres. Por esto hoy, de forma solemne, conducido por el Clero y por el Pueblo, por los Prelados y los Magistrados, recorre las calles de la ciudad y de los pueblos. Por esta razón es que la Iglesia profesa públicamente que Éste es nuestro Rey y nuestro Dios, de quien hemos recibido todo y a quien debemos todo.
  
Oh, hijos queridísimos en el Señor, mientras hace poco caminaba por las calles de la ciudad, pensaba en una multitud tan grande y en la variedad de personas que hasta hoy, hasta nuestros días está oprimida por la miseria de la esclavitud y por largo tiempo ha tenido que servir a amos tan viles y crueles. Veía a un cierto número de jóvenes que se han dejado dominar por la lascivia y la pasión y, como dice el Apóstol (cfr. Filipenses, 3, 19), han proclamado como dios a su propio vientre. (Quienquiera que pone cualquier cosa como fin de su propia existencia, quiere que tal cosa sea su dios. En efecto, Dios está en el término de todo).
  
¡Que renuncien éstos a la carne, a la lujuria, a frecuentar las malas casas y tabernas, las malas compañías! ¡Que renuncien a los pecados y reconozcan al Verdadero Dios que la Iglesia profesa por nosotros! Lloraba por la soberbia y la vanidad de algunas mujeres que se idolatran a ellas mismas, y dedican aquellas horas de la mañana, que deberían consagrar a la oración, al maquillaje de sus rostros y al peinado de sus cabellos; que piden cada día nuevos vestidos, hasta el punto de hacer pobres infelices a sus maridos y mendigos a sus hijos y consumir su patrimonio. De ello se derivan mil males, los contratos ilícitos, el no pagar las deudas, el no dar cumplimiento a las últimas voluntades piadosas; de ello el olvido del Dios Bondadosísimo y Grandísimo, el olvido de nuestra alma. Veía a tantos avaros, mercaderes del infierno, gente que a tan caro precio compra para sí el fuego eterno; de ellos con razón dice el Apóstol: “La avaricia es una forma de idolatría” (Efesios, 5, 5; Colosenses, 3, 5). Aparte del dinero no tienen otro Dios, sus acciones y palabras están dirigidas a pensar y decidir cómo ganar mejor, conseguir terrenos, comprar riquezas.
  
No podía dejar de ver la infidelidad de algunos que se declaran expertos en la ciencia de gobernar y sólo tienen esto ante sus ojos. Son quienes no dudan pisotear la ley de Dios que ellos declaran contraria a la forma de gobernar (¡pobres y desgraciados!) y obligan a Dios a retirarse. ¡Hombres dignos de lástima! ¿Y deben llamarse cristianos quienes estiman y declaran públicamente a sí mismos y al mundo más importantes que a Cristo?
  
El Señor ha venido, con esta santa institución de la Eucaristía, a destruir todos estos ídolos, a fin de que con el Profeta Isaías, hoy podamos exclamar al Señor: “Sólo Tú eres Dios; no hay otros, no hay otros Dioses. En verdad Tú eres un Dios escondido, Dios de Israel, Salvador” (Isaías, 45, 14 y ss.). ¡Oh Dios bueno, hasta ahora hemos sido esclavos de la carne, de los sentidos, del mundo; hasta ahora dios ha sido para nosotros nuestro vientre, nuestra carne, nuestro oro, nuestra política! ¡Queremos renunciar a todos estos ídolos: honrarte sólo a Ti como verdadero Dios, venerarte a Ti que nos has hecho tantos beneficios y, sobre todo, te has entregado a Ti mismo como alimento para nosotros! Haz, te ruego, que de ahora en adelante nuestro corazón sea sólo tuyo y nada nos aparte más de tu amor. Que prefiramos mil veces morir antes que ofenderte aun mínimamente. Y de este modo, haciéndonos mejores, con la fuerza de tu gracia, gozaremos eternamente de tu Gloria. Amén.
   
San Carlos Borromeo
(Homilía del 9 de junio de 1583)
  

martes, 21 de junio de 2011

Nacionales

PAGANISMO DESCENDENTE
  
Dice Hillaire Belloc en “Las Grandes Herejías”, acerca de la que él denomina herejía moderna: “Con el avance de este nuevo y terrible enemigo contra la Fe y toda esa civilización que la Fe produce, está surgiendo no sólo un desprecio hacia la belleza, sino un odio hacia ella, y a éste sigue inmediatamente un desprecio y un odio hacia la virtud”.  
Y dice asimismo que este ataque moderno hacia la Fe “es una vuelta al paganismo”, distinguiendo entre un paganismo que, “saliendo de lo antiguo de Grecia y Roma [llega] hacia la consumación de la Cristiandad”, de otro que “abandona la luz de su religión ancestral y se desliza nuevamente hacia la sombra”.  
Y más adelante agrega Belloc: “estamos presenciando una resurrección de la esclavitud, resultado necesario de la negación del libre albedrío”.
  
El Nuevo Orden Mundial, para lograr sus objetivos necesita producir en los países que tiene por blanco de sus ataques la debilitación de sus fuerzas políticas, económicas, de defensa y, sobre todo, espirituales. 1) La debilitación de la religión y especialmente de la Católica; de ahí los permanentes ataques que ésta soporta; 2) La debilitación de la cultura nacional; 3) La debilitación de las tradiciones.
  
Las tres, interactuando en forma dinámica para acabar con la soberanía espiritual y física de las naciones. No sería erróneo constatar que, entre nosotros, tan siniestro proyecto tomó envergadura y estructura oficial a partir de la derrota de Malvinas.
  
Ya se mencionó (cfr. el nº 64 de “Cabildo”, correspondiente al mes de abril de 2007) que la misión de la guerra político-cultural es destrozar la cultura secular de un pueblo. Para llevarla a cabo cuenta el Imperio con el Instituto Tavistock, donde funciona el Gabinete de Guerra Psicológica Británica, que se especializa en estudios de la conducta humana y su manipulación individual y colectiva. También en Estados Unidos funciona una red Tavistock, entre cuyos institutos figuran el National Training Laboratory, que controla la Asociación Nacional de Educación, la más grande agrupación de maestros de Estados Unidos, y el Institute for the Future, encargado de promover la legalización del aborto y la homosexualidad, la despenalización de las drogas, etc.
  
En el recomendable y nunca refutado libro de Carlos Manuel Acuña, “Verbitsky: de La Habana a la Fundación Ford”, se puede leer la siguiente cita de Wright Putnam (“La Agenda Sexual”): “Las familias norteamericanas observan la magnitud del problema en las escuelas públicas, donde los niños están obligados a recibir información sobre sexo explícito y orientación sexual, una cuestión inducida, inimaginable años atrás”.
  
Por su parte, Alan B. Jones (“Cómo Funciona Realmente el Mundo”) manifiesta que: “En los documentos secretos de la Fundación Carnegie para la Paz Mundial se solicitaba a la Fundación Ford que asumiera la responsabilidad de controlar la educación respecto a los temas nacionales, mientras que la Carnegie haría lo mismo con relación a las internacionales. La educación orientaba a la socialización, lo cual, a su vez, permitiría una fusión cómoda para formar un todo fácilmente controlable por las élites desde la cumbre. Eso requería la previa idiotización de la sociedad norteamericana”.
  
Y más adelante agrega que “en los últimos años hemos establecido tres importantes industrias que han sido contraproducentes en ese aspecto, a saber: la asistencia social, la droga y la educación pública”.
  
Propone, al fin, como parte de una solución a sus problemas que “los norteamericanos sospechosos de participar en el sindicato del crimen, ya sean dedicados al negocio bancario clandestino, al gobierno o al crimen local, deberán ser acusados y sometidos a juicio. Sin la figura del escándalo público, es poco probable que la sociedad norteamericana se conmueva lo suficiente”. Sana idea.
  
Volviendo a lo nuestro, dice Ortega y Gasset: “Ved ahí a vuestros hijos que los entregáis a un educador: ponéis vuestro oro en las manos de un orífice cuyo arte desconocéis”.
  
Pues bien, al respecto, una Resolución de la Honorable Cámara de Diputados de Mendoza del 10 de julio de 1987, firmada por el Diputado Ariosto Falachi, en Foja 6 dice: “Nuestra oposición a la implantación de un programa que se presenta rodeado de tales características, según nuestro punto de vista, es incompatible con la función educadora de la familia y de los valores éticos y morales que conforma la tradición espiritual argentina […]
  
“El contenido sustantivo que se advierte en este programa, referente a la temática sexual a instrumentar en niños y jóvenes, pertenece a la corriente educativa que podríamos identificar como psicologismo sexual que habría tenido notorios expositores en Europa y modernamente a través de las teorías del brasilero marxista Paulo Freire.  
“Tales corrientes del pensamiento son contrarias a la tradición cultural y espiritual argentina y, además, habrían fracasado en países que la implementaron como Alemania y España, por el deleznable resultado que en materia de proliferación de la prostitución, homosexualidad, drogadicción, etc, produjeron en dichos países”.
  
La breva no estaba aún madura cuando de este modo cuerdo habló el señor Falachi. Pero aquellos polvos trajeron estos lodos. Cierto, los programas de entonces pueden no ser exactamente los mismos de ahora. Son peores. Pero además, y teniendo en cuenta todos los antecedentes, creo que los padres tendrían algo que decir.
  
Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina, en “Los Ocho Pecados Mortales de la Humanidad Civilizada”, en el capítulo “Muerte en vida del sentimiento”, luego de exponer distintos sistemas de aprendizaje, menciona la función conocida como adaptación o adecuación de los sentidos (o de los receptores).
  
Más adelante acota: “La elevada intolerancia contra el desagrado, asociada a una atracción decreciente del placer (debida al entumecimiento causado por la habituación) ha hecho perder a los hombres la capacidad para invertir un trabajo penoso en empresas que aportan beneficios lisonjeros mucho más tarde. El desvanecimiento paulatino de la capacidad para saborear los acontecimientos placenteros se origina, en su mayor parte, con la habituación a situaciones cada vez más estimuladoras; no es de extrañar que los hombres indiferentes busquen situaciones excitantes siempre nuevas. Para quien padezca esa enfermedad cultural crónica [las cosas] perderán todo su atractivo cuando hayan disfrutado de ellas un cierto tiempo y lo mismo ocurrirá con la amante, el amigo e incluso el hogar […] Al perderse la capacidad para perseguir objetivos distantes se desvanecen todos los comportamientos diferenciados del galanteo y emparejamiento, tanto los programados en función del instinto como de la cultura”.
  
Precisamente, uno de los objetivos de la Guerra Política Cultural es la adaptación gradual a las condiciones de deterioro moral progresivo (zonas rojas, por ejemplo), la indiferencia ciudadana ante la inmoralidad,  y dañar la capacidad del individuo para formar relaciones estables, dado que una persona sana haría por su familia sacrificios que no realizaría por sí mismo.
  
Robert Ardrey demostró con sólidos argumentos en “Génesis en África” que los instintos más importantes en el hombre y la mayor parte de los animales son —en ese orden— la territorialidad y la jerarquía. Añade que “si se observa a un animal obsesionado por el sexo, es simplemente porque es el único instinto que tiene una espita de salida en cautividad”. Platón a su turno decía que “la educación es la ciudadela del Estado”. Visto y considerado lo que llevamos dicho, habría que preguntar: ¿de cuál?
  
Luis Antonio Leyro
  

domingo, 19 de junio de 2011

Pecados contra el Espíritu Santo

¿QUÉ SON LOS PECADOS
CONTRA EL ESPÍRITU SANTO? (final)
    
    
En la primera parte de la respuesta a esta pregunta, publicada el domingo anterior mostramos cómo Santo Tomás especifica en qué consisten los seis pecados contra el Espíritu Santo. Falta explicar cómo se concilian las dos afirmaciones, aparentemente contradictorias, del Evangelio de San Mateo (12, 31-32), según el cual “todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre [Jesucristo], se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”.
    
Entonces, ¿cómo se entiende que todo pecado puede ser perdonado, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada? La aclaración de Santo Tomás es larga y exhaustiva, además de muy clara.  Pasemos a ella.
    
    

BLASFEMIAS CONTRA LA SANTÍSIMA TRINIDAD
    
“Otros —explica Santo Tomás— lo entienden de otra manera, diciendo que hay pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo cuando se peca contra el bien apropiado al Espíritu Santo, al cual se le apropia la bondad, como al Padre el poder y al Hijo la sabiduría. Según eso, dicen que hay pecado contra el Padre cuando se peca por debilidad; contra el Hijo, por ignorancia; y contra el Espíritu Santo, por pura malicia” (“Suma Teológica”, IIa. IIæ., cuestión 14 a. 1, c).
    
El concepto de “pura malicia” ya fue ampliamente explicado en la primera parte de esta respuesta, y lleva en sí un pecado cometido con perfecta adhesión de la voluntad al mal, no simplemente por ignorancia, debilidad o pasión. Aquí ya se comienza a comprender que, en el pecado contra el Padre (por debilidad) o contra el Hijo (por ignorancia), el pecador se deja conducir más fácilmente al arrepentimiento, y de éste al pedido de perdón. Por otro lado, el pecado contra el Espíritu Santo (por malicia) lleva a la obstinación en el pecado, y por lo tanto al rechazo del perdón. ¡No es Dios que no quiere perdonar; es el pecador que no quiere arrepentirse y, consecuentemente, no quiere ser perdonado! Los milagros espirituales también ocurren…
    
Santo Tomás compara el pecado contra el Espíritu Santo a una enfermedad incurable: “Sucede algo análogo a lo que se dice de una enfermedad que por su misma naturaleza es incurable, porque no hay base de recuperación, sea porque se destruye la virtud de la naturaleza, sea porque causa náuseas de la comida o de la medicina, aunque esa dolencia pueda curarla Dios. Así sucede con el pecado contra el Espíritu Santo.  Se dice de él que es irremisible por su naturaleza, en cuanto que excluye lo que causa la remisión del pecado [esto es, el arrepentimiento y el pedido de perdón]. No queda, sin embargo, cerrado del todo el camino del perdón y de la salud a la omnipotencia y misericordia de Dios, la cual, como por milagro, sana a veces [aliquando] espiritualmente a esos impenitentes” (“Suma Teológica”, IIa. IIæ., cuestión 14 a. 3, c.).
    
Así, Dios manifiesta su omnipotencia misericordiosa, convirtiendo al pecador de la rebeldía, de la obstinación, de éste... No obstante, Santo Tomás observa que eso se da apenas a veces, para mostrar cuán raramente ocurre; como raros son también los milagros de carácter físico. En general, prevalece la tesis de la irremisibilidad de los pecados contra el Espíritu Santo, según el texto de San Mateo citado al inicio. De ese modo, la aparente contradicción se resuelve.
    
    

¡LA ANTIGÜEDAD PAGANA YA VERSABA SOBRE ESTOS TEMAS!
    
Alguien podría pensar que tales puntos de la más genuina teología católica eran desconocidos por los filósofos de la Antigüedad. No obstante, en más de un punto se ve que Dios fue preparando los pueblos paganos para la aceptación del cristianismo. Así, “Aristóteles ya clasificaba a los pecadores en ignorantes (los que pecan por ignorancia), incontinentes (los que pecan por pasión) e intemperantes (los que pecan por opción o por malicia). Quien peca por ignorancia ignora, aunque culposamente, ser malo lo que hace. Quien peca por pasión, sabe perfectamente que lo que hace es malo, pero no se previene momentáneamente de esta malicia, ofuscado por el ímpetu culposo de la pasión. Quien peca por opción o malicia, ni ignora, ni deja de tener conciencia de que es malo lo que hace; peca por cálculo, a sabiendas, con premeditación y pleno conocimiento de causa; persigue el deleite del pecado, no por haber sido vencido, sino porque lo escogió” (cfr. Pedro de Tapia: “Catena moralis”, l. 3 De vitiis et peccatis, q. 11, a. 3 - apud “Suma Teológica” de Santo Tomás de Aquino, tomo V, Introducciones y Apéndices de Fray Pedro Lumbreras, O.P., Apéndice I, BAC, Madrid, 1954, pág. 935). Como se ve, la noción de pura malicia, que es el fundamento de la doctrina de los pecados contra el Espíritu Santo, ya tenía raíces en la filosofía griega, que la doctrina católica incorporó a su teología.  Sobre ella, Santo Tomás vertió la luz de su privilegiada inteligencia.
    
    

DOCTRINA ACTUALÍSIMA EN EL MUNDO MODERNO
    
En un mundo que se apartó de Dios por ignorancia, movido por las pasiones o por una opción firme y decidida por el mal (pura malicia), la pregunta “¿Por qué el pecado contra el Espíritu Santo es un pecado imperdonable?”, levanta una cuestión que va mucho más allá de los intereses personales por la materia. Y nos proporciona la ocasión de reavivar la noción de pecado; la que —como decía Pío XII— el mundo ya había perdido en su pontificado. Ahora bien, el mensaje que la Santísima Virgen fue portadora en Fátima, en 1917, era precisamente una alerta para esa pérdida de la noción de pecado, con la advertencia de que, si los hombres no se enmendasen, grandes castigos se abatirían sobre la humanidad. Nadie osará decir que, de entonces para acá, la situación mejoró. ¡Todo lo contrario! Ahora bien, no es propio de la Providencia desalentar a los hombres en ninguna circunstancia. Por eso, sobre las nubes tenebrosas que se ciernen sobre el mundo, brilla una luz más brillante que el Sol: la promesa de Nuestra Señora de que, después de convulsiones de porte universal, ¡habrá un gran retorno de la humanidad a las vías sagradas de la civilización cristiana y la instauración del Reino del Inmaculado Corazón de María! La humanidad entonará un gran himno de alabanza al divino Espíritu Santo, que sofocará el rugido, ya entonces evanescente, de las actuales blasfemias contra el mismo Espíritu Santo. Así lo esperamos. Así sea.
    

Tomado de “La Palabra del Sacerdote” (fatima.org.pe)
    

sábado, 18 de junio de 2011

(Ir) Responsable

La hora de los enanos

POR FIN A GIACHINO…
LO QUE SE MERECE
   
   
Con gran alegría he recibido la noticia de que al Capitán Pedro Giachino le han retirado de la vista de un consejo municipal en funciones, que por error de algún bienintencionado que nunca falta, compartía con disímiles personajes. ¡Cuántas horas habrá soportado el joven héroe las imbéciles camándulas concejalicias sin poder mover ni un pelo! ¡Sin poder tomar su fusil! ¡Sin poder aplicar el lustre de su bota contra las blandas nalgas de tanto mercachifle venido a legislador! ¡Qué tortura indecible tener que escuchar sus pensamientos que al igual que sus flatulencias se generan en una tripa glotona de sensaciones y haraganería! ¡Qué espantoso espectáculo ver ese chiquero de comemierdas cuando tu última imagen en la retina es la de un desembarco de recuperación del territorio patrio! ¡Qué injuria para tus oídos tener que soportar el chillido pijotero en los tome y daca del remate nacional, cuando fueron tus oídos a la tumba con la dulce música de la tropa al ataque!
   
¿Podrá el Capitán perdonarnos por haberlo dejado en tan miserable compañía durante tanto tiempo? ¿Es que estamos tan abotagados en nuestra piedad que abandonamos el recuerdo de los nuestros a la injuria de la chusma? ¿Ha tenido que recurrir el Arcángel de la Patria al odio de los infames para salvar lo que no pudo el enfriado amor de los pocos fieles?
   
Sea como fuere, se ha escrito derecho en renglones torcidos, y ruego desde mi rincón que tu imagen sea revoleada al mar para descansar en la vista de tantos heroicos naufragios. Entre los huesos de fieros marinos y los hierros herrumbrados de naves guerreras. Donde cada día los bamboleados restos ensayen un saludo fúnebre y marcial de camaradas y ya no te ofenda la torpe indiferencia de los entenados ni la torva mirada de los coimeros.
   
Donde te lleguen los ecos de la furia generosa de viejas batallas y perdidas voces de mando que solicitan la entrega generosa, y no el susurro vergonzoso de interesadas chapuzas que tejen a la sombra pequeñas usuras.
   
Héroe trágico cumpliste tu destino emulando paganas empresas marciales, pero faltaban en tu corona las espinas que hacen de tu gesta, un gesto cristiano. Te faltaba el odio de los malos, el resentimiento de los bajos, el abandono de los propios; perlas de un nuevo rosario que te acercan a Él … al Crucificado.
   
Quiero pensarte no como las buenas hembras que alimentan las lámparas de tu sarcófago, sino como los machos. Con defectos de soldados. Sin pretender un cielo por el sólo hecho de haber dado lo que te sobraba, vida y coraje. Quiero pensarte hasta hoy en un purgatorio miliciano, de recios modales y en guardia esperando. Donde los laureles que prodigan los hombres te habían encadenado. Quiero pensar que es hoy día la hora de tu llamado al manso Cordero que estaba aguardando. Después de haber probado la ingratitud y el menoscabo.
   
Quiero pensar que como Aquel el odio te ha desencadenado de la horrible tentación de la vanidad y el pecado.
   
Y quiero, casi en secreto y para los pocos que han de escucharlo, atar unos cabos del insondable misterio de la comunión de los santos. ¿no fue acaso algún gesto de los que has dejado lo que lo ha logrado? ¿Alguna actitud que como una Misa te ha liberado? Quizá ese regusto de usar tu retrato para nuevas y tontas empresas fue reclamado. ¡Ved aquí al héroe que está en nuestro lado! Quizá… bien parido… alguien se ha negado, ¡ya basta de inciensos en altares falsos! ¡en qué compañias lo he abandonado!
   
Tiren siete veces su imagen al barro. Que inmundos esbirros te arrastren desnudo hasta los estrados y nuevos Pilatos se laven las manos.
   
Te pienso salvado.
   
Dardo Juan Calderón
   

jueves, 16 de junio de 2011

Rifando la Patria

SOBERANÍA PERDIDA
  
  
En pleno ejercicio de su soberana discreción, la Minera Xstrata Cooper proyecta extender desde su nuevo proyecto hidroeléctrico en el sur de Chile, 1.300 kilómetros de líneas de transmisión pasando por la Patagonia argentina. (cfr. “La Nación”, 22 de marzo de 2011). Según se pudo conocer, Xstrata Cooper es operadora de Minera Alumbrera, la empresa de minería a cielo abierto que tiene la explotación de oro más grande de la Argentina. Desde luego con reconocidos daños ecológicos y perjuicios para la población circundante.
  
Por supuesto detrás de estos emprendimientos operan poderosos intereses transnacionales. Xstrata decidió estrechar su vinculación con la firma Barrick Gold en el emprendimiento de El Morro (Chile) para la extracción de cobre y oro. Y es sabido que los principales accionistas de Barrick Gold, a su vez lo son de Anglo Gold Ashanti y de Goldcorp. Las dos mineras que operan en la provincia de Santa Cruz, Catamarca y los yacimientos Cerro Vanguardia, Cerro Negro y Bajo de la Alumbrera. También vinculados con las compañías petroleras instaladas en Malvinas.
  
De manera que tales datos no alientan mayores esperanzas sobre los beneficios del pasaje de las líneas de transmisión eléctrica por la Patagonia. Transporte acaso sin comerla ni beberla; o mejor dicho corriendo con todos los riesgos y molestias de semejante tendido. Saldo corroborado por los frutos que dejara aquel misterioso barquito lleno de oro y plata salido de Santa Cruz, que naufragó en el extremo Sur y fue rescatado por un remolcador extranjero… rumbo al extranjero. Y pito catalán ¿o acaso de quién creemos que es la riqueza argentina?
  

martes, 14 de junio de 2011

Actualidad

HÉROES Y REPRESORES
    
   
Dos hechos significativamente graves acaban de suceder e impiden guardar silencio.
   
El primero es la indiferencia oficial ante la muerte del Contralmirante Carlos Hugo Robacio, genuino héroe de Malvinas, en el sentido propio, preciso y acabado de la expresión.
   
Pero el silencio no era suficiente ignominia para la tiranía kirchnerista. Acostumbrados como están quienes gobiernan a las peores inmoralidades, la mudez ante el heroísmo malvinero les parecía poca alevosía.
   
Era necesario castigar a quienes le rendían homenaje a su memoria. Y así procedieron con el Teniente Coronel Víctor Manuel Paz, Jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado 25, primera Unidad del Ejército Argentino en pisar tierra malvinense y jurar la bandera en el campo de batalla.
   
Poco importan ahora las circunstancias, los entretelones y los detalles de este castrense recordatorio. Lo cierto y lo concreto es que el homenaje resultó justísimo y digno, espléndido en su laconismo militar, y por lo tanto, causa ejemplar para las antiguas y las nuevas generaciones.
   
Esto precisamente es lo que no puede soportar el odio marxista que anida en el corazón de quienes ocupan los mayores cargos políticos. Ladrones y degenerados como son, la nobleza de los guerreros les resulta hostil. Sobrevivientes impunes del terrorismo rojo; esto es, asesinos, el peso paradigmático de aquellos que los combatieron sigue siendo un dedo acusador de sus múltiples homicidios. Un índice que es necesario segar para que no remita a sus rostros torvos de sicarios castristas.
   
El segundo hecho aún esta sucediendo mientras redactamos estas líneas.
   
El Presidente del Concejo Deliberante de Mar del Plata, un pequeño felón que responde al nombre de Manuel Artime, ordenó retirar el cuadro del Capitán Pedro Giachino que se hallaba en el recinto de sesiones, en el segundo piso del Palacio Municipal.
   
En la historia oficial que han fabricado los sujetos de su laya —continuadora de esa ramera liberal que entrapuja siempre la verdad— las Malvinas son un rotundo mentís a sus ficciones. Sencillamente porque prueba la existencia de milicos corajudos peleando por Dios y por la Patria. Por eso mismo, porque esa realidad desenmascara sus ideologías, llevan años desmalvinizando, conforme a la funcionalidad que les exige cumplir el enemigo. Los héroes de Malvinas no pueden ser militares. Los militares tienen que ser todos, forzosamente, un hato de seres malévolos.
   
Las “razones” aducidas para descolgar el cuadro del Capitán Giachino, fueron dadas a conocer por presuntos defensores de los derechos humanos, cuya condición de estafadores y tramposos nunca como en estos días quedó tan en evidencia.
   
Según tamaños sinvergüenzas, nuestro primer caído en la honrosa jornada del 2 de abril no sería pasible de encomios públicos dada su condición de “represor” durante la Guerra Antisubversiva.
   
En el colmo del cinismo, se pretende deslegitimar su martirio patrio y su procerato perenne porque habría pertenecido a “los grupos de tareas de la Armada”, y por “haber sido felicitado por su desempeño” en “la zona de Zárate-Campana”, en la cual se lo designara junto con otros hombres de su rango, para enfrentar a la guerrilla marxista.
   
Aunque parezca mentira, el entrecomillado y el sentido del texto precedente corresponde a un suelto de un hipotético Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata que, bajo la firma de un tal Alonso, y a la par de otros antros de la misma laya, se solidariza con la infamia de Artime. “No puede haber doble estándar”, dicen. “No son héroes, son represores”.
   
Lo que para los argentinos de honor constituye una honra, para estos cómplices asalariados de la agresión comunista a la Argentina, es señal de descrédito.
   
Lo que debería potenciar, y de hecho potencia la estatura moral de la conducta del Capitán Giachino —el haberse batido contra la criminal Guerra Revolucionaria desatada contra la nación por no menos de tres Estados Terroristas— resulta, en la miope visión de estos crápulas, señal de desdoro.
   
Lo que convalida y ratifica la ejemplaridad de estos hombres de armas; esto es, el haber reprimido una agresión armada contra la Nación, ya no procedente de Inglaterra sino del Imperialismo Soviético y sus satélites, constituye según el criterio de estos miserables, un acto execrable.
   
Tenía razón Margaret Thatcher cuando decía que el triunfo de las armas británicas en la contienda austral había hecho posible la democracia en la Argentina. Por eso los demócratas gobernantes necesitan exhibir con estos gestos su gratitud perenne a la Corona que sirven. Sea manteniendo cautivos a los oficiales superiores que libraron la contienda, castigando homenajes a los  soldados cabales, o descolgando los cuadros de los honrosos muertos en combate.
   
En algo aciertan sin embargo. No puede haber dos estándares. Quienes toman estas decisiones no son concejales, ni ex combatientes ni ciudadanos argentinos. Son traidores a la patria.
   
Y la patria debe vengar cuanto antes a quienes la agravian, la corrompen y denigran.
   
Contralmirante Carlos Hugo Robacio, Capitán Pedro Giachino: en un nuevo aniversario del luctuoso 14 de junio, ninguno de ustedes se ha rendido. Y no hay arresto ni retiro de retratos, ni módico renegado de una concejalía playera, que pueda rozar la gloria que supieron conquistar con el testimonio del coraje.
   
Contralmirante Carlos Hugo Robacio, Capitán Pedro Giachino: ¡Presentes!
    

lunes, 13 de junio de 2011

Poesía que promete

LA VIDA DE LA PATRIA
 
Para Federico Mihura Seeber


“Amar a una persona es sentir que se le dice: tú no morirás”
                                                                        Gabriel Marcel


¿Puede morir la patria como mueren los hombres,
en la noche de un día, en la siesta de un alba;
puede finar enferma, con las vísceras rotas
y el crujir de sus huesos partidos a mansalva?
 
¿Puede morir la patria decrépita, sin pulso,
el semblante sin rasgos de su estampa primera,
puede marcharse a grupas de aflicciones y llagas
como en un redomón que cruzó la tranquera?
 
¿Se nos ha muerto acaso de previsibles males 
—por funeral apenas el cimbrar de un laúd—
o acabó fusilada con la venda en los ojos
en un lampo de sangre por los pagos del sud?
 
No sabré si es respuesta ver la piedra del Ande,
los viñedos, las dunas, el jarillal nevado,
las tejas y los talas compitiendo en la altura,
la calandria en su horqueta de pasto arrebolado.
 
No sabré si es respuesta tampoco aquel jinete,
domador del rocío sin buscar recompensa,
las millares de voces que aún cantan nuestras marchas,
esa ochava en San Telmo, por la calle Defensa.
 
Nunca sabré siquiera si es respuesta el acervo
de frailes y de fieles desgranando latines,
los libros que escribimos, la palabra empeñada,
las familias nutridas de cunas y maitines.
 
Nada sé si es respuesta, pero sé que estas cosas
están vivas, subsisten, residen, permanecen;
y estas cosas son patria, son la patria de siempre,
empeñada en quedarse cuando todos fenecen.
 
Son ónticas presencias que vencen el derrumbe,
son materia y son forma de argentinas aldeas,
el tiempo y el espacio del pequeño rebaño
mientras lleguen los cielos junto a las tierras nuevas.
 
La Ciudad será salva si algún justo la habita,
si el Ángel que la abraza no rinde su ballesta,
o un abril imprevisto nos cubra de banderas
la semántica antigua de la palabra gesta.
 
Pero si ha muerto y dicen, de muerte irreversible,
en la conjura roja del odio y la vesania,
te pedimos Dios Nuestro que nos la resucites
como hiciste hace siglos, una tarde, en Betania.
         

Antonio Caponnetto
           

domingo, 12 de junio de 2011

En la fiesta de Pentecostés

¿QUÉ SON LOS PECADOS
CONTRA EL ESPÍRITU SANTO?
  
  
Un “problema” clásico de teología se deriva de la célebre frase del Evangelio de San Mateo (cap. 12, 31-32): “Todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre [Jesucristo], se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”. San Marcos (3, 28-30) y San Lucas (12, 10) tienen expresiones equivalentes.  San Marcos especifica que quien cometa tal acto “será reo de eterno pecado”, lo cual permite establecer la equivalencia entre las expresiones “blasfemia contra el Espíritu Santo” y “pecado contra el Espíritu Santo”.
  
Ésta es una de las frases más terribles pronunciadas por el Divino Salvador. Tal severidad se explica: ella se sitúa en el contexto del sorprendente comentario de los fariseos (como dice San Mateo) o de los escribas (al decir de San Marcos), de que Jesucristo expulsaba a los demonios en nombre de Belcebú. Jesucristo calificó tal comentario de “blasfemia contra el Espíritu Santo”, pecado imperdonable.
  
San Agustín llegó a afirmar que “tal vez, en todas las Sagradas Escrituras, no se encuentre ninguna cuestión mayor, ninguna más difícil” (Sermón 71, De Verbis Domini). El problema está en que, en el mismo tramo, son hechas dos afirmaciones aparentemente contradictorias: la primera, que todos los pecados son perdonados; la segunda, que el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón.
  
En general, siempre que en la doctrina católica se presenta una cuestión difícil, podemos tener la seguridad de que la solución será luminosa, y tanto más bella cuanto más difícil sea la cuestión. Es lo que sucede en este caso, que ocupó la mente de los mayores pensadores de la Iglesia desde sus comienzos. Santo Tomás, en cuatro artículos de la Suma Teológica (IIa. IIæ., cuestión 14; cfr. también cuatro artículos de la Ia. IIæ., cuestión 78), sintetiza las diversas soluciones presentadas; y, como de costumbre, esclarece brillantemente el problema teológico. Intentaremos resumir su pensamiento para transmitir al lector lo esencial de la argumentación.
  
¿Cuáles son los pecados contra el Espíritu Santo?  
Los pecados contra el Espíritu Santo son seis: 1) desesperación de la salvación; 2) presunción de salvarse sin merecimientos; 3) negar la verdad conocida como tal; 4) tener envidia o pesar de la gracia ajena; 5) obstinación en el pecado; y, 6) impenitencia final.
  
La referida obra añade que se llaman pecados contra el Espíritu Santo “los pecados de pura malicia, que siendo directamente opuestos a la misericordia de Dios y a la gracias del Espíritu Santo, hacen muy difícil la conversión”.

Ignorancia, pasión, pura malicia  
Santo Tomás observa que la voluntad se inclina al mal de diversas maneras: “A veces ocurre por falta de la razón, como cuando uno peca por ignorancia; mas a veces por el impulso del apetito sensitivo, como cuando peca por pasión. Mas ninguna de estas dos cosas es pecar por pura malicia; sino que sólo peca uno por pura malicia cuando la voluntad por sí misma se mueve al mal” (Ia. IIæ., cuestión 78 a. 3, c.).
  
Aquí está lo que define a los pecados contra el Espíritu Santo: son los que se cometen por “pura malicia”, no simplemente por ignorancia o pasión.
  
Como éste es un concepto fundamental para la comprensión de la materia, conviene desmenuzarlo.
  
Santo Tomás usa, en latín, la expresión certa malitia, que se traduce “por pura malicia”. En efecto, el primer sentido de la palabra certa, en latín, indica “aquello que está perfectamente decidido, resuelto y determinado en nuestro espíritu”. Por lo tanto, el pecado cometido con certa malitia no es el pecado cometido por debilidad, ignorancia o pasión, sino el que es cometido con perfecta adhesión de la voluntad al mal que envuelve el pecado.
  
Tenga el lector la bondad de releer la frase de Santo Tomás citada al inicio de este tópico, para ver si le quedó claro. Añado apenas, colateralmente, que la ignorancia no siempre excusa de pecado, pues ella puede ser culposa, y en ese caso tendremos lo que Santo Tomás llama pecado por ignorancia.
  
Comprendida, pues, la noción de certa malitia o pura malicia, podemos mostrar cómo ella está presente en los seis pecados que el Catecismo nos presenta como pecados contra el Espíritu Santo.
  
La malicia de los pecados contra el Espíritu Santo
  
Seis son, entonces, los pecados contra el Espíritu Santo:
  
1) La desesperación de la salvación.
  
2) La presunción de salvarse sin merecimientos. Dice Santo Tomás: “El hombre, en efecto, se retrae de la elección del pecado por la consideración del juicio divino, que conlleva entremezcladas justicia y misericordia, y encuentra también ayuda en la esperanza que surge ante el pensamiento de la misericordia, que perdona el mal y premia el bien; a esta esperanza la destruye la desesperación. El hombre encuentra también ayuda en el temor que nace de pensar que la justicia divina castiga el pecado, y ese temor desaparece por la presunción, que lleva al hombre al extremo de pensar que puede alcanzar la gloria sin méritos y el perdón sin arrepentimiento” (IIa. IIæ., cuestión 14 a. 2, c.). Este rechazo de la justicia y misericordia divinas implica una pura malitia certa, pues son dos atributos divinos que nadie desconoce.
  
3) La negación de la verdad conocida como tal.
  
4) El tener envidia o pesar de la gracia ajena. Enseña Santo Tomás: “Los dones de Dios que nos retraen del pecado son dos. Uno de ellos, el conocimiento de la verdad, y contra él se señala la impugnación a la verdad conocida, hecho que sucede cuando alguien impugna la verdad de fe conocida para pecar con mayor libertad. El otro, el auxilio de la gracia interior, al que se opone la envidia de la gracia fraterna, envidiando no sólo al hermano en su persona, sino también el crecimiento de la gracia de Dios en el mundo” (loc. cit.). Posiciones de alma que, una vez más, implican evidentemente malitia certa.
  
5) La obstinación en el pecado.
  
6) La impenitencia final. Leemos en Santo Tomás: “Por parte del pecado, son dos las cosas que pueden retraer al hombre del mismo. Una de ellas, el desorden y la torpeza de la acción, cuya consideración suele inducir al hombre a la penitencia del pecado cometido. A ello se opone la impenitencia, no en el sentido de permanencia en el pecado hasta la muerte, […] ya que en ese sentido no sería pecado especial, sino una circunstancia del pecado; aquí, en cambio, se entiende la impenitencia en cuanto entraña el propósito de no arrepentirse. La otra cosa que aleja al hombre del pecado es la inanidad y caducidad del bien que se busca en él, a tenor del testimonio del Apóstol: «¿Qué frutos cosechasteis de aquellas cosas que al presente os avergüenzan?» (Romanos 6, 21). Esta consideración suele inducir al hombre a no afianzar su voluntad en el pecado. Todo ello se desvanece con la obstinación, por la que reitera el hombre su propósito de aferrarse en el pecado” (loc. cit.).

Una vez explicadas las diversas formas que asumen los pecados contra el Espíritu Santo, nos faltaría mostrar en qué sentido se dice que ellos son imperdonables.  Esto queda para la próxima semana.
  
Mientras tanto, pidamos a la Santísima Virgen, Madre de Misericordia, Auxilio de los cristianos y Refugio de los pecadores, que nos dé la gracia de no caer en cualquiera de esos pecados monstruosos que, como advirtió Nuestro Señor Jesucristo, son imperdonables. Son para el alma, conforme explica Santo Tomás, lo que las enfermedades incurables son para el cuerpo: ¡no tienen cura, salvo un milagro espiritual, que sin embargo Dios puede conceder!
  

sábado, 11 de junio de 2011

Como decíamos ayer

SE FUERON DE MADRE
     
  
Hace pocos días, con ocasión del estallido público del sucio escándalo que compromete a Bonafini, a sus empleadores y empleados, recordamos el Editorial del nº 70 de Cabildo, del mes de diciembre de 2007. Dicho editorial se titulaba sugestivamente: Desaparecidos S.A.
       
Vaya ahora otro Editorial premonitor. El del nº 67, de agosto de 2007.  Lo hemos afirmado todo, cuando la mayoría callaba. Y lo hemos afirmado con nuestro estilo, sin elipsis ni eufemismos. Porque alguien tiene que decir la Verdad.
            
            
VULGARES LADRONES
        
        
La regla inexorable de los demócratas nativos, que hacen de sus gobiernos y de sus oficios un atraco perpetuo, se está cumpliendo escandalosamente bajo la tiranía kirchnerista. Los nombres de los cuatreros y la cantidad de sus rapacerías ya han tomado estado público, con minucias que delatan hasta qué punto la cleptomanía es al presente política de Estado. Se amontonan a diario los rostros del delito —surgen de noche ladrones, diría Horacio— y llevan todos ellos la marca indisimulable del ratero mayor, aposentado en La Rosada.
               
Ministerios, organismos de control estatal, secretarías públicas, reparticiones oficiales, sindicaturas nacionales o simples oficinas gubernamentales, son hoy las mayores usinas del desfalco, la estafa, el fraude y la rapiña. Bien aprendidas nos tenemos todos algunas de las denominaciones del saqueo: Skanska, Occovi o Enargas; y mejor grabadas están aún y para siempre, entre el pueblo sencillo, las imágenes de la bolsa y la valija, componentes de una heráldica tan innoble cuanto sucia, labrada a la medida del linaje político oficial. Sin embargo, no estaría de más enhebrar al respecto un par de reflexiones.
                  
La primera es sobre el doble papel que juega la Justicia ante tamaños enredos. Si cumple con su cometido y desenmascara crudamente a los responsables, empezando por el presidente, la destitución y la amenaza de muerte le espera al juez que a tanto ose. Tal el caso del Dr. Alfredo Bisordi. Si prueba las culpas criminales y al hacerlo fuerza la renuncia de algún funcionario de segunda línea, el Poder Ejecutivo se atribuye el mérito, como si suya y voluntaria hubiese sido la decisión de investigar y castigar el delito. Tal el caso de las actuaciones del Dr. Javier López Biscayart contra la constructora sueca de gasoductos. Y si involucra con sólidas pruebas a algún fantoche principal del oficialismo, como a la forajida Garré o la doncella sin fal, se procederá lisa y llanamente a remover al juez díscolo por otro de los muchos lisonjeros. Tal lo sucedido con el polémico Dr. Guillermo Tiscornia. En sendos casos es evidente la maniobra ultrajante de la justicia llevada a cabo por el mayor mandatario para cubrir su ya incubrible talante de primer desvalijador.
                
Sea la segunda reflexión para aclarar que no es ni será nunca suficiente responder al robo con los lugares comunes de las excusas vulgares. Se escucha a los fernandinos lacayos del déspota, y al déspota mismo, repetir tópicos imbéciles, acordes con sus cabezorras: “ahora no se tapa nada”, “caiga quien caiga”, y otros pretextos similares. Lo que no se tapa, no lo es por un imperativo de pureza sino por el desbordado caudal que ha adquirido la iniquidad.
                  
Como cloaca rebosante de su materia prima, muy a pesar de los usuarios que quisieran gozar del ocultamiento, lo que ya no se tapa es porque desborda y hiede. Y los que “caen” —pactando con ellos la transitoria “caída”— es porque primero fueron encumbrados irresponsablemente, habiendo dolo gravísimo en quien no sabe escoger ni columbrar la honradez de sus subalternos. Instalados en sus puestos a efectos de robar para la corona, toda vez que la ladronera sale a luz, la defensa del pirata consiste en decir que ha destituido a quien pecó, cuando en rigor sucedió que el desplazado no pudo seguir escamoteando su carácter delictivo.
                  
Los Kirchner —así pluralizados, en nefasto y monstruoso binomio— han gritado a voz en cuello que no estaban dispuestos a dejar sus convicciones en la puerta, cuando con el poder cargaron. Ahora sabemos bien de qué naturaleza son las convicciones que en ellos prevalecen. No ideológicas, como quisiera él para darse pisto. No intelectuales, como pretende ella para esconder la mona vestida de seda. Ni un revolucionario es el trasojado, ni una hegeliana la chichisbea. Vulgares chorros, para decirlo sin renunciar al latín. Allí están sus declaraciones juradas, sus patrimonios, sus asociaciones ilícitas, sus contubernios con la banca mundial, sus enjuagues financieros, sus dolosas maniobras, sus costosísimos viajes, séquitos y enjoyamientos vanos, a expensas todo y siempre del bien común y de la soberanía nacional.
                 
Non furtum facies, dice la Escritura (Éxodo, 20, 15). No robarás. Y agrega el Aquinate detallando cuando explica este séptimo mandamiento: “todos los tiranos que por la fuerza poseen reinos, provincias o feudos, son ladrones, y todos ellos están obligados a restituir”.
                
A los argentinos de manos limpias —manos que trabajan, que rezan, que consagran, que curan, que enseñan— nos corresponde unirlas. Unirlas de una vez, llenas de brío, libres de rencores, grávidas de justicia. Para impedir unánimemente el avance de esta gavilla de salteadores y corruptos. Para castigar sus perfidias y su negra codicia. Para erigir después sobre la patria el magisterio de esas manos de amor que la hicieron grande, como cantaba Paco Bernárdez. “Manos seguras en el día de la victoria y en la noche del vencido”.
           
ANTONIO CAPONNETTO
        


jueves, 9 de junio de 2011

Aviso

RECOMENDACIONES
LITERARIAS 


IRAZUSTA, Rodolfo:
“Artículos y discursos. Un homenaje a su memoria.”
Buenos Aires, 1968.
 

 
Alberto CATURELLI:
“El itinerario espiritual de Leopoldo Lugones”
Buenos Aires, 1981. $ 28

 
Rigoberto LOPEZ VALDIVIA:
“La ciencia-ficción de Teilhard de Chardin”
México, 1981. $ 32
    
    
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