viernes, 30 de enero de 2009

Chico Carlo


LA SHOAH,
¿VERDAD DE FE?


Confieso mi ignorancia. No sabía que se ha agregado un nuevo artículo al Credo. No lo supe, en realidad, hasta que leí la edición cotidiana del diario oficial u oficioso de la Santa Sede, “L’Osservatore Romano”, del 26 – 27 de enero pasado. Allí, en primera plana, bajo el título Un libreto equivocado, que lleva las iniciales de Carlo di Cicco, subdirector del diario, encontré el siguiente párrafo: “De la aceptación del Concilio desciende necesariamente una límpida posición sobre el negacionismo (se refiere a la negación del holocausto judío). La declaración Nostra aetate , que representa la más autorizada revisión católica respecto del hebraísmo, deplora «los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones del antisemitismo dirigidas contra los hebreos en cualquier tiempo y por cualquiera que fuere». Se trata de una enseñanza no opinable para un católico(lo destacado en color es mío).

Vayamos por parte. La Santa Sede levantó la excomunión a cuatro obispos pertenecientes a la Fraternidad San Pío X, consagrados en 1989 por Monseñor Marcel Lefebvre y excomulgados por Juan Pablo II. La medida causó una ola de indignación en altos círculos judíos porque uno de los cuatro obispos, Monseñor Richard Williamson, en declaraciones ante la televisión sueca, hace unos meses, puso en duda la versión oficial del Holocausto judío con lo que el prelado habría incurrido —según el dictamen de aquellos círculos judaicos— en el “negacionismo”, al parecer una suerte de herejía secular contraria al dogma inamovible de la Shoah.

Por tanto, si el Papa vuelve a admitir en la comunión de la Iglesia a quien incurre tan claramente en “negacionismo”, no queda sino concluir que el propio Benedicto XVI o bien avala el “negacionismo” o al menos lo tolera. Y esto significa, eo ipso, borrar el Concilio Vaticano II, con Nostra ætate incluida, abjurar del diálogo con los judíos y volver a las andadas preconciliares. Ni más ni menos, tal es el razonamiento de los judíos. No puede sorprendernos. Ellos niegan a Cristo. Rechazan, con violenta obstinación, cualquier propuesta de conversión. No quieren al Mesías. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Las palabras del Evangelio de San Juan siguen allí, clavadas en el misterio de la historia.

Pero, ¿los católicos? Se supone que estamos obligados a discernir. Precisamente, lo que el articulista del “L’Osservatore Romano” no hace. Por empezar no es cierto que de las enseñanzas del Concilio se derive posición alguna sobre el llamado “negacionismo” si por tal se entiende la apreciación —siempre opinable— de un hecho histórico que en sí misma está reservada a la competencia de la ciencia histórica. Menos puede pretenderse que esa posición resulte “no opinable para un católico” como si se tratase de una verdad de fe o de moral. ¿Es que ahora la Shoah, en su versión oficial, es un dogma de Fe? ¿Acaso cuestionar o negar mediante el método de las ciencias históricas un hecho histórico constituye un atentado a las enseñanzas infalibles del Magisterio?

Curioso. En una época en que todo es opinable, en que no se sanciona a casi nadie, en que corren dentro de la Iglesia las más variadas propuestas teológicas, litúrgicas y pastorales sin el menor cuidado por la ortodoxia, nos venimos a enterar de que un católico no puede opinar libremente acerca de un hecho histórico.

Además, me decía un amigo, buen cristiano, humilde y devoto: “Pero… ¿cómo? Los judíos niegan a Cristo y nadie, en la Iglesia, dice nada y se sigue adelante con el diálogo y la amistad. Pero si un obispo niega el holocausto el diálogo se corta y se acaba la amistad. ¿En qué quedamos?” Dejo picando la pregunta.

Pero, al final, ¿qué pretenden nuestros “hermanos mayores” tan fielmente secundados por no pocos católicos, esos católicos “mistongos” como los definió Castellani? Primero nos hicieron renunciar al deicidio. Después nos obligaron a pedirles perdón por haber contribuido al antisemitismo en épocas oscuras de la Iglesia. Ahora, al parecer, van por más. Pronto escucharemos en nuestros templos la nueva versión ampliada del Credo: “Creo en … el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna y la Shoah. Amén”.

Mario Caponnetto

jueves, 29 de enero de 2009

Poesía que promete


MADRES

Yo vi ayer la victoria que nos hará invencibles.
Yo vi en la sala blanca del más blanco hospital
una madre que estaba junto a dos hijos muertos.
Rezaba y no lloraba… ¡tenemos que triunfar!

Podrán ser trabajosas las horas de la lucha
y duras las jornadas e incierta la labor:
¡pero la mansedumbre de aquel dolor sereno
robaba la victoria de las manos de Dios!

Aquel rebuño tibio de ropas y de lutos,
aquel bullir de abejas de su mudo rezar…
¡qué cantidad inmensa de la mejor España
guardaba en su callada custodia de cristal!

¡Qué victoria de gritos y sollozos había
bajo aquel apretarse los labios de marfil!
Se comprenden los hijos que mueren de ese modo
cuando se ven las madres que los sienten así.

Orillas del Jarama: breñas de Somosierra,
la victoria es segura porque tenéis detrás
la reserva infinita de esas madres de España
que no saben llorar.

¿Qué sabemos nosotros dónde se está ganando
la guerra cada día, si esta guerra es de fe?
¿La ganará esa niña que va cogiendo flores
o ese fraile que reza junto al alto ciprés?

¿Qué sabemos nosotros cuál gana más batallas:
la madre que se queda o el hijo que se va?
¿Qué sabemos nosotros del peso de las cosas
que Dios mide en sus altas balanzas de cristal?

Pero sí conocemos que no hay peso más grave
que el de aquella mirada de madre que yo vi:
triste como la luna sobre el campo vacío,
serena como el agua de un arroyo de abril.

¡Si para redimirnos y lavar nuestras culpas
fue preciso que en prenda del más alto dolor,
se unieran y juntaran, cual milagros gemelos,
la pena de una Madre con la muerte de un Dios!

José María Pemán

miércoles, 28 de enero de 2009

La iglesia clandestina


MALANDANZAS DEL
PADRE JOAQUÍN NÚÑEZ


Cosas que hacen “fablar las piedras” son las que sucedieron en la Arquidiócesis de Rosario, a cargo en aquel entonces de Monseñor Eduardo Mirás, quien era nada menos que el Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Allí desarrollaba sus actividades un increíble activista marxista o también, si se quiere, un increíble funcionario público y candidato en campaña proselitista. O asimismo, si también se quiere, un más increíble párroco, todos reunidos en una sola persona y por el mismo precio, el Padre Joaquín Núñez. Este sacerdote es un ejemplo viviente de cómo se puede hacer la vista gorda y contravenir todas las disposiciones vigentes de la Iglesia sobre la actividad política de los religiosos, no hablemos ya de su doctrina.

Núñez tenía el don de la ubicuidad, ya que en forma simultánea se desempeñaba en la Secretaría de Estado de Promoción Comunitaria como Director Provincial de Asuntos Indígenas de la Provincia de Santa Fe, con sede en la Avda. Almirante Brown 6968, ciudad de Santa Fe, sirviendo al César, y finge servir a Dios como titular de la Parroquia de Nuestra Señora de la Consolación, en la ciudad de Rosario.

Pero eso no es todo. ¡Qué va a ser! Núñez no se privaba de nada, y se candidateó en la lista 703, Partido Confluencia Santafesina, adscripto al Frente de la Victoria kirchnerista, para ser concejal de Rosario, llevando como primer concejal al dirigente Eduardo Toniolli, de la organización marxista HIJOS, y otros bolches más como Carmen Esquivel, asidua columnista de la revista “La Fogata”, una publicación reivindicadora —entre otros de la misma laya— del homicida serial que fundara el ERP, Mario Roberto Santucho.

Por supuesto Núñez es todo un “progresista”, y tiene como referente nacional a Néstor Kirchner. No te asustes por ello, paciente lector, porque sus referentes internacionales son peores: Hugo Chávez y Fidel Castro.

Consecuentemente con lo dispuesto por la inteligencia cubana en toda Hispanoamérica, Núñez junto a lo mas granado del marxismo argentino, firmó una costosa solicitada de repudio al ALCA que apareció en “Página/12” el 26 de octubre de 2003. Allí, entre los Etchegaray, los Movimientos de Solidaridad con Cuba y los bolivarianos, también aparecen las firmas del Padre Bernardo Hugues (el párroco del neosantuario terrorista porteño de Santa Cruz), del terrorista Puigjané y del infaltable Farinello.

Curiosamente, o mejor dicho no tan curiosamente, aparecen también como suscriptores de dicha solicitada el Equipo de Pastoral Social de la Diócesis de Santiago del Estero y la Acción Política Lésbica, Gay, Travesti, Transgénero, Bisexual. Pero lo que termina de desnudar la teología de los farandulescos personajes clericales citados es el acompañamiento que tienen de las profetisas de la cultura de la muerte, las abortistas María José Lubertino y Marta Rosemberg. Esta última, entrenada en Cuba y que fuera detenida oportunamente por integrar una célula terrorista, es la que firma al lado del increíble Padre Núñez.

Esta grave inconducta sacerdotal de Núñez es una constante en su vida, hay muchos ejemplos más. Sólo consignaremos que el 1º de septiembre de 2005 otro órgano vinculado a al castrocomunismo cubano, “Resumen Latinoamericano”, publicó una declaración de apoyo a los cinco terroristas marxistas detenidos de Nueva York. También en esa ocasión el firmante Núñez es acompañado por Fray Antonio Puigjané. Materialismo dialéctico, ateísmo, marxismo, intervención en acciones de la inteligencia cubana, proselitismo partidocrático, campañas con la contranatura y el asesinato de niños por nacer, realmente el Padre Joaquín Núñez no se priva de nada.

Ahora la pregunta obligada es para su superior, el entonces Arzobispo de Rosario y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Eduardo Mirás: ¿Usted no sabía nada de todo esto, no le importaba saberlo, no hizo nada una vez informado, creía católica la conducta de su subordinado y compatible con su ministerio sacerdotal?

No habrá respuestas. Se necesitan imperiosamente varones de Cristo pastoreando al rebaño argentino.

Fernando José Ares

martes, 27 de enero de 2009

De pluma ajena


OTRA MENTIRA DE LA CONADEP

El sorprendente relato del militar que dice que la CONADEP le pagó por su testimonio. Es Oreste Vaello. Su declaración ante la Comisión desnudó el funcionamiento de la CNU y del Batallón de Inteligencia 601. Pero, veintidós años después, en La Plata, dijo que le habían pagado para admitirlo. Si faltaba algo, se asumió ladrón y estafador. Y más tarde confesó que lo habían amenazado.

Declaró en la CONADEP en 1984, y sus detalles desnudaron el funcionamiento interno de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) y del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército Argentino. Estanislao Oreste Vaello también dio precisiones sobre el secuestro y la desaparición de los miembros de la familia Bettini y el asesinato de Laura Carlotto.

Militar retirado del Ejército, Vaello involucró en su testimonio original a muchos pesos pesados de la estructura represiva de la dictadura. Pero 22 años después, cuando le tocó ratificar en el Juicio por la Verdad ese testimonio, declaró que la Comisión Nacional de Desaparición de Personas le había ofrecido ayuda económica para su familia a cambio de que reconociera como propios relatos ya escritos.

“No, esa no es mi firma. Ni lo que yo declaré”, dijo, y cortó como con cuchillo el aire de la Sala I de los Tribunales Federales de La Plata. “¿Pero, cómo? ¿Quiere decir que esto no lo dijo usted?”, lo interrogaron los jueces Alberto Durán, Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo. “No. Me pagaron para que reconociera que eso era mío”, apuntó.

A medida que avanzaba con su relato, su testimonio desorientaba cada vez más a los presentes en el auditorio. Vaello contó que sólo estuvo un año en el Ejército y que luego, hasta 1979, se la pasó entrando y saliendo de la cárcel. ¿A qué se dedicaba usted en esa época? “Era ladrón y estafador”, indicó.

El militar retirado añadió que desde 1979 hasta 1986 estuvo preso en forma continua. Y que luego recuperó la libertad. “Robos calificados, robos de automotores, cheques sin fondos, privación ilegítima de la libertad, esas cosas”, afirmó sobre los delitos que había cometido. Vaello aseguró que siempre estuvo en prisiones militares, por su condición de uniformado retirado. Pero su relato, además de asombroso, fue muy contradictorio. Le negó a Durán conocer a un hombre de apellido Valdez.

Más tarde, le volvieron a hacer la misma pregunta, y admitió conocer a ese mismo hombre. Valdez era un oficial de inteligencia.

Ante la CONADEP, declaró conocer a Arias Duval, del Batallón de Inteligencia 601. Es más, dio detalles sobre órdenes escritas de ese oficial para exterminar personas. Pero el miércoles negó haberlo conocido. El testimonio se cortó por un cuarto intermedio dispuesto por el Tribunal.

A su regreso, era visible que Vaello estaba muy nervioso. Tanto, que Durán intervino. “¿Usted está nervioso? ¿A usted lo han amenazado?”, preguntó el magistrado. “No, aquí dentro no. Pero recibí un llamado en una oficina de una ONG de Paraguay (donde vive)”, confesó.

Durán le contó después a “Hoy” que le extrañó “mucho la declaración de este hombre. Todo indicaba que iba a declarar toda la verdad que había contado a la CONADEP y terminó por darse vuelta. Pero una vez terminada la audiencia reconoció que estaba muy nervioso y me pidió que lo citara nuevamente”.

Algunos comentaron fuera de la audiencia que era posible que se hubiera sentido “amenazado”. Chicha Mariani, por su parte, dijo que siempre le pareció que Vaello era un mentiroso y que tenía internas con otros militares.

Mariano Confalonieri
(Tomado del Diario “Hoy”, de La Plata, 23 de septiembre de 2006)

El 3 de diciembre de 2004, en una conferencia de prensa, con ocasión de la 24ª Marcha de la Resistencia, la misma Bonafini reconoció: “El «Nunca Más» fue la mentira más grande de los radicales”. Hechos como los que se exponen aquí parecen darle la razón.

domingo, 25 de enero de 2009

Lecturas dominicales


EL ABRAZO
DE ROMA


Nos entregamos a la Providencia y estamos persuadidos de que Dios sabe lo que hace y que dentro de algunos años, lo mismo que cuando el Cardenal Gagnon hizo su visita catorce años después de la primera visita de Roma (en la que habíamos sido suspendidos y que se nos había llamado “fuera de la comunión con Roma”, “contra el Papa”, que éramos rebeldes, “disidentes”) reconoció que lo que hacemos, será sin duda, necesario para la nueva reconstrucción de la Iglesia…

El mismo Cardenal asistió luego pontificalmente a la Misa que celebré el 8 de diciembre para la renovación de las promesas de nuestros seminaristas, siendo que estoy “suspendido”, y que, en principio, ya no debería decir ni Misa, ni dar sacramentos. Así, catorce años después se nos daba prácticamente carta blanca, diciéndonos: — Ustedes han hecho bien. Entonces, hemos hecho bien en resistir.

Estoy persuadido de que hoy estamos en las mismas circunstancias. Estamos persuadidos de que todas estas acusaciones de las que somos objeto, todas esas penas son nulas, y por ello no tenemos en cuenta ninguna de ellas, lo mismo que no tuvimos en cuenta la suspensión.

Así como acabamos de ser felicitados por la Iglesia, pues bien, del mismo modo, dentro de algunos años, seremos abrazados por las autoridades romanas que nos agradecerán el haber mantenido la Fe en los seminarios, en las familias, en las ciudades, en nuestros países, en nuestros conventos, en nuestras casas religiosas, para la mayor gloria de Dios y para la salvación de las almas.

† Marcel Lefebvre
Arzobispo

Nota: Transcribimos aquí los últimos párrafos de la homilía que Monseñor Lefebvre pronunciara en las consagraciones episcopales de 1988.

sábado, 24 de enero de 2009

Asesino siempre


EL CASO
PUIGJANÉ


Ayer, desde las filas del ERP o de su sucedáneo el MTP, cohonestó activamente el crimen de soldados y policías argentinos; ahora, el de los niños por nacer. Como en La Tablada le demostraron que meterse con hmombres era peligroso, ha buscado nuevos blancos, esta vez totalmente indefensos. Además, con los años de cárcel, aprendió que conviene tener total impunidad cuando se mata; entonces busca que estas nuevas víctimas sean asesinadas por mano ajena, la mano que firme las sentencias aprobando el aborto. Por eso el fraile Antonio Puigjané —de él se trata—apareció muy suelto de cuerpo en la lista de Apoyos particulares a la postulación de Carmen Argibay.

La Jerarquía, claro, nada dice ni dirá. Tampoco los superiores capuchinos a los que teóricamente debe obediencia. ¿Sanción, suspensión a divinis, excomunión, simple desautorización pública, pequeño reto, llamadita de atención? ¡Por favor! Cuando el hombre estaba alojado cómodamente en la Parroquia Santa María de los Ángeles, del barrio de Saavedra, lo reportearon allí sus amigos de “Página/12”, para que, a quince años de la batalla de La Tablada, justificara ampliamente al bando marxista que invadió la unidad militar (cfr. “Página/12”, 25 de enero de 2004, págs. 12-13). Lo más grave, empero, no fue su previsible apoyo al terrorismo, sino la blasfema baladronada según la cual habría ayunado 17 días más que Jesucristo. “A veces lo provocaba”, dice el apóstata. “¿A quién?”, pregunta el periodista. “A Jesús. Le decía: «Aguanté 17 días más que vos»”.

No vale la pena refutar la bufonada de quien de este modo pretende ubicarse por encima del mismo Dios. Ni comparar explicativamente el ayuno de Jesucristo —que tan bien analizara Castellani como supremo esfuerzo de la naturaleza humana del Redentor— con la paródica huelga de hambre de este desdichado sacrílego. Por causa y culpa de estos traidores al Orden Sagrado, Nuestro Señor sigue ayunando hiel y vinagre todos los días. Que Santa María de los Ángeles le convierta su corazón de piedra y estiércol en un corazón humano. Y que contrito y penitente, pida perdón a Dios y a los hombres, por tantas felonías cuanto vicios delata su rostro de gastado guevarista.

viernes, 23 de enero de 2009

Argentina tiene héroes


LA BUENA
MUERTE


Agradeceré que se sirva publicar la siguiente aclaración sobre la causa de la muerte del mayor Horacio Fernández Cutiellos. Como es sabido, él se desempeñaba como segundo jefe del RIM 3 de La Tablada y sucumbió luchando contra los guerrilleros izquierdistas que asaltaron ese cuartel el día 23 de enero de 1989. Acerca de los sucesos en sí, nada me cabe decir, desde que los hechos tienen mejor consistencia que las osadas interpretaciones que se hacen de ellos. Pero sí deseo dar testimonio de la falsedad de las versiones políticas que han atribuido su muerte (de la de los otros, como no me consta, no digo nada), a una supuesta “defensa de las instituciones por su acrisolada fe democrática”.

Pienso que la muerte de una persona es una cosa muy seria —no contamos con otra vida en esta tierra— como para jugar con ella. Bien decía el asesinado dirigente español José Antonio Primo de Rivera, que “Dios no me concedió la vida para que la quemara en holocausto a la vanidad como un castillo de fuegos artificiales”. Las personas que comprenden el sentido de la muerte son las que otorgan un genuino significado a la vida. Otro español, también asesinado por las fuerzas autodenominadas “democráticas”, el escritor Ramiro de Maeztu, pudo decir a sus victimarios: “Ustedes no saben por qué me matan, pero yo sí sé por qué muero”. Desde tal perspectiva es que me animo a sostener que Fernández Cutiellos conocía las solas cosas por las que cabe ofrendar la vida. Me explico. En 1980 tuve la suerte de trabar amistad con él. Lo invité a mi modesto hogar y desde entonces permanecimos en cordial comunicación.

Aclaro que no soy persona de prodigar mi amistad. Como Eduardo Mallea estimo que no conviene afincarse con aquellos para quienes no cuentan las cosas altas del espíritu. Pues, con Fernández Cutiellos fui amigo porque nos unían la misma fe y los mismos ideales patrióticos. Si intentara definirlo, diría que era uno de esos que nuestros enemigos llaman “un integrista o un fundamentalista”. O, dicho en mejor castellano: que era un cristiano creyente. Por la Biblia sabía que no se puede servir a dos señores. Por eso, disponía de una fe única y trascendente. No era politeísta ni fetichista. Creía que solamente Jesucristo era la verdad, el camino y la vida. A las cosas de este mundo las juzgaba según la razón y la experiencia histórica. No confundía a Dios con la Constitución, ni a la Biblia con un calefón. Como creía ya en una religión, no necesitaba confesar otros credos inmanentistas, fueran los de Voltaire, Marx, el “american way of life”, el progreso indefinido de la humanidad o la redención por el proletariado internacional. Como apreciaba el justo valor de la vida, sabía que sólo podía disponer de ella por el bien común nacional. Esto es, que no la dilapidaría por un gobierno o un sistema de gobierno.

Además, era soldado por vocación. Había jurado a la Patria seguir fielmente a su bandera y defenderla hasta perder la vida. Juramento muy solemne para un hombre de honor como él, que no podía mezclar con promesas más pedestres. El 23 de marzo de 1983 me escribió una carta en la que me confiaba que “siempre trataba, conforme a la palabra, de librar pobremente el buen combate diario”. Entre pobres nos entendíamos. Por eso, me añadía: “Los tiempos se presentan difíciles… el enemigo terrorista se reorganiza rápidamente. La economía en estado de agonía… el grado de disolución avanzado de la familia, la inmoralidad reinante… la confusión política que se enseñorea del pueblo, etc. etc., y la poca «calidad» humana de nuestro ejército «profesionalista» conspira para que todo explote en una guerra civil. Creo que sólo podemos esperar que dentro de tres, cuatro o cinco años sobrevenga otro «golpe» liberal o la Nación se disuelva, o sea pasto de sus enemigos históricos. O que Dios Nuestro Señor, que como Ud. bien dice «es criollo», nos ilumine y nos saque de este pozo en el que estamos metidos, fundamentalmente por no reconocerlo como nuestro Rey”.

Y, en otra misiva, me advertía que se aprestaba para la “segunda batalla con los irregulares al servicio del imperialismo soviético”, que en su entender, se libraría antes del “inexorable combate con los sajones”. Esperaba, con el poeta Rainier María Rilke, la gracia de una muerte propia, en combate contra los enemigos de la tierra de sus padres. Entiendo que Dios Nuestro Señor ha escuchado sus oraciones. Y le otorgará la palma de mártir y de héroe que se merece. Cual Martín Fierro, había puesto su fe en Dios, “y de Dios abajo, en ninguno”. De modo que las torpes injurias con que se ha pretendido rodear su muerte, nada le importarían. Pero yo aprecio que era de toda justicia que la verdad brillara. Él no ha muerto por el régimen democrático, por la reforma de la constitución, por el traslado de la capital, o por el sistema métrico decimal. Quienes tengan “fe” en esas cosas u otras similares, que jueguen con sus propias vidas, que no les va a faltar ocasión. Mientras tanto, exijo respeto por la memoria de mi inolvidable amigo Horacio Fernández Cutiellos, caído por Dios y por la Patria.

Enrique Díaz Araujo

jueves, 22 de enero de 2009

In memoriam


DON JORGE
MASTROIANNI


Don Jorge Mastroianni vivía hondamente arraigado en su fe. La Iglesia, a la cual pertenecía y amaba con amor de perfección, lo preocupaba y lo ocupaba.

Durante años recortó —prolija, tesonera, repetidamente— páginas de catecismos y apologéticas de Mons. Montánchez y otros muchos autores, para luego armar en forma artesanal las páginas de su revista, Eucaristía. Luego la traía con entusiasmo fundacional para que la fotoduplicáramos, tras lo cual él se encargaría de repartirla entre los sacerdotes de la Arquidiócesis. Dada la orfandad formativa de muchos de ellos, bien podemos decir que se estaba encargando de enseñarle a los que no sabían, fantástica obra de misericordia en una ciudad con tanta necesidad de maestros.

En la imprenta no teníamos casi nada. Apenas máquinas desvencijadas, un salón inundable y una fatigada silla para los clientes, y cuánto más para los amigos. Sentado en ella, esperaba “la caja”, con sus revistas ya dobladas y abrochadas, que en alguna ocasión hasta debió llevarse atada de emergencia… con un alargue de color naranja, a falta de un digno hilo. La sonrisa de don Jorge salvó la carencia: "No importa, lo que vale va adentro”.

Meses después, cuando la locura quarrachinesca de implantar la comunión en la mano —y por supuesto que de pie— recuerdo una charla que mantuvimos en la misma imprenta, y sobre la misma (única) silla. Ante mi aflicción por tener que recurrir en forma ocasional a una misa de la nueva liturgia, y por ende verme obligado a comulgar de pie, otra sonrisa de Jorge, y un dato —mejor digamos un salvoconducto— para evitar aquellas situaciones: “No hay que desesperarse. Reciba la Forma en la boca, ¡nunca en las manos, eso sí!, y manténgala sobre su lengua. Arrodíllese lo antes que pueda, y luego asegúrese de estar de rodillas para cuando la Hostia pase por la glotis. Así en rigor habrá comulgado de rodillas. Eso hago yo”.

Tiempo después, entre la tormenta crecida que arreciaba ante la Barca (cuyo timonel parecía estar como aquellos que Anzoátegui señalaba: “ebria y alzada la marinería”), decidió volver a la Santa Misa de siempre, y ya se lo pudo ver no sólo los domingos, sino muy frecuentemente en las Misas vespertinas de entre semana rezando en latín y comulgando sin necesidad de andar arrodillándose de apuro para no tener que chocar con ministros extraordinarios u otros dislates.

Los últimos tiempos de don Jorge, ya visiblemente disminuído en su físico, como el cirio que se va apagando lentamente al lado del Señor, los pasó en la más feliz de las ocupaciones: preparándose para verlo cara a cara. Tuvo, hasta el final, la recitación de poesía de un amigo, y la recitación de oraciones de sacerdotes que le llevaron —esta vez a él— la Eucaristía y los últimos sacramentos.

Y una mañana de hace seis años, aquel cirio de débil luz, tras pagar el peaje de su enfermedad, habrá visto la Luz. ¡Quién tuviera ojos así para contemplar para siempre, en una eternidad feliz, a Quien es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero!

Rafael García de la Sierra

miércoles, 21 de enero de 2009

El Pajarito macanea hasta morir


LA VERDAD
DE UN “NO”
HISPANOAMERICANO


Semanas atrás el Dr. G. A., dilecto amigo y vecino de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, puso en nuestras manos un libro de Rogelio García Lupo, titulado: “Últimas noticias de Perón y su tiempo”, recientemente publicado por Vergara; cuando abrimos el tomo de 313 páginas recordamos que hace años un viejo Maestro nos dijo: “Lee, lee y entérate de quién es el autor, porque como decía Carlyle, los grandes hombres del pasado nos llaman afectuosamente”.

Aquel sabio mentor nos invitaba a bucear en las vidas de los autores hasta encontrar enseñanzas más ricas que las que dejaron en los impresos. No era éste el caso porque conocíamos que el escritor que nos ocupaba, al margen de otros galardones, es columnista de “Clarín”, corresponsal de “Prensa Latina” de La Habana y lo fue de la fenecida revista “Marcha”, de Montevideo. Esta publicación uruguaya, durante decenios, y cuando nadie hablaba de Gramsci, era la gran usina de la “inteligencia” marxista que con su “cultura” alienadora de la juventud, preparó nuestros años sesenta y setenta ahítos de sangre y locura nihilista.

Sin que se nos arrugara el entrecejo y dejando de lado la reseña biográfica de García Lupo, nos adentramos en la lectura del libro. Ya en la primera carilla el autor señala que esas páginas están “secretamente inspiradas” (sic) en la afirmación de Jorge Luis Borges: “Si hay algo fácil de modificar es el pasado”. En contradicción a su numen, estampa en la línea siguiente: “No tan fácil”. Y trata de explicarlo con un aserto en el que con modestia muestra su ímprobo trabajo: “La recopilación de los hechos que respaldarán más tarde un escrito siempre requiere más esfuerzo que escribirlo. Por eso el lector encontrará anexos documentales…” Muy pobres por cierto. Luego señala: “La ilusión de un periodista de investigación es que a su trabajo no se le pueda encontrar un error de base que haga tambalear sus conclusiones”.

Como en la primera lectura no encontramos cuáles son las que intenta hacernos conocer el periodista de marras, nos reafirmamos en un fundamento clave. Para un autor la más difícil tarea consiste en el armazón de los capítulos que como un tejido conjuntivo unifique y coordine hasta formar el todo armónico. Esto, García Lupo no lo consigue. La lectura de las carillas muestra cuán inexacta es la afirmación referente a que las “historias reunidas giran alrededor de la persona y los actos del gobierno del general Perón”. No basta librificar 19 crónicas. Se necesita mucho más.

Tomemos un ejemplo. El capítulo 4, titulado: “El Bombardeo virtual de Buenos Aires”, que nos interesa particularmente a los Orientales, ya que en su desarrollo se plantea la intriga diplomática preparada en 1940 por los Servicios Británicos en confluencia con el Pentágono y la Casa Blanca. Fue una “historia” de amenazas del Eje Roma-Berlín para dominar a la República Oriental con los residentes ítalo-germanos y lanzarse luego hacia la Republica Argentina y el sur del Brasil. La rocambolesca fábula creció como una bola de nieve con una campaña de prensa y radios de los Estados Unidos. El Presidente Delano Roosevelt —que entonces preparando su tercera reelección, ocultaba su decisión de participar en la Guerra— lanzó la propuesta de bases militares en el Uruguay.

Contra ellas se levantaron como el heráldico león rampante Luis Alberto de Herrera y el Nacionalismo, con tradición sustentada en aquellos mojones de dignidad que fueron Manuel Oribe y Juan Manuel de Rosas. La ofensiva propagandística norteamericana fue imponente. Diarios, revistas, cine y todos los recursos del poder se pusieron a las órdenes del delirio. Pronto se aprobó una ley de “Asociaciones Ilícitas” creándose la “Comisión de Actividades Antinacionales”, circulando desde esos días las Listas Negras de personas y empresas que estarían operando contra los Aliados. Aparecieron en escena lo que el viejo Caudillo llamó “Tribunales Venecianos” estableciéndose el delito de opinión en nombre de la tolerancia democrática liberal. Se prohibió la llegada a Montevideo de “El Pampero”, periódico nacionalista de gran tiraje que aparecía en Buenos Aires y dirigía Enrique Osés.

Amansarse para vivir pareció ser la consigna de la prensa en general, que no expuso disonancias. La única excepción fue el cotidiano herrerista que mantuvo sus campañas e independencia. La tensión llegó al rojo vivo cuando el 10 de noviembre de 1940 “La Nación” de Buenos Aires publicó una nota tomada del “The New York Times” donde el corresponsal yankee daba cuenta de negociaciones entre el gobierno uruguayo y Washington para la instalación de bases militares en nuestro territorio. En un párrafo decía el belicista escriba rooseveltiano: “Por lo que respecta a la base naval… debería construirse cerca de Punta del Este, pues ese punto domina la entrada del Río de la Plata, hay allí aguas profundas e islas como la de Lobos y Gorriti que presentan condiciones ideales para el emplazamiento de cañones de largo alcance…”

Desde su diario “El Debate”, que se imprimía con enormes dificultades por carencia de papel y tinta, Herrera todos los días marcaba a fuego a los metecos vernáculos. Veamos el párrafo de uno de sus editoriales: “¿Quiénes administrarán esas peligrosas fortalezas? Encarando el tema desde nuestros fraternales vecinos, Argentina y Brasil, ¿quién puede pensar que ellos admitirían semejante caballo de Troya? El Brasil que descongestiona sus riquezas por los ríos Paraná y Uruguay, o la Argentina que drena su producción extraordinaria de Entre Ríos y Corrientes por esas mismas vías fluviales ¿van a tolerar por ventura que se bloqueara el Río de la Plata con la boca de los cañones «evangélicos»? Bases extranjeras serían ¡eso sí! Bases de nuestra inconmovible y futura esclavitud…”

El 21 de noviembre junto a sus diez Senadores, el Jefe Civil dio una batalla victoriosa y definitoria en la política internacional de Hispanoamérica. He aquí algunos conceptos de su intervención en la Cámara Alta: “Esas bases‚ serán para los Estados Unidos. Se harán con nuestros recursos para ellos, señor Presidente. Eso es lo que quería subrayar. Precisamente por proyectarse y por pensarse que esas bases‚ son para Estados Unidos, tengo mayores motivos como latino y como filial de españoles y sudamericano para temerlas […]

“Cada día siento, comprendo más a nuestra raza. Nosotros somos latinos-ibéricos y también bastante italianos —en este Senado la mitad de sus componentes llevan esa sangre magnífica—. Nosotros no pertenecemos a las razas rubias, somos rama de las ibéricas y a mucho honor […] De manera que aquí tenemos que defender lo hispano, lo que vive en nosotros, en nuestra memoria, contra las penetraciones. Me asilo y refugio en mi raza; no tengo interés que vengan otras a imponerse corporativamente con plan ulterior —cuanto más plutocráticas más temibles— en el campo de nuestros sentimientos…”

La política obsecuente cayó pulverizada. El rotundo NO del Caudillo conmocionó a los hispanoamericanos, “que no querían ser peones en el ajedrez ajeno”. La Patria Grande lo saludó de pie. En este sentido y con gran nobleza el 29 de diciembre de 1940 una delegación argentina encabezada por el general Juan Bautista Molina lo visitó para homenajearlo. Hasta aquí el episodio que pese a su importancia es omitido evidentemente de ex profeso en el libro comentado. Hace sonreír que se lo presente como periodismo de investigación.

Sin embargo queda algo por decir. La continuación de la lectura nos condujo a una nueva comprobación de la verdad mediatizada. Veámosla haciendo un planteo lineal. El comienzo debemos ubicarlo cuando en el contexto ideológico internacional los hechos estaban cambiando. El contubernio liberal-bolchevique campeaba victorioso en una guerra que tocaba a su fin.

Se dieron entonces sucesos en la vida interna argentina, que adquirió una nueva tonalidad con motivo de la Revolución que, encabezada por militares nacionalistas, estalló el 4 de junio de 1943. La afrentosa instalación de “bases” intentada años antes quiso hacerse realidad con el fin de evitar la consolidación de un régimen que se ubicaba lejos de los cánones del “Orden” de quienes se estaban preparando para repartirse el mundo. Para ello el mejor situado geopolíticamente era el gobierno de Montevideo que presidía el Dr. Amézaga (1943-47), ex abogado de la británica empresa de tranvías y ferrocarriles. Otra vez las negociaciones secretas para una instalación militar en Laguna del Sauce. Y otra vez Herrera con las antiguas rotativas de “El Debate” presentó batalla. Así decía: “Sin una sola vacilación toda nuestra simpatía con la República Argentina tan injustamente atacada…”

Mientras, en los demás ámbitos sociales y políticos, el nacionalismo incansablemente martillaba: “esas bases de Laguna del Sauce no pueden ser instaladas frente a los canales del Plata porque sofocan toda la red fluvial y la autonomía y la independencia de la Argentina mil veces hermana…”

La segunda intentona finalmente abortó su engendro por la oposición y el coraje de un Héroe antiguo. Esta es la verdad histórica y NO la que nos relata Rogelio García Lupo presentando a “Marcha” y a su director Carlos Quijano como fundamentales en la resistencia a las “bases malditas”.

Se ha dicho que cuando el pájaro abandona la rama en que ha cantado deja en ella un estremecimiento. Del mismo modo un libro al cerrarse deja en nosotros un torbellino de ideas. Son nuestras resonancias de lector. En este caso no ha sucedido lo previsto, porque la rama ha sido abandonada por un Pajarito sin plumas ni canto.

Luis Alfredo Andregnette Capurro

martes, 20 de enero de 2009

Cartas de lectores


ALFONSINISMO
TARDÍO


Sr. Director:

El kirchnerismo se ha embarcado en una campaña de glorificación de ex-presidente Raúl Alfonsín, presentándolo como un gran líder. Pasando por alto para eso, por ejemplo, que Alfonsín es el culpable directo o indirecto, lo mismo da, de que se suicidaran más de cuatrocientos ex-combatientes de Malvinas después de la guerra. Se suicidaron porque justamente Alfonsín les negó apoyo médico, psicológico y psiquiátrico, les negó una mínima pensión, pero sobre todo porque les rompió el espinazo de la autoestima al desatar una enconada campaña de desmalvinización.


Con total desprecio y con odio hacia quienes defendieron la soberanía nacional, Alfonsín declaró en 1984 que los combatientes de Malvinas participaron de una guerra que fue “un tanque atmosférico”. Lo más indignante es que la fobia por todo lo que tuviera que ver con Malvinas no se fundaba siquiera en razones ideológicas (lo cual también hubiera sido harto condenable), sino en motivos personales. Alfonsín odiaba a Galtieri desde la época del Liceo Militar, cuando en la misma camada cursaba sus estudios junto con Anaya y Hargindeguy.


Si Alfonsín realmente fuera un virtuoso e idealista defensor de los derechos humanos, ¿por qué nunca encarceló a Harguindeguy, sino que lo protegió continuamente? Pues simplemente porque eran amigos desde los tiempos del Liceo Militar. Y Harguindeguy fue ministro del Interior de Videla, es decir el responsable más directo de las famosas desapariciones.


Ahora nos quieren presentar a Alfonsin como un héroe, y se olvidan no sólo de su responsabilidad ya aludida en el suicidio de tantos combatientes de Malvinas, sino de que sumió al pais en el colapso hiperinflacionario de 1989 y huyó cobardemente del poder antes de que expirara su mandato.


Nicolás Kasanzew

lunes, 19 de enero de 2009

La iglesia clandestina


MÁS SOBRE
LOS
PALOTINOS


En viejos números de Cabildo”, nuestro amigo y colaborador, F. J. A., recordaba los antecedentes más evidentes de la militancia terrorista-marxista del clero palotino, al que hoy, aviesamente, se pretende canonizar, como si aquellos desdichados de la Parroquia de San Patricio, hubieran hallado la muerte por causa de su condición de católicos.

La verdad —que no nos place, sino que nos duele decir— es que fueron víctimas y victimarios del propio y fatal juego subversivo que protagonizaban, en contra de Dios, de la Patria, y de la Iglesia a la que debieron servir y traicionaron. Que algunos miembros de la Jerarquía Eclesiástica Argentina —como tomó estado público oficial los últimos días de julio de este año— aparezcan ahora dando su aval para que se les inicie el proceso de beatificación, resulta, por lo menos, un escandalizante sacrilegio. A continuación agregamos algunos otros detalles sobre el tema.

En el libelo que escribió Olga Wornat titulado “Nuestra Santa Madre - Historia Pública y Privada de La Iglesia Católica Argentina” (Buenos Aires, Vergara, 2002, y en internet en: http://www.elortiba.org/sm.html) su autora refiere el testimonio del Licenciado en Ciencias Políticas, Dardo Adur, hermano del cura marxista Jorge Adur, que era el Capellán de los Montoneros.

En dicho relato, Dardo reconoce que su hermano Jorge, el cura, era el asesor espiritual de los palotinos. “Jorge ya era sacerdote y trabajaba en el barrio de La Cava, en San Isidro. Yo me metí con Mugica en la villa de Retiro”. “Cuando asesinaron a los Padres palotinos en San Patricio, querían matar a Jorge. Él era asesor de los palotinos, pero ese día no volvió a dormir a la parroquia porque se quedó a dormir en la casa de un amigo. Desde entonces tomó conciencia de que su vida corría mucho peligro. Entonces se fue de Buenos Aires, buscó dónde esconderse. A mediados de 1976, con mi hermana Manuela hicimos 1100 kilómetros para ir a buscarlo. Estaba en Los Toldos, en el convento de Mamerto Menapace, que era su amigo. Nos recibió con la entereza y serenidad de siempre. La que nunca le vi perder. Aquella noche la pasamos los tres allí, con Mamerto, que tuvo una actitud maravillosa. Al otro día nos fuimos y lo dejamos a Jorge en la Nunciatura, en la calle Rodríguez Peña, allí lo estaban esperando. Su protección fue negociada entre Pío Laghi y Massera, aunque él no me aclaró nada, lo supe por otro lado”.

Para quienes pudieran creer que la capellanía montoneril de Jorge Adur es una exageración nuestra o un giro retórico, sépase que la banda Montoneros, a través de su revista “Estrella Federal” de agosto de 1978, le comunicó a la “tropa” que el Padre Jorge Adur era su capellán. Esa edición, la número 5, traía la noticia en la tapa junto con la Carta al Pueblo escrita por el mismo Adur y otros dos documentos reveladores. Uno de los cuales era la reproducción del reportaje conjunto al cura y al comandante montonero Horacio Mendizábal, que les efectuó en París el periodista Francisco Ortiz Pinchetti, a quien le fue dada la primicia sobre la capellanía.

Y el otro, la comunicación oficial que se le hizo acerca de eso al Vaticano en fecha 10 de julio de 1978. “Viste Adur el uniforme del Ejército Montonero: la chamarra de cuero negro con las insignias de su grado —capitán— sobre el alzacuellos del sacerdote. Lo es y lo parece en todo momento. Por su apariencia apacible, por su serenidad y también por el tono casi pastoral de su voz”, describía Ortiz Pinchetti en su artículo.

domingo, 18 de enero de 2009

Lecturas dominicales


EL PRIMER MILAGRO

El primer milagro de Cristo: conversión del agua en vino; como cuando en San Juan echaron el vino a las acequias, pero al revés.

Seis hidrias con dos o tres fenegas cada una, dicen que vienen a ser como unas tres bordalesas. Mucho vino para una comida de bodas por muchos que hayan sido los invitados en Caná de Galilea. Esperemos que haya sobrado bastante; porque si no, allí hubo más de un milagro.

La madre de Jesús estaba allí —dice el Evangelista— y fueron invitados Jesús y sus discípulos… Había hecho algunos discípulos, los primeros: Juan el que hace el relato y Andrés; Simón hermano de Andrés que ya le habían cambiado el nombre, Felipe y Natanael, todos ellos preparados por la dura predicación del otro Juan.

Era un casamiento de pueblo, de esos a los que va todo el pueblo, de personas aparentemente acomodadas, de esas que no van mucho a misa. Cristo acababa de venir del ayuno de cuarenta días y las Tres Tentaciones y sin embargo tuvo humor para ir a un casamiento. “Su madre estaba allí”, es decir, era de la casa, pariente cercana o lejana de uno de los novios; y así ella se afligió de que vio que en la mitad de la comida los camareros titubeaban y se hacían señas y consultas acerca del vino.

Avisó a su hijo; y recibió una respuesta seca que parece a la vez negativa y reprensión. Mas ella sin desanimarse (sea que el diálogo haya continuado y el Evangelio no lo reporte, sea que el tono del Maestro haya desmentido la dureza de las palabras, sea que su confianza en él fuera inconmovible) “llamó a los sirvientes”; lo cual prueba que era de la casa. Cristo les ordenó llenar de agua hasta el tope las seis hidrias; e hizo el milagro con sencillez. Sigue el rasgo humorístico del diálogo entre el novio y el maestresala (el “chef”, que diríamos nosotros) acerca de la calidad del nuevo vino; que él no sabía, pero los criados sí sabían de donde había salido. Por los sirvientes la noticia se propaló sin duda entre los invitados y hubo gran sensación: “reveló Él su Mesianidad —dice el primero de sus Discípulos— y sus discípulos creyeron en Él”.

El primer milagro de Jesucristo no deja de ser curioso: fue un milagro de lujo, un milagro hecho antes de tiempo, un milagro hecho en una fiesta de bodas. “¡Oh Cristo, espectro exangüe que has venido – a perturbar la fiesta de la vida!...”, dijo en francés uno que sabía poco de Cristo: puesto que su primer milagro fue regalar alegría y su último milagro fue resucitar de entre los muertos. Mucho mejor dijo San Pablo: “Apareció la humanidad y la benignidad de Dios en la persona de su Hijo, hecho de Israel, hecho de mujer, hecho hombre”.

Anatole France le tenía pavor a la ascética de Cristo; y por eso en sus “Bodas Corintianas” lo llama “espectro exangüe”. Cristo venía de hacer un ayuno de cuarenta días; pero no vino a imponer el ayuno a los novios y a sus invitados. Caer al baile y empezar a tronar: “¡Desdichados! ¡No sabéis que tenéis que morir! ¡No sabéis que el juicio de Dios es terrible! ¡No sabéis que estáis llenos de pecados y el hacha está ya cerca de la raíz del árbol!” – eso no es Cristo: eso es Montano, Savonarola o Calvino. Penúltimo caso, San Juan Bautista. Cristo no fue menos Asceta que todos estos sino más; pero como hombre religioso, se aplicaba el ascetismo a sí mismo y no a los demás. No hay cosa peor que los que son muy ascetas para el prójimo y muy poco para sí mismos. Al revés fue Jesucristo.

Se me figura que en el primer milagro de Cristo hay algo de burla hecha al demonio, una especie de repuesta humorística: el diablo lo invitó a que hiciese su primer milagro para procurarse pan, una cosa necesaria; y debe haber sido una tentación terrible, puesto que a los cuarenta días de ayuno el hambre retorna con la fuerza de una enfermedad y una tortura: los médicos la llaman “gastrokenosis”; pero Cristo hizo su primer milagro “antes de tiempo”, como dijo él; a invitación de su madre, y para proveer a una humilde fiesta humana de una cosa de lujo, de una cosa superflua… Con lo cual afirmó que el vino es también necesario.

Si no existiera el vino, no pudiera Cristo haber hecho su primer milagro, ni después su permanente milagro de convertirlo en su sangre; del cual este primero fue como anticipación y símbolo. Es necesario que existan cosas buenas para poder con ellas conocer a Dios, servir a Dios; y, llegado el caso, sacrificarlas a Dios. El Asceta no es el hombre que cree que las cosas buenas son cosas malas; el asceta es el hombre que conoce lo bueno y sin embargo lo sacrifica. ¿Por qué? Por otro bien mayor. ¿Qué bien? Pregúnteselo a él. “No sólo de pan vive el Hombre…” El bien de la Palabra Divina. Uno deja de fumar, por ejemplo, para comprarse una Biblia en griego.

“La virginidad voluntaria es santa cuando se elige en orden a la contemplación”, enseña Santo Tomás. No cualquier celibato es santo; como tampoco cualquier ascética. Hay ascéticas infructuosas, tristes, e incluso diabólicas.

El cristianismo es a la vez la religión más fuerte y más mansa que existe. No ha sido dado a todos ni será pedido a todos el que vivan en la extrema pobreza y humillación en que vivió el Maestro; pero sí se nos pide a todos que estemos dispuestos a eso si Dios lo llegara a pedir; y que pensemos que eso es demasiado alto para nosotros, y por eso no lo pide, y nos lleva por un camino más suave. En tanto que el Asceta se humilla pensando que si él hace tanta penitencia, es porque la necesita, por ser más ruin que los otros. Lo cual no es mentir tampoco; y así todos, Ascetas y Musagetas, hemos de vivir en alegría y humildad.

Los Santos Padres han visto siempre en este primer milagro de Cristo, amable manifestación de la benignidad de Dios, la figura de la elevación del matrimonio a Sacramento. Así como convirtió con su palabra el agua en vino, así transformó Jesucristo con su gracia un contrato natural en un sacramento; es decir, en una fuente de gracia. Para convertirlo en una desgracia, ya bastan los hombres.

R. P. Leonardo Castellani, S.J.
(Tomado de su libro “El Evangelio de Jesucristo”)

sábado, 17 de enero de 2009

La voz del interior


GUALEGUAYCHÚ:
LO QUE NO SE DICE

Un puñado fiel de amigos y de camaradas oriundos de la hoy convulsa Gualeguaychú, nos ha hecho llegar estas reflexiones. Se trata de católicos cabales, que agrupados en el “Centro de Estudios León XIII”, militan y trabajan en pro de la Iglesia y de la Patria. Cansados de que su ciudad sólo sea conocida por los endemoniados carnavales, por los cortes de ruta o por alguna damisela siempre pronta a desvestirse en público, nos retratan en dos trazos la real situación que atraviesan.

Cuando nos dispusimos a escribir nos indujeron a que adecuásemos nuestra reflexión a los problemas corrientes de la gente. Había que sacarse el smoking propio para lucir esa tan ignorada ciencia llamada filosofía. Hoy la intelectualidad se conduce con una serie de silogismos enunciados casi siempre en el lenguaje del pensamiento único, y expuestos con una soberbia tal, que no permite que ningún ser pensante afirme lo contrario.

Por ello pensamos optar por el trajinado ropaje de tela gruesa, símbolo del trabajador, que a diario con su esfuerzo sigue construyendo el mundo, pese a los denodados esfuerzos para evitarlo de parte de todos aquellos que con arrojar migajas debajo de la mesa se sienten cómodos.

Dejamos después el traje del obrero, para no ofender a esta clase en extinción y desprotegida de toda política cristiana, y nos cubrimos con el uniforme andrajoso del pordiosero, para poder comprender los motivos de tanta iniquidad, desde lo más profundo de la fatiga y del infortunio.

Resulta cómodo pensar desde la condición del señor de los harapos, porque quien los luce, de tantos pesares padecidos, ha accedido, aunque más no sea por descarte, a ese camino siempre edificante de la contemplación.

Para transitar este sendero solamente se requiere esa disposición humilde de la persona por medio de la cual comprende que no fue creado para arrogarse el derecho de corromper el orden natural sabiamente creado por Dios. Su destino natural es la ordenación de su conducta hacia la conquista de la vida eterna. ¿Por qué entonces se puede lucir con hidalguía los harapos? Porque son los que permiten visualizar este embrollo con un inicio ya más que centenario, pero sin un final previsible.

Nos referiremos escuetamente a la problemática de Gualeguaychú. Lo haremos desde la realidad, pues es desde el lugar que se construye todo análisis realista. No desde el Gualeguaychú de hoy, sino del Gualeguaychú de hace casi medio siglo, con sus avances y retrocesos, con sus logros y sus penurias.

Muchas son las cosas que al respecto se pueden acotar con certeza. En lo educativo, la trama social se encuentra afectada delicadamente, pues más del 45% de los niños que a los seis años comienzan, con la emoción y las esperanzas de los padres, la escuela primaria, al llegar a los diecisiete años, doce años después, quedan en el camino, sumergidos en la más desdichada frustración. Superan los ochocientos el número de los jóvenes que se suman involuntariamente en la lista de los excluidos; y supera los tres mil el número de chicos que se ven obligados a deambular sin esperanzas.

También es cierto que hay menos trabajadores, con el inexplicable agregado de que el producto bruto interno aumentó en un año el 44,1%. El salario cada día representa menos en el proceso distributivo del producto bruto generado. En el año 1971, por ejemplo, la retribución al trabajo representaba el 58,3% del producto bruto interno. Hoy en día, los trabajadores, deben contentarse con solamente el 35,9%. Sin necesidad de aportar mayor número de datos para no atosigar con tantos números, es por demás elocuente que esa separación entre los que avanzan y los que retroceden se bifurca en un apartamiento sin retorno. El incremento de las enfermedades laborales, como así también el progresivo aumento de las discapacidades adquiridas es una clara muestra de lo expresado.

La causa, aunque no se quiera advertir, es la concentración de las actividades económicas en pocas y usureras manos, y fundamentalmente la extranjerización (mal llamada privatización) de las empresas públicas y privadas argentinas, que hace tiempo eran orgullo de los argentinos en general, y de sus trabajadores, en particular. Sería importante que los medios masivos de comunicación analizaran, por caso, el devenir de Mijaíl Jodorkovski como responsable máximo de la empresa petrolera estatal rusa Yukos.

Pero aunque parezca paradójico, ese alejamiento de ingresos y bienes se vuelve efímero, pues los privilegiados, a través de la negociación, buscan siempre el beneficio individual o sectorial, sin preocuparse por el que está del otro lado, al cual se lo concibe como un enemigo. Esa lógica de la negociación echa por tierra toda posibilidad de diálogo sincero, a través del cual se puede servir al bien común, para poder vivir con dignidad en una comunidad.

En el otro extremo, está el que va perdiendo paulatinamente la indispensable presencia comunitaria. Aunque más no sea por necesidad, se refugia en el ocio, ese estado del alma. Como dice Carlos Lassa, el ocio se manifiesta en una forma de callar, en un no anticiparnos a nada con nuestro hacer para que podamos percibir la realidad tal cuál es. Así como sólo puede oír el que calla, así también sólo puede percibir lo real el que no se anticipa a la mostración de las cosas, y las deja ser aquello que son. Bien lo decía Marcel de Corte en su “Humanismo económico”: “Al hombre, divorciado del mundo y sin embargo hecho para el universo, no le queda otro recurso que edificar un mundo artificial que suplante al universo real: ya no pretende conocer el mundo, sino cambiarlo. Ateo, indiferente o replegado en su ser mutilado, y no obstante hecho para Dios, levanta ídolos sobre el pedestal, que abate constantemente, para reemplazarlos por otros igualmente falaces”.

Quizás sea el tiempo de colocar nuevamente a la filosofía en el pedestal que se merece. Pero no a esa filosofía que se ocupa exclusivamente del sujeto pensante, sino aquella filosofía atraída y preocupada por el objeto que puede ser pensado. La única manera de emerger de las tinieblas es vivir sometidos, no la ciencia y a la técnica, sino al plan de Dios, y al destino del hombre por Él creado.

Centro de Estudios León XIII

viernes, 16 de enero de 2009

Sí que existe


EL EPITAFIO

Los ómnibus llevan en Londres (y pronto en varias ciudades más) esta frase: “Probablemente dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”.

Pocas veces he visto una prueba más patética del estado actual de la intelectualidad progresista que esta frase. Parece inventada por un católico para desacreditar a los enemigos de la fe.

Blaise Pascal advirtió, ya en el siglo XVII, el carácter y las implicaciones de la pregunta por la existencia de Dios. Es el famoso tema de la apuesta en la que se evalúa todo lo que se gana apostando a que Dios existe y todo lo que se pierde apostando a lo contrario. Y Pascal dejaba en esta apuesta totalmente de lado el premio y el castigo después de la muerte. Él hablaba de ventajas e inconvenientes en esta vida.

Ahora los progres han dado un corto pasito más: el que Dios no exista es probable y nos piden que apostemos a partir de esa probabilidad aunque no nos dicen cómo llegaron a tal conclusión. En verdad no hay ninguna prueba científica de la existencia de Dios —si de eso se trata— pero tampoco hay ninguna prueba científica de la no existencia. Las apuestas están 50 y 50 (en este terreno, claro) Si alguien descubrió que es más probable que Dios no exista, me gustaría ver sus pruebas.

Pero lo terrible es la conclusión que saca el progresismo de esa supuesta probabilidad. Primero “Deja de preocuparte” que es lo mismo que decir “deja de ser un ser humano”, pues si algo distingue a los hombres de los animales es que los animales se ocupan y los hombres primero se pre-ocupan. Primero se preguntan para qué viven, para que trabajan, para qué se toman el trabajo de ocuparse.

Y lo paradojal es que para “dejar de preocuparse” hay que comenzar por preocuparse y tomar una decisión sobre la probable existencia de Dios. (Si se afirma que “es probable” que Dios no exista se está afirmando también que es probable que exista. Todo es cuestión de porcentaje de probabilidades).

Hace más de un siglo (desde la aparición del darwinismo) que tratan de convencernos de que no somos más que una especie animal más. Y a fe mía que han convencido a millones y millones de personas. Lo ha logrado el aceitado mecanismo ideológico de los medios de difusión y las aulas horras de toda preocupación, vaciadas de toda sabiduría en beneficio de los conocimientos.

Entonces nos enfrentamos al mundo del hombre sin preocupaciones pero ocupado, ocupadísimo. ¿En qué? Enseguida lo veremos.

La conclusión final lo explica todo: “disfruta de la vida”. En otro contexto, yo aprobaría. Sacar, en efecto, los frutos de nuestra vida no tiene por qué ser malo, si se entiende rectamente. Lo malo es que, situado en el párrafo completo, el disfrute de la vida se refiere a placeres de los sentidos… y nada más.

Aquí es donde naufraga definitivamente el sueño progresista. Pensaban que iban a hacer del hombre un Dios y han terminado por igualarlo con el animal. “Disfruta de la vida” quiere decir aquí haz lo que quieras, sin límite ni medida.

Por lo pronto, yo le agregaría un “…si puedes” porque en todo momento millones de personas no podrán aceptar esta graciosa invitación de la modernidad. Pero eso es lo de menos. Lo de más es el caso de los que si pueden: los ricos, sanos y amados. Esos no necesitan avisos en los ómnibus porque ya hoy disfrutan de la vida en el sentido en que los invita el texto, ya han tirado hace rato la chancleta.

¡Ay! Parece que no les basta, porque se suicidan, se drogan, se mueren. Sobre todo esto último. Individualmente, mueren como moriremos todos. Pero aquí hablamos de muerte colectiva, la muerte de las naciones. Parece que el instinto de muerte los domina. No quieren hijos. El “disfrute” como objetivo fundamental ha vaciado de contenido la vida, le ha insuflado un egoísmo monumental. Y el entierro de los pueblos europeos cuya población disminuye año a año no tiene mejor epitafio que lo que hoy escriben en los ómnibus de sus ciudades.


SUGERENCIAS

Cambiar la frase que ostentan los ómnibus por:

“Dios no existe, tonto. Tirá la chancleta de una vez. Chancletas Thompson, las mejores”.

Ir preparando una gigantesca lápida para poner en la Plaza San Pedro, una vez que este templo se haya convertido en mezquita. En la lápida dirá:

“Aquí vivieron unos pueblos de cuya peripecia histórica deberías aprender, caminante. Nacieron, crecieron y dieron frutos maravillosos. Una música, un arte y una literatura como nunca hubo. Unos conocimientos científicos asombrosos. Una fe que levantó templos sin parangón y edificó vidas impares.
Luego vino una enfermedad que, como un virus, debilitó todo, lo empequeñeció y lo banalizó.
Estos pueblos murieron porque dejaron de creer y —por tanto— de crear. No sólo obras de arte y ciencias. Dejaron de criar hijos porque llegaron a la conclusión de que no tenían nada importante que dejar a la próxima generación.
No se equivocaban. Alá el misericordioso les otorgó hundirse en la nada con toda lucidez, sabiendo bien lo que hacían. Por disfrutar la vida dejaron de vivir. Aprende la lección, caminante”.

Aníbal D'Ángelo Rodríguez

miércoles, 14 de enero de 2009

Actualidad del Blog


TRIFULCA EN EL BLOG
Y UN PAR DE ACLARACIONES

- I -

Con ocasión de los 90 años del entrañable maestro Rubén Calderón Bouchet, redacté una breve nota aparecida en “Cabildo” a comienzos del 2008. Era una simple nota de gratitud y de reconocimiento admirativo, cuando mucho más se merecía el homenajeado.

El maestro bloguero —que odia ser llamado blogmaster— tuvo la gentileza de reproducirla en nuestro Blog —con algún retoque circunstancial— con ocasión del cumpleaños 91 de Don Rubén, esto es, principiando enero de 2009. Ahorita nomás.

Esa reproducción de una nota antigua —amical y sencilla, como digo— sirvió de inesperada ocasión para que un conjunto de personas debatiera acaloradamente en el blog sobre una diversidad de cuestiones que poco y nada tienen que ver con el merecido homenaje a Don Rubén.

No puedo entender ni admitir esta costumbre moderna de buscar una ocasión cualquiera como excusa, para desfogar odios, rencores e insultos en forma anónima, cayendo incluso en formas verbales ajenas al decoro y en gestos para nada caballerescos o caritativos. Los comentaristas —o como se los llame, y salvo honrosas excepciones, que deben ser celebradas expresamente— reducen el espacio digital a un conventillo, y a poco de andar, el blog, se convierte en lo más parecido a las paredes de un baño público, que yo conozca. Insultos, bravatas, pendencias, inquinas, vulgaridades y —sobre todo— un espíritu de “canilla libre”, de anarquía total. Cada cual dice lo que quiere y como quiere, amparado en la impunidad que le da el “nick” o pseudónimo virtual. El neologismo “postear” suele acabar así en sinónimo de putear, y la evagatio mentis parece ser la norma suprema del posteador típico.

Yo he sido y soy víctima de esta mala costumbre, pues de vez en vez me llegan noticias de que en ignotos blogs, otros no menos ignotos personajes, dicen de mí o sobre escritos míos lo que se les ocurre, sea a favor o en contra. A los generosos adherentes no sé bien cómo agradecerles; a los fervorosos atacantes los veo sumidos en un torbellino de ignorancias o de maledicencias tan burdo, que ningún hombre de bien puede condescender a responder nada. Vivir pendiente de tales polémicas ciberespaciales se me hace locura. Y en mi caso particular, supuesto lo quisiera, el tiempo no me da para tales menesteres. Navego muy poco por internet, y no tengo edad para cambiar de hábitos. Aunque me gusta admitir que hay sitios verdaderamente notables, y “posteadores” que son un modelo de ciencia y de estilo.

Así las cosas, y es la primera aclaración que deseo hacer, no creo prudente prestar nuestro Blog para estas peleas de bajo fondo entre anónimos. Quien tenga algo que decir, responsable y respetuosamente, que lo diga. Nos enriquecerá a todos. El Blog, la web y la edición gráfica de “Cabildo” están prontos a dar cabida a quienes, con rúbrica y seriedad, quieran hacernos llegar sus fundadas enseñanzas sobre éstos u otros temas análogos. Pero pendencias apócrifas y soeces, no, por favor. Para eso ya hay bastante espacio en la red. Si se llamara a esto censura previa, diré que sí, sin el menor remordimiento. Censurar, reprimir, discriminar, y otros verbos prohibidos hoy, gozan de plena legitimidad si no se equivoca el fin y si se los sabe conjugar. Censurar la mugre, verbigratia, no debe molestar sino a los pringosos.

Hasta aquí lo que juzgo debería ser nuestro criterio en el uso del blog, sin que el reto genérico que esbozo suponga desconocer los muchos y valiosos aportes que, a lo largo de estos años, nos han hecho llegar tantos y tantos espontáneos y desconocidos lectores.

- II -

En cuanto a los temas esenciales que se han planteado a propósito del homenaje a Don Rubén (esenciales, digo, que no esas subalternidades que han salido a relucir entre algunos de los participantes) y teniendo en cuenta que se me pedía una intervención, hago llegar en dos líneas mi opinión. Mi opinión, no mi dictamen.

1) La monarquía es una forma legítima de gobierno, especialmente elogiada y ponderada por los maestros del pensamiento clásico, contrarrevolucionario y católico. Sus mayores y mejores calificaciones teológicas hay que buscarlas en la mismísima Sacra Escritura. Y el principio monárquico que asegura la unidad, es el primero que enuncia Santo Tomás como constitutivo de su Régimen Mixto. No veo porqué, entonces, los nacionalistas no deberíamos ser monárquicos y admirar a los grandes reyes sabios y santos de la historia. Si de buscar un modelo de gobierno se trata, el del monarca justo y el de la realeza al servicio del bien común, no ha de sernos indiferentes.
Será bueno sobre el particular —brevitatis causa y porque con Don Rubén empezó todo— leer su ensayo “La política y el orden de la convivencia”. Como será bueno leer también su “Nacionalismo y Revolución”, para que se advierta que nada obsta a la preferencia monárquica el reconocimiento equilibrado, discernidor y prudente de los méritos políticos hallables en las distintas expresiones del Nacionalismo. A cada quien lo suyo: éso es justicia.

2) Que doctrinariamente podamos ser monárquicos —esto es, aceptar las ventajas de un modo legítimo y ventajoso de gobierno— no significa que los argentinos tengamos un candidato a rey, o que haya un rey que nos represente y exprese en las actuales circunstancias. En ocasiones se ha usado la expresión “monarquía sin corona”, para aludir a ciertos gobiernos que no son formalmente monárquicos, pero que han sabido tener las ventajas de la institución regia. Sarmiento, por ejemplo, llamó a Rosas “el Felipe II de América”; y el necio creyó que lo degradaba. Quiero decir que las ventajas básicas de la institución regia se pueden dar sin tener necesariamente una casa dinástica de la que surja un rey.
Identificar al monarquismo con el delirio o el utopismo es el gran triunfo de la Revolución, incluso dentro de la Iglesia. E identificar a la nobleza o al principado con las frivolidades hedonistas de ciertos cortesanos que aparecen en las revistas de moda, es —sencillamente— el triunfo del vicio. No prueba el mal de la monarquía, sino el hecho ya sabido de que la corrupción de lo mejor es la peor de todas.

3) El gran tema de la legitimidad de la independencia americana, pero básicamente, el de su recta y genuina comprensión, ha sido abordado en forma notable por Enrique Díaz Araujo, en su obra “Teoría de la Independencia”. Hay que leerla y rumiarla con atención.
De mi cosecha, y en dos líneas imperfectas, diré lo que sigue: hay quienes se independizaron y quienes hicieron de la independencia —en teoría y en praxis— una negra acción para desmembrar el Imperio Hispano-Católico. Y hay quienes, desmebrado el Imperio Hispano Católico por las negras acciones, en primer lugar, de los pésimos monarcas borbones, no hallaron otra salida que la independencia. La primera “independencia” es la que lamentablemente se impuso. Lo lamentamos profundamente. La segunda —signada por el fidelismo inquebrantable a nuestras raíces y por nuestra necesaria autonomía política— sólo fue un noble ideal de los verdaderos patriotas, ahogado por el liberalismo masónico. Alto ideal al que no se debe renunciar. No es lo mismo independizarse de la casa natal con el propósito vil de que de la casa queden ruinas, de la madre agravios y del padre ultrajes; que ante el derrumbe de la casa natal, por culposa negligencia de sus tutores, optar por el autonomismo, custodiando los penates sagrados para volverlos a fundar y a fructificar.
He tratado de ser un poquito más explícito al respecto, en una breve carta a Marcelo Grecco titulada El problema del 25 de mayo”. Circuló por varios sitios, pero debajo de estas líneas la copio, por las dudas. Me parece —a juzgar por algunos comentarios que he recibido— que echa un hilo de luz. Con un poco más de pretensión analítica, he abordado asimismo el tema en el capítulo final de “Hispanidad y Leyendas Negras”. Me remito a mí mismo —pidiendo las disculpas del caso— porque la naturaleza de esta intervención “bloguera” tiene que ser necesariamente breve. Pero al mismo tiempo, porque puede ser que alguien tenga interés en profundizar un poco.

4) El Nacionalismo o el Monarquismo —para el caso lo mismo da— no plantea soluciones inaplicables. Sencillamente no ha tenido nunca la posibilidad histórica de probar la aplicabilidad de sus soluciones. Lo señalé con abundancia de ejemplos en mi trabajo “Del Proceso a De la Rua”, principalmente en su Estudio Preliminar. Más bien creo lo contrario: que si se hubiesen aceptado y aplicado las soluciones propuestas por el Nacionalismo, las cosas no estarían hoy como están. Y no hablo de “aceptar y aplicar” nuestras soluciones en los grandes lineamientos principistas y metafísicos, sino en los más pedrestes y concretos asuntos temporales. No ser una voz escuchada y ejecutada no es lo mismo que ser una voz sin soluciones.

5) Sobre lo que podemos y no podemos hacer hoy los nacionalistas —uso el verbo poder como sinónimo de capacidad operativa, por un lado, y como límite moral por otro— traté de explayarme en la parte final de mi trabajo “La perversión democrática”. Específicamente en el capítulo titulado “El quehacer político del católico”. El que tenga ganas puede hacer una excursión por esas páginitas.

6) Para salvar el alma tenemos cuatro pilares insustituibles. Lo que se ha de creer, y está en el Credo; lo que se ha de recibir, y está en los Sacramentos; lo que se ha de obrar, y está en los Mandamientos; y lo que se ha de pedir, y está en el Padrenuestro.
Como los nacionalistas católicos procuramos ser fieles a nuestra catolicidad, asumida sustantivamente y no como un aditamento, contamos con estos cuatro pilares, como cualquier hijo de vecino. Se nos va literalmente la vida, la de aquí y la de acullá, en la tarea de no traicionar estos cimientos.

Pero la tarea de salvar el alma de la patria, no es ajena ni opuesta a la tarea de salvar la propia alma. Por lo que enseña San Agustín, que no puede ser distinta la fuente del bien privado que la del bien público. De allí la Doctrina de la Realeza Social de Jesucristo, norte y meta de nuestra concepción política. Y sobre el particular, es mucho y bueno lo que se ha escrito y predicado, resultando inmejorable la “Quas Primas” de Pío XI.

Para ningún católico serio y coherente, puede ser lo mismo predicar y sostener la Reyecía Social de Cristo, que ignorarla o negarla como se suele hacer en nuestros días. A mi juicio, es este el tema y el combate hegemónico que hoy debemos plantearnos, más allá de las siempre atractivas discusiones sobre monarquismo, nacionalismo o independentismo.


Dejo aquí, no sin agradecer a quienes han participado en este modesto debate bloguero con elevado espíritu.