sábado, 21 de junio de 2008

Poesía que promete


OCTAVILLA

“No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra.
No he venido a traer paz, sino espada”
(San Mateo, X, 34).


El mundo es lugar de prueba
para merecer el Cielo;
no habrá —pues— mayor desvelo
ni nada que más nos mueva
que ser fieles y servir
a la Verdad Revelada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Ni placidez, ni remanso:
para vivir es preciso
caminar al Paraíso,
que está en contra del descanso
y aunque debamos morir
en la lucha encarnizada,
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Jamás nos podrán vencer
pero igual… ¡velad alertas!
el infierno con sus puertas
no habrán de prevalecer.
¡qué importa si hay que sufrir,
la bomba, bala o granada!
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

El servir a dos señores
es más que equivocación:
es aberrante traición
y causa de mil errores;
por tanto, hay que decidir
qué vida es más preciada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

La lucha hay que continuar
pues la batalla no cesa
hasta alcanzar las promesas
de quien nos vino a salvar;
entonces, hay que blandir
la filosa arma sagrada:
Él vino a traer la espada,
tenemos que combatir.

Y al llegar nuestro final
pasaremos, en la guerra,
de soldados de la tierra
a Milicia Celestial.
¡Qué consuelo habrá de ser
en la hora señalada
haber tomado la espada
que el Señor vino a traer!

Álvaro M. Varela