domingo, 16 de noviembre de 2008

Lecturas dominicales


LOS BUENOS
Y LOS MALOS


COEXISTENCIA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA

¿En qué consiste la hermosura de la casa de Dios y el lugar del tabernáculo de su gloria, sino en aquel templo del que dice el Apóstol: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (I Corintios, 3, 17).

Así como en los edificios hechos por mano de hombres, cuando se levantan con elegancia y magnificencia, se deleita en ellos nuestra vista, así cuando estas piedras vivas de los corazones, de los fieles son ensambladas por el vínculo de la caridad, la casa de Dios y el tabernáculo de su gloria resplandecen de belleza. Aprended, pues, lo que debéis amar, para que podáis amarlo. Porque, indudablemente, el que ama la belleza de la casa de Dios, ama a su Iglesia, no levantada con paredes y techos, ni espléndida por los mármoles y los artesanados, sino por los fieles santos, que aman a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todo su entendimiento, y al prójimo como a sí mismos.


Pero dentro de esta congregación cristiana, en cuanto a la participación y comunión de los sacramentos…, existen también vasos dignos de honor y vasos despreciables, y ante estas dos clases de recipientes, ¿podemos dudar en dónde se encuentra la belleza de la casa de Dios?… Busca los vasos honrosos. Y no me digas: Los he buscado y no los encontré. Ocurrió tal cosa porque tú no te hiciste aquello mismo que buscabas. La semejanza une y las diferencias separan. Si tú eres un vaso lleno de vergüenza, indiscutiblemente la vista de un vaso honroso te resultará insoportable.


DIOS SE VALE DE LOS MALOS
PARA PRUEBA DE LOS BUENOS


¿Vamos a abandonar nuestra casa por la presencia de vasos malos? El Dios de esta gran casa sabe muy bien utilizar tanto los vasos honoríficos como los despreciables. Si los malos saben usar perversamente las cosas buenas, ¿no va a saber Dios usar bien de las malas? ¿De qué bienes usan los malos? De las criaturas de Dios, que son todas buenas…

Y ¿por qué viven estos tales en la casa de Dios? Te responderé: Son vasos despreciables, pero Dios sabe usar de ellos; no se equivoca el que los creó, porque el que pudo crearlos sabe también reducirlos al orden y les ha dado un lugar en su gran casa. Ahora bien, si me preguntas cómo usa Dios de ellos para el bien, te confieso que, como hombre que soy, no puedo explicarte las doctrinas de Dios.

LOS UTILIZA PARA PROBARLOS

¿Qué hacen —me dices— los malos en este mundo? Contéstame primero: ¿Qué hace en el crisol del platero la paja? No creo que esté sin motivo la paja allí, donde se acrisola el oro. Veamos el número de cosas que hay por allí: un horno, la paja, el oro, el fuego y el joyero. El oro, la paja y el fuego están en el horno; el joyero, a su vera. Mira; este mundo es el horno; la paja, los malos; el oro, los buenos; el fuego, la tribulación, y el aurífice, Dios. Atiende y mira: el oro no se purifica si la paja no se quema. Considera lo que se dice del oro en el mismo salmo que comentamos… y oye lo que dice, escucha mi voz, cómo desea ser purgado: Ponme a prueba, ¡Oh Señor!, y examíname, acrisola mis entrañas y mi corazón (Salmo 25, 2). El que debiera temer la prueba, la pide… Y ¿no temes desfallecer en el fuego? No. ¿Por qué? Porque tengo siempre ante mis ojos tus misericordias (ibid., 3). Y por eso digo: Ponme a prueba, ¡oh Señor!

¿POR QUÉ TANTOS MALOS?

La abundancia de malos es buena materia de purificación para los Buenos. Porque, en medio de esa multitud de malos, mezclados con ellos y ocultos viven los buenos, y el Señor conoce a los que son suyos (II Timoteo, 2, 19). En manos de artífice tan grande, una hoja de oro no puede desaparecer en el gran montón de paja. ¡Qué inmensa cantidad de paja! ¡Qué escaso el oro! Mas no temas. Es tan hábil el joyero, que puede purificar, pero no puede perder.

No me vayas a decir: puesto que es necesario que existan los malos para probarnos, bastaría con que hubiese unos pocos, y muchos buenos. Pero ¿no te das cuenta que, si fuesen pocos, no podrían molestar a los que serían muchos? Date cuenta, hombre prudente, que, si los buenos abundasen en gran manera sobre los malos, éstos no se atreverían a perjudicar a los buenos.

Los malos tampoco son tantos como parece. Lo que ocurre es que alborotan más. Cuando el malo maquina tentaciones, tú rezas a Dios. En este lagar que es la iglesia debes comprobar y ver si el que daña en público no es una especie de alpechín, que corre a la vista de todos en este molino de aceite. El alpechín corre en público, el aceite se desliza por canales escondidos en busca de su lugar, y, a pesar de haberse deslizado oculto, sin embargo alcanza grandes alturas. ¡Oh hermanos míos, cuántos y cuántos en medio de esta lucha por la vida, en medio de la maldad de este mundo y en plena abundancia de males, han sabido retirarse y dirigirse a Dios! ¡Se despidieron del mundo, repartieron presto sus bienes entre los pobres, aquellos que poco antes andaban robando los ajenos! En público se ven muchos raptores, invasores y expoliadores. Son el alpechín que corre por la plaza; en cambio, aquellos otros, el uno aquí y el otro allá, que con corazón compungido han reflexionado sobre los avisos de Dios, y se han reído de las vanas esperanzas del siglo y se han confiado a la esperanza celestial, después de cambiar sus amores y costumbres, todos ésos son el aceite de la santidad, que se guarda en el molino; el vaso construido para honor de la gran casa, el oro en el fuego y el grano en el horno. Esta es la belleza de la casa de Dios.


LAS EXCUSAS DEL INFIEL

Los malos cristianos hacen muchas obras malas. Y las personas que están fuera (de la Iglesia) y no quieren convertirse al cristianismo, encuentran en aquéllos muchas excusas. Al que le aconseja rendirse a la fe, suele responder: ¿Quieres que yo sea como ése o aquél? Y nombra a uno o a otro. En ciertas ocasiones es verdad lo que dice. Pero, cuando no puede encontrar a un individuo a quien señalar, tampoco le cuesta mucho trabajo lanzar una calumnia. Y como él calumnia con tanta seguridad, consigue que el oyente comience a sospechar. Y tú al oír a alguien decir tales cosas, como quizá has conocido en alguna ocasión a hermanos tuyos que son malos, piensas en tu interior: cierto es lo que éste me cuenta: peligros de los falsos hermanos. Pero no desfallezcas. Lo que él busca sélo tú. Sé tú buen cristiano y convencerás al pagano calumniador.

San Agustín

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