viernes, 23 de mayo de 2008

En la Semana de Mayo (II)


BELGRANO Y LA

NACIÓN ARGENTINA


Me interesa reflexionar sobre Belgrano y la Nación Argentina, debido a que se están programando actividades para celebrar en el 2010 el Bicentenario de la Argentina. En realidad, es un aniversario equívoco. Si se toma la expresión Nación Argentina como equivalente a Estado Argentino, es necesario decir que el mismo no quedó constituido el 25 de mayo de 1810, fecha en que se formó un gobierno propio, pero provisorio, hasta que el Rey Fernando VII —que estaba preso de Napoleón— reasumiera su corona. El Estado Argentino sólo surgiría seis años después, con la Declaración de Independencia.

En efecto, al asumir sus cargos los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, consta en el acta de acuerdos del Cabildo: “el presidente [Saavedra], hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar lealmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto Soberano Fernando VII y sus legítimos sucesores y guardar las leyes del Reino…”

Por otra parte, si se toma la expresión Nación Argentina en su sentido sociológico, como conjunto de personas que conviven en un mismo territorio y poseen características comunes: étnicas, lingüísticas, culturales, históricas y religiosas, y manifiestan el deseo de continuar viviendo juntas; la Argentina ya estaba consolidada antes del 25 de mayo. Belgrano estuvo vinculado a ambos hitos históricos, pues fue nombrado Vocal de la Primera Junta en 1810; pero antes, en 1806 —año en que quedó manifestada heroicamente la existencia de la nación— había participado activamente en la resistencia ante las invasiones inglesas.

Consideramos que en ocasión de las invasiones inglesas, quedó en evidencia que la Argentina como nación estaba ya consolidada pues:

1) Existía ya en esta parte del territorio del Virreinato del Río de la Plata, mayoría de criollos, algunos de los cuales, como el mismo Belgrano, desempeñaban funciones públicas de importancia.

2) Existía, como lo afirma el sociólogo Guillermo Terrera, una cultura criolla argentina que para los años 1700/1750, tenía caracteres propios y definidos.

3) No existían en número suficiente tropas profesionales para repeler el ataque extranjero, de modo que la resistencia estuvo a cargo de milicias criollas y de los vecinos que se sumaron voluntariamente a la lucha. Sería impensable que esto ocurriera en una sociedad cuyos integrantes se conformaran con ser una colonia. Precisamente, la decisión masiva de combatir de los criollos, revela a un pueblo con identidad propia que asume la defensa de su tierra, pese a la ausencia del Virrey.

Los recuerdos de Belgrano sintetizan bien la opinión general del momento: “me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación, y sobre todo en tal estado de degradación que hubiese sido subyugada por una empresa aventurera…”

En otro pasaje de sus memorias, destaca la actitud de los soldados voluntarios en la Reconquista y posterior Defensa de 1807: “era gente paisana que nunca había vestido uniforme y que decía con mucha gracia que para defender al suelo patrio no habían necesitado aprender a hacer posturas, ni figuras en la plaza pública para diversión de las mujeres ociosas”.

Siendo Belgrano ayudante de campo del cuartel maestre general, tuvo oportunidad de hablar con los oficiales ingleses prisioneros. Al Brigadier General Craufurd, que le insinuó la conveniencia para los criollos de aceptar el protectorado inglés para lograr la independencia de España, le contestó “nosotros queremos el amo viejo o ninguno”. No hubo un doble discurso en las autoridades criollas, sino que el surgimiento de un Estado soberano en el Río de la Plata resultó de un proceso derivado de la crisis del régimen hispánico.

Así lo explica nuestro héroe en sus memorias: “de allí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos”.

Dos años después, llegó a Buenos Aires la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central, lo que impulsó a un grupo de patriotas, liderado por el Coronel Saavedra a intervenir para “quitar las autoridades, que no sólo habían caducado con los sucesos de Bayona, sino que ahora caducaban, puesto que aún nuestro reconocimiento a la Junta Central cesaba con su disolución”.

La conclusión de este recuerdo del prócer, en momentos en que la nación argentina se está desdibujando, por la pérdida de la concordia cívica, y el intento de suplantar nuestra tradición cultural por ideas de cuño gramsciano, es que sólo seremos dignos herederos del general Belgrano si situamos el verdadero Bicentenario de la Nación en la emulación del espíritu de la Reconquista, y convocamos a los patriotas dispersos, a modo de retreta del desierto, para los arduos combates que nos esperan si queremos restaurar la Argentina.
Mario Meneghini

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