domingo, 5 de abril de 2009

Homilía del Domingo de Ramos


LA ENTRADA TRIUNFAL
EN JERUSALÉN


Así como las riquezas suelen perder a los incautos, así también el ansia de los principados: aquéllas conducen a la avaricia; esta otra a la arrogancia. Mira cómo entre los judíos la turba está sana, pero los príncipes corrompidos. A cada paso testifican los evangelios que las turbas creían en Jesús: Muchos de la turba creyeron en él. Pero de los príncipes muchos no creían. Son éstos y no la turba los que dicen: ¿Acaso alguno de los príncipes ha creído en él? Y ¿qué es lo que éstos aseveran?: La turba del pueblo, que no conoce a Dios, es maldita.

A los creyentes los llaman malditos, y a sí mismos, que dieron muerte a Cristo, se llaman prudentes. Lo mismo pasó en nuestro caso. Muchos que habían visto el milagro creyeron; mientras que los príncipes, no contentos con sus propios males, aun intentaban matar a Lázaro. Pase que intentéis la muerte de Cristo, que abolía el sábado, que se hacía igual al Padre, y que lo hagáis temerosos de los romanos. Pero en Lázaro ¿qué crimen habéis descubierto para que penséis en matarlo? ¿Es acaso un crimen el recibir un beneficio? ¿Adviertes lo sanguinario de semejante determinación?

Muchos milagros había hecho Cristo, pero ninguno los había enfurecido tanto como éste: ni el del paralítico, ni el del ciego. Fue porque este milagro, por su naturaleza misma, era más admirable y venía después de muchos otros: resultaba cosa estupenda ver a un muerto de cuatro días caminar y hablar. Por lo demás resultaba bello ministerio para la fiesta mezclar la celebración con el asesinato. También acusaban ellos a Cristo de abolir el sábado, y así concitaban a las turbas; pero en este milagro, como nada podían acusar contra Él, maquinaban contra el resucitado. Aquí no podían decir que Cristo era adversario del Padre, pues la oración de Cristo lo impedía.

Quitada por lo mismo esta materia continua de acusación, quedaba en pie el milagro brillante; por lo cual se inclinan al asesinato. Lo mismo habrían hecho con el ciego si les hubiera faltado la acusación acerca del sábado. Por otra parte, el ciego era plebeyo y lo arrojaron del templo; mientras que acá se trataba de una persona insigne, como se echa de ver porque muchos corrieron a consolar a las hermanas; aparte de que el milagro se había realizado presenciándolo muchos y de una manera estupenda. De manera que todos corrían a contemplarlo. Y también esto les escocía: que todos, dejando a un lado la fiesta, concurrieran a Betania. Maquinaron, en consecuencia, asesinar a Lázaro, aunque no parecían atreverse: ¡tan sanguinarios eran! Con razón la Ley comenzaba con estas palabras: ¡No matarás! Y de eso los acusa el profeta: Sus manos están llenas de sangre.

Mas ¿cómo es que Jesús, tras de no presentarse públicamente en Judea y de haberse apartado al desierto, ahora de nuevo confiadamente regresa? Tras de haber aplacado con su retirada la ira de los judíos, se les presenta ahora, cuando ya están quietos. Por lo demás las turbas que precedían y seguían a Jesús, podían ponerles temor; puesto que nada las había atraído tanto como el milagro hecho en Lázaro. Otro evangelista dice: Alfombraron el camino con sus mantos; y otro: Toda la ciudad se conmovió; ¡con tan grandes honores entraba Jesús! Procedió así Jesús para adelantar una profecía y cumplir otra. De modo que el principio de una fue el término de la otra. Porque aquello de: Alégrate porque tu Rey viene a ti manso, cumple una profecía; y que entre montado en un asno, profetiza una cosa futura, o sea, que se le sujetaría el linaje impuro de los gentiles. Pero ¿por qué otros evangelistas dicen que envió a los discípulos y les dijo Desatad el asna y su pollino; y en cambio Juan nada dice de eso, sino que habiendo Jesús encontrado un asnillo montó en él? Es creíble que sucedieran ambas cosas; o sea que tras de soltar el asna y llevándola los discípulos, Él la encontrara y la montara. Y tomaron ramos de palmas y de olivos y tendieron por el suelo sus mantos, demostrando de esta manera que lo juzgaban por más que profeta.

Y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¿Adviertes cómo sobre todo colmaba de dolor a los príncipes de los sacerdotes el que todos estuvieran persuadidos de que Jesús no era adversario de Dios? Más que todo dividía las opiniones del pueblo el que dijera de Sí mismo que venía del Padre. ¿Qué significa: Alégrate sobremanera, hija de Sión? La mayor parte de los reyes habían sido inicuos y codiciosos, y los ponían en manos de sus enemigos, y arruinaban al pueblo y lo supeditaban a sus adversarios. Es pues como si el profeta dijera: Confía en que éste no será así, sino manso y suave, como lo da a entender su cabalgadura.

No entró Jesús en Jerusalén rodeado de ejércitos, sino montado en una pollina. Y dice el evangelista: Sus discípulos no advirtieron que así estaba escrito de Él. ¿Ves cómo ignoraban muchas cosas porque Él aún no se las había revelado? Así cuando dijo: Destruid este santuario y en tres días lo levantaré, tampoco lo entendieron. Y otro evangelista afirma que semejante discurso estaba oculto para ellos y que no sabían que al tercer día resucitaría de entre los muertos. Con razón les estaba oculto. Por lo cual otro evangelista cuenta que cuando le oían estas cosas, se entristecían y se dolían. Sucedía eso porque no tenían idea de la resurrección. Y con razón se les ocultaba entonces, pues superaba su capacidad.

Pero este caso de la asna ¿por qué se les ocultaba? Porque también aquí había una profunda significación. Advierte la virtud del evangelista y cómo no se avergüenza de confesar la ignorancia en que estaban. En realidad, el que siendo rey tuviera que padecer y ser traicionado, les habría causado escándalo. Por otra parte, no tan fácilmente habrían comprendido qué clase de reino era aquél; pues otro evangelista afirma que ellos pensaban que Jesús se refería a un reino de este mundo. Y la turba testimoniaba que había resucitado a Lázaro. Como si dijera: No se habrían convertido tantos repentinamente si no hubieran creído a causa del milagro.

Y los fariseos se decían unos a otros: ¿Veis cómo nada adelantamos? Todo el mundo se va tras él. Pienso que esto lo decían los cuerdos de entre ellos; y que no se atrevían a declararlo públicamente. De modo que por el suceso refutaban a los otros, pues sus intentos resultaban inútiles. Llaman mundo a la turba. Porque suele la Escritura llamar mundo, ya al conjunto de las creaturas, ya a quienes viven perversamente. En el primer sentido dice: El que hace salir a su mundo ordenadamente. En el otro sentido dice: El mundo no os odia, pero a Mí sí me odia. Es conveniente advertir esto cuidadosamente, a fin de que los herejes no hallen ocasión, valiéndose del significado de las palabras.

Había un grupo de helenos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta. Estando ellos a punto de hacerse prosélitos, subieron para la solemnidad; y conmovidos por la fama de Jesús, decían: Queremos ver a Jesús. Felipe lo comunicó con Andrés por ser éste discípulo más antiguo. Pero no lo hace sin precauciones ni en público, pues había oído el precepto: No vayáis a los gentiles. Lo que comunicó con su condiscípulo fue luego a decirlo al Maestro; pues según parece ambos se lo refirieron.

¿Qué responde Cristo?: Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo. ¿Qué significa: Ha llegado la hora? Había dicho a los apóstoles: No vayáis a los gentiles, para quitar a los judíos todo motivo de obstinación, y así contuvo a los discípulos. Mas como los judíos permanecían intratables y en cambio los gentiles trataban de acercársele, dice Jesús: Tiempo es ya de ir a la Pasión, pues todo se ha cumplido. Si perennemente hubiéramos de limitarnos a estos contumaces y no recibiéramos a los que anhelan acercarse, sería cosa indigna de nuestra providencia.

Habiendo, pues, de enviar a sus discípulos a los gentiles después de la crucifixión, como viera que aquéllos espontáneamente se acercaban, les dice: Ha llegado el tiempo de que Yo sea crucificado. No permitió que aquéllos se acercaran antes, para que eso sirviera de testimonio ante los judíos; por lo cual, antes de que lo rechazaran, antes de que lo llevaran a la cruz, no les dijo a los apóstoles: Id y enseñad a todas las gentes; sino: No vayáis a los gentiles. Y también: Yo no he sido enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel; y además: No es bueno tomar el pan de los hijos y darlo a los perros.

Ahora en cambio que los judíos lo odiaban, y hasta tal punto lo odiaban que le daban la muerte, era ya inútil insistir cuando ellos se negaban. Lo rechazaron diciendo: No tenemos más rey que el César. Entonces finalmente los dejó, pues ellos los primeros lo habían abandonado. Por tal motivo les dijo: ¡Cuántas veces quise congregar a vuestros hijos y lo rehusasteis!

San Juan Crisóstomo
(Homilía 66, del Ev. De San Juan)

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