domingo, 27 de abril de 2008

En la semana de la muerte del Duce (I)

DUCE! DUCE! DUCE!


S
u historia más conocida había comenzado otro 28, el de octubre, con la Marcha sobre Roma, aquella incontenible riada humana que lo llevaría al poder, para desde allí formar una Italia grande: tan grande como ese corazón capaz de darle un imperio a sus compatriotas.

En aquel 1922, desde Bolzano, en los Dolomitas, hasta Palermo, en Sicilia, hombres con camisas negras se pusieron de pie para que Roma pudiera erguirse como hacía siglos lo esperaba. Empezaron a marchar, y cada vez eran más los que avanzaban, ansiosos por compartir el triunfo, sobre bicicletas y camiones, trenes y carretas, con sus consignas al aire, o escritas con carbón y cal: el “me ne frego”, el “Roma o morte!”

Alguien movilizaba aquellos ánimos, a esa muchedumbre que ya no era anónima, sino protagonista y participativa como nunca antes. Habían sido atraídos por el irresistible magnetismo de un hombre que había trabajado durante años para llevar sus ideas hasta ese punto culminante, desde el cual podría forjar la patria que soñaba.

Su nombre ya era un grito de guerra: figuraba en las banderas, en los camiones, en los cascos. Se lo vitoreaba con esperanza, con gallardía, con euforia. El grito de Italia llegaba a Roma: “¡Viva Mussolini!”

Luego, su convocatoria para formar gobierno. Las grandes obras, naturales y hasta sobrenaturales: Mussolini, “el hombre de la Providencia” (S.S. Pío XI dixit) devolvió Jesucristo a Italia e Italia a Jesucristo, como consecuencia del Tratado de Letrán. Y la “batalla del grano”, el desarrollo, la formación física y moral del pueblo…

Ayudó a la España Una Grande y Libre a ganar la Cruzada de 1936 con sus hombres y sus aviones: el C.T.V., los Savoia, la sostenida defensa en Europa de la causa franquista, el armamento y la confianza cuando más falta hacía…

La historia marca la caída de Italia y de su Partido Nacional Fascista por una derrota militar, no por el eclipse de sus ideas. Cuando nuestros enemigos quieren anatematizar algo, lo hacen dándole un nombre común: “fascismo”. Enhorabuena: para el fascismo es un nuevo timbre de gloria el ser convertido, por el imperio de un nombre, en la oposición a este mundo subvertido de los que han vencido sin convencer, los que bombardearon Roma sin comprenderla, y han permitido el ultraje del cuerpo de un hombre muerto, creyendo tal vez que así lograrían destruir su genio y anular su obra.

Hoy nos unimos a José Antonio, que lucía orgulloso en su despacho el retrato de su admirado Duce, y a Franco, que lo abrazó en Bordighera cuando los dos grandes de Europa se encontraron. También nosotros queremos abrazarnos a esa Italia de camisa negra que inició su mejor era en 1922, y con el saludo romano le ofrendamos las palabras que en 1940 compuso Agustín de Foxá en su Canto a Roma, dedicado al Duce:

Milenaria ciudad; leche de loba
tienen los labios que pronuncian firmes
la plenitud católica del Dogma.
Madre de Europa, Iberia que a tu trono
dio un Adriano viajero, y un Trajano
domeñador resuelto del Danubio

hoy saluda a tu Imperio renacido

unida a tu destino y a tu César
contra los mercaderes de Cartago

y el Sanhedrín cobarde de Ginebra
.

Rafael García de la Sierra

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que opinan del premio a Juan Gelman los amigos de Cabildo? Estan de acuerdo con que es un "gran poeta" como dicen? Que es lo que podria considerarse un gran poeta? Soy estudiante secundario y me interesa el tema de la poesia.

Anónimo dijo...

Para obtener premios en el mundo de la literatura (y mas en la Argentina, en ésta Argentina) por lo general te exigen certificado de zurdo. Gelman los tiene.
En ésta Argentina si asesinás a alguien sos una lacra pero si les mostrás que tenés la remera del che pasás a ser una víctima del sistema.
Joaquín