lunes, 16 de mayo de 2011

Al que le pica, que se rasque

ADIESTRAMIENTO DEMOCRÁTICO PARA NIÑOS
            
                 
El 12 de mayo pasado, por orden del Ministerio de Educación de Santa Fe, en las escuelas de gestión pública y privada de toda la latitud de la provincia y en el marco de la «capacitación sobre el sistema electoral de boleta única» —mecanismo éste al que estarán sujetas las elecciones provinciales del próximo 22— se desenvolvió un simulacro de acto electoral, preparado durante los diez o quince días previos, en el que los niños de todos los cursos eran inducidos a esa polarización nerviosa de las campañas políticas que les dan a los asuntos humanos, a la sociedad del confort, un aire como de campo magnético. La excusa fue instruir, a través de los niños, a sus mayores y maestros sobre el novedoso modo de votar, que permite apostar (en el hipódromo en que devino nuestra regular contienda política, que pone en boca de los analistas alegorías tales como “la recta final”, a propósito de los días previos a los comicios) a gobernador por un partido, a senador por otro y a diputado por otro más, no que a intendentes y a concejales la misma libre opción.

No faltó en muchos maestros, para que el cretinismo no se universalizara tanto, el hastío y el malestar por el experimento. No todos se resignaron tranquilamente a lo que consideraban, con llano buen sentido, como “una estupidez”. Pero la exigencia hubieron de acatarla, como cuadra en todos los sistemas con vocación totalitaria, a trueque de hacerse reos de delito y pasibles de penas severas, hambre inclusa.

El desatino de la propuesta corre parejo con otras ofertas contemporáneas, tales como cursos de inglés para bebés, o bien simposios de filosofía para niños, a los que los concursantes son llamados a acudir munidos de lápices de colores. En las escuelas secundarias el juego de la democracia se reguló por la postulación de próceres o figuras eminentes de nuestra historia posterior a la Independencia, postulación hecha de consuno por una fracción del curso, que impulsaba a “su” candidato contra las pretensiones de otro sector, que por otra figura abogaba, y todos los chicos de todos los cursos votaban. En el entrevero pugnaban por un mismo cargo hombres extemporáneos el uno para el otro, como podrían serlo Belgrano y Sáenz Peña, o incluso integraban un mismo partido, en distintos cargos, aquellos que jamás podrían coasociarse, como Saavedra y Castelli. Y no se escatimaron jingles para apuntalar una plataforma, sabedores —como los viejos fundadores de la democracia— que Peithó, la diosa persuasión, es ante todo rica en mañas.

Puede colegirse, sin que por eso la molleja se extenúe por mucho trajinar, que, incapaz de juicio histórico alguno, la estudiantina se limitó a exhibir nombre y retrato de su candidato sin ofrecer apenas nada más. Un rostro en un cartel, un nombre eufónico: el decoroso plus, ¿podrían aprenderlo acaso de sus docentes? Pus, sólo pus irían a destilar, sin quererlo, cuando les tocara reflejar en su mascarada los usos más extendidos de la política de los adultos. Porque ahí sí que aparecieron, verdaderos protagonistas de las reñidas tramas electorales, del todo congruentes con la práctica al uso, el soborno, el chantaje, la rapiña, y se supo de chicos que procuraban comprometer el voto de sus compañeros —por la sola veleidad de salir victoriosos, por el solo gusto de triunfar sobre sus pares— con la oferta de un chocolatín. En una escuela de una pequeña ciudad de la provincia triunfó el candidato que prometía “entregar a su hermana”: vemos corroborada aquí la tesis del presunto erotismo ínsito en la política, por el que el pueblo contemplaría con los ojos de Pigmalión a sus representantes tiesos en el afiche, en el estrado. Si no acaso una bravata goliárdica que atiza y denuncia, a una, la perruna lascivia que se ha apoderado del medio ambiente social.

En el pueblito de mi residencia, los chicos de diez u once años hacían prometer sin ambages a sus candidatos “comida gratis para todos”, “ropa gratis para todos”, poniendo en evidencia la trágica irresponsabilidad de nuestros hombres públicos al ventilar sus promesas. Y los más parvulitos, incapaces aún de leer y escribir o de interesarse por la feria de prohombres, eran llevados a optar entre el pato Donald o Tribilín, inmutable el mecanismo de suscitar adhesiones fáciles a través de una propaganda prerracional.

La finalidad de la maniobra, vista en su conjunto, no es la de inculcar en los escolares la curiosidad por nuestras figuras históricas, las de feliz como las de nefasta memoria. Ni la de hacer a sus padres más llevadero el enojoso cambio en la metodología eleccionaria, padres que vendrían ahora a aprender absurdamente de sus hijos cómo se debe votar. Antes bien es afirmar la validez de un sistema político inválido, situado ya en el colmo de su esterilidad, amaestrando a los niños para que alcancen a ser buenos sacrificantes en el ritual profano y árido del “cuarto oscuro”, de la urna hambrienta de sufragios y del sellado ocioso de papeletas. Signos todos visibles y tangibles —sin relación alguna con la belleza, que le es de hecho ajena y bien esquiva— de cuál sea el tenor litúrgico de la religión del Hombre, que a ésta remite la democracia.

Los burócratas de la enseñanza, que asumen a la ley 1420 como a nuestra “tradición” educativa (olvidando por ignorancia y levedad el trivium y el quadrivium), deberían alentar la formación de una conciencia histórica en sus educandos, enseñándoles, a fuer de objetivos e imparciales, que la democracia ateniense dejaba sin derecho a voto a los esclavos y practicantes de oficios menores —incluido el comercio—, beneficiándose entonces con el mismo derecho sólo un veinte por ciento de la población. Y tendrían que advertirles que Atenas padeció ciento treinta años el estado de derecho, al fin de los cuales vio rebosante la copa de los vicios públicos y corrompidas hasta el asco todas las funciones civiles. Que el método de los conductores de masas incluyó desde un primer momento la inducción al terror y la invitación a la complicidad silenciosa, y que bajo la capa de la voluntad popular pudieron ejecutarse los designios más ruines y consumarse el atropello de todas las garantías, aplicando venganza contra los representantes de la aristocracia a través de juicios parcialísimos y muertes a traición. A los enemigos, ni justicia. Por eso Platón, atento al peligro de la degradación del hombre por obra de la creciente sedición de los instintos contra el predominio del alma racional, señaló en su República los sucesivos escalones del envilecimiento público, bajando del gobierno de los óptimos a la timocracia (thymós= temple, y especialmente ánimo guerrero, sentido militar del honor), y de ésta a la oligarquía, para desbocar en la democracia, en la que los cargos públicos suelen recaer en los sujetos menos aptos para ejercerlos, y que prepara el terreno al despotismo, última de las fases de la escala descendente. Lección confirmada por Aristóteles que, según es noto, hace de la democracia una corrupción del principio republicano de gobierno.

¡Cuántos son los historiadores sagaces que han vinculado con larga parábola esta llamada “primera revolución democrática”, la de Atenas, y la francesa de 1789, reconociendo en ambas unos mismos horribles motivos rectores detrás de la lisonja con que se encantaba al pueblo, dándole a éste a creer que ejercía algún poder! No son pocos a admitir que el jacobinismo produjo la orgía de sangre más espantosa en toda la historia, sembrando de cadáveres mutilados las calles de París entre espumarajos de júbilo demoníaco y risas espasmódicas de las hienas revolucionarias: ni siquiera los sacrificios humanos a Moloch, ni la inmolación de niños al dios-sol de los incas, emparejan la perversidad de los crímenes que acumuló la causa democrática francesa. Y esto es por la sencilla razón, no más ardua de exponer a los niños que a sus maestros, de que la apostasía es el peor de los delitos, y de que el mundo otrora cristianizado no puede sino degradar precipitadamente desde que decide sacudirse el suave yugo del Evangelio. Corruptio meliora pessima: esto es “encontrar el demonio la casa barrida y arreglada”, y tomar a otros siete peores que él para entrar allí a hacer demora.

Tocqueville, de quien no puede sospecharse la menor simpatía hacia el Antiguo Régimen, escribió hacia 1830 sobre el género de opresión venturo que podía él entrever, y nosotros padecemos a la letra: «busco en vano una expresión que reproduzca y encierre exactamente la idea que me formo; las antiguas palabras de despotismo y tiranía ya no son adecuadas… Veo una inmensa multitud de hombres parecidos y sin privilegios que los distingan, girando incesantemente en busca de pequeños y vulgares placeres, con los que contentan sus almas sin moverse de sus sitios. Cada unos de ellos, apartado de los demás, es ajeno al destino de los otros, a quienes ni siquiera ve… Por encima de todo esto se yergue un inmenso poder tutelar que se hace cargo de proporcionarles sus placeres y de vigilar sus destinos. Es un poder absoluto, detallado, regular, previsor y dulce. Podría asemejarse a la potestad paterna si, como ésta, tuviera por finalidad la preparación de los hombres para la edad viril; sin embargo, este poder no persigue sino el fijarlos irrevocablemente en la infancia… La igualdad democrática ha preparado a los hombres para todo esto: ella los ha predispuesto a soportar todas estas cosas y también, con frecuencia, a considerarlas como un verdadero beneficio… La democracia no quiebra las voluntades, sino que molesta y fatiga, cohíbe, embota y, por fin, logra reducir a cada nación a sentirse una simple majada de animales tímidos e industriosos cuyo pastor es el gobierno».

Nuestro concepto de soberanía popular ya no remite a la célebre teoría de la delegación del poder profesada por teólogos juristas como Suárez y Mariana, entre otros, que hacía descender el poder desde Dios hacia la comunidad humana orgánica, para deponerlo ésta a su vez en la autoridad del monarca. Con todo lo que hubiera de opinable en la tesis, quedaban en ésta a salvo las necesarias gradualidad y participación por las que el todo social era armónicamente integrado en una unidad –al modo un poco en que en la célebre cuarta vía de santo Tomás se explicaba la jerarquía ontológica de los seres como prueba racional de la existencia de Dios. Así se respondía exitosamente y por anticipado a la tentación del despotismo dieciochesco, que se pretendía investido inmediatamente de lo alto, pero también se contestaban las aberraciones de nuestra hora, esas mismas que anulan las necesarias distinciones para aquilatar el espejismo de una autoridad que se presume inherente a la muchedumbre, por intrínseca necesidad. Nuestro concepto de soberanía popular es criminal y sacrílego, se funda en la soberbia y prepara la adoración del hombre; su predicación a los niños apunta a hacer objeto de aborto espiritual a aquellos no tronchados por el aborto quirúrgico.

Vano es hablar de “fraude” en el acto eleccionario, como si se denunciara una irregularidad de suyo ajena al sistema. Lo fraudulento es afirmar la democracia, la probidad del montón, la razón del número. Ante el procurador Pilatos tronó indiscutiblemente la voluntad popular, y el juicio más inicuo de la historia humana fue el fruto de un plebiscito acordado a las mayorías. Esperamos que, no perdida la inocencia tan aprisa, nuestros niños no resulten permeables a la oscura invitación. Ellos, aún no desfigurados por la larga experiencia del pecado y la mentira, pueden lamentarse con las mismas palabras que el poeta puso en sus bocas:  nosotros no lo hubiéramos matado,  y mucho menos puesto en una cruz.

El infante don Flavio
          

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de la "boleta única" es una demostración de humildad de las autoridades públicas, que reconocen que el sistema es perfectible, y por eso corren a aplicar reformas y correctivos esporádicos. Para que la fiesta de la democracia se desenvuelva a satisfacción de todos.
¡Que se vayan todos!

shl2008 dijo...

Basta leer la Billiken para ver el lavado de cerebros que esta democracia intenta.

Anónimo dijo...

si claro, es que son tan infantiles, que ya recuuren a los infans porque los adultos lesdamos la espalda. este pais se convirtiò en un jardian de infantes, e inverbes, estupidos,

Anónimo dijo...

saludos a la gente de cabildo
leonardo de nueva soberania

http://alianzarg.blogspot.com/

ARGENTINA RESISTE
NS