viernes, 29 de febrero de 2008

Aquí nunca faltará nuestro Testigo de cargo


LEMMINGS


L
a izquierda domina la cultura en todo el mundo. Día a día ese dominio se perfecciona y amplía gracias a la extensión de los medios masivos de difusión y al discurso único del sistema de enseñanza.

Claro que este predominio tiene, en buena medida, su origen en un acuerdo tácito —pero muy eficaz— entre los ricos y los intelectuales de izquierda, esto último en un sentido muy amplio, que abarca desde los conductores de programas de radio y de televisión hasta los novelistas y los autores de guiones de telenovelas. Los ricos son dueños de los medios, los intelectuales proveen el material ideológico. Ambos grupos han firmado una paz precaria pero efectiva, basada en que ambos quieren cosas casi idénticas: los ricos un mundo de consumidores, los intelectuales un mundo desacralizado.

Cuando se ve el éxito que estos propósitos tienen en el mundo actual uno puede preguntarse cuánto tiempo va a pasar hasta que se suprima definitivamente a los disidentes, es decir, a los católicos que nos tomamos nuestra fe en serio. Pero hay otra forma —menos pesimista— de considerar esta cuestión. Y es la consistencia y los verdaderos alcances de la cultura zurda. Porque uno puede válidamente preguntarse a dónde conduce una cultura nihilista.

Uno puede intoxicar cuatro horas por día a los niños del mundo entero, llenarles la cabeza de imágenes cada vez más despegadas de la realidad. Lo que no puede es pretender que esos mismos niños sean después alumnos aplicados y atentos en un sistema educativo que no puede funcionar sin esas virtudes.

Uno puede encandilar al mundo entero con los gadgets de la sociedad de consumo y hacer que jueguen su vida a poseer más y más cosas. Lo que no puede es pretender que esos mismos consumidores tomen algo en serio y construyan una vida que no esté signada por la frivolidad. Uno puede extender el consumo masivo a todas partes del mundo y exhibirlo día tras día, hora tras hora, por la televisión.

Lo que no puede pretender es que, si al mismo tiempo crece la marginalidad, esos marginales no acumulen resentimiento y furor y que la sociedad entera se desequilibre con distancias cada vez más siderales entre los que tienen y los que no tienen.

Uno puede desacreditar el matrimonio (el único que hay: un hombre y una mujer con voluntad de vivir juntos toda la vida y de procrear hijos) poniendo el nombre de tal a las coyundas de maricones y marimachos. Puede, al mismo tiempo, crear toda una cultura en la que los hijos son “consecuencias” y no fines. Puede también inventar y propagar toda clase de medios para no tener hijos. Lo único que tiene que recordar es que inexorablemente todo eso se traducirá en una baja de población que tarde o temprano extinguirá a los pueblos y pondrá en crisis a los Estados.

Uno puede predicar la igualdad entre todos los hombres, declarar que la única perspectiva posible es la de la humanidad y proclamar que el nacionalismo es un fetiche obsoleto. Lo que no se puede es, con esas ideas, es llevar a cabo una política migratoria restrictiva y devolver pateras llenas de emigrantes al país de origen y levantar por todas partes muros de contención porque el primer resultado de ello será aumentar en forma exponencial el resentimiento y el odio contra Occidente.

Uno puede enseñar educación sexual a los niños y a los jóvenes desde su nacimiento hasta que dejan de serlo, presentar el sexo como un juego y las relaciones de pareja como otro juego lleno de azar, de diversión y de variedad. Lo que no se puede es quejarse luego no sólo de la incapacidad para formar parejas estables sino de la destrucción de la familia y el desequilibrio de las sociedades. Uno puede educar a las nuevas generaciones en un feroz individualismo en el que cada hombre aspira a ser un dios incapaz de servir a nadie, incapaz de buscar en el otro nada que no sea la propia satisfacción. Lo que no puede es quejarse después del tipo de sociedades que esos hombres así formados constituirán, de su egoísmo rayano en el autismo, de su incapacidad para establecer ningún vínculo serio y duradero. En una palabra, uno puede envenenar el agua que va a beber, pero no es lógico que después se queje de dolor de estómago.

Contemplando estas cosas y otras muchas, uno recuerda a los lemmings, esos bichitos del hemisferio norte que de pronto se forman en una columna cerrada y se dirigen, depredando todo a su paso, al mar en el que se sumergen y se ahogan.

La izquierda triunfante, sin otro programa que el progresismo, la autonomía del individuo, la desaparición de la dimensión sagrada del hombre, me hace acordar a una columna de esos mamíferos casi extinguidos. Marchan decididos y con gesto hosco hacia la nada. Dan ganas de gritarles “Adelante, lemmings, hasta la victoria siempre. El piélago los espera”.
Aníbal D'Angelo Rodríguez

jueves, 28 de febrero de 2008

Voces de los de enfrente


SARAMAGO

Y LOS JUDÍOS

E
n abril de 2002, el colaborador de la BBC en Cisjordania, José Vericat, conversó en Ramalá con el conocido escritor portugués José Saramago, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998, con ocasión de su visita a Palestina. Éstas son algunas de las polémicas declaraciones del afamado autor marxista:

“Un sentimiento de impunidad caracteriza hoy al pueblo israelí y a su ejército. Se han convertido en rentistas del holocausto (…) Los judíos que han sido sacrificados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían si tuviéramos tiempo de decirles cómo se están portando sus descendientes. Porque yo pensé que esto era posible; que un pueblo que ha sufrido debería haber aprendido de su propio sufrimiento. Lo que están haciendo con los palestinos aquí es en el mismo espíritu de lo que han sufrido antes (…) Yo creo que ellos no conocen la realidad. Todos los artículos que aparecieron en contra mía han sido escritos por personas que no han ido nunca a saber cómo viven los palestinos, es decir ellos no quieren saber lo que está pasando aquí (…) Sería lógico que estuvieran aquí los cascos azules. Pero el gobierno israelí no lo permite. A mí lo que me indigna, y no puedo callarme, es la cobardía de la comunidad internacional que se deja callar (…) Ni siquiera hablo de Estados Unidos, del lobby judío, de todo eso que es más que conocido। Hablo de la Unión Europea. Europa, la cuna del arte, de la gran literatura, todo eso. Y todos asistiendo a esto, a este desastre y nadie interviene (…) Esto que está pasando en Israel contra los palestinos es un crimen contra la humanidad. Los palestinos son víctimas de crímenes contra la humanidad cometidos por el gobierno de Israel con el aplauso de su pueblo”.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Cada vez son menos


¿APARECEN LOS
DESAPARECIDOS?

N
o son pocas las veces, ni desautorizadas las voces, a través de las cuales se ha puesto en evidencia la mentira de los treinta mil desaparecidos. Al igual que con otras cifras emblemáticas, ocurre que ésta no contiene ninguna verdad sino un mito útil a la propaganda marxista. Reducida y dialectizada la percepción de la realidad, es común que los ideólogos quieran numerarla, con el solo propósito de volverla más efectista. Los treinta mil desaparecidos no conforman ninguna verdad. Apenas un recurso mnemotécnico para mantener viva la guerra subversiva.

Hace más de una década y media que trascendió el caso de un prestigioso médico de Mar del Plata, que pedía que se lo retirara de la lista de desaparecidos por estar “vivito y coleando”. Hace algo más aún, un terremoto en México dejó como saldo una tranquilizante nómina de sobrevivientes, entre los cuales había no pocos de los dados por extintos a causa de la supuesta dictadura militar. En el “Ámbito Financiero” del 12 de septiembre de 1985, en nota titulada “Una respuesta no conocida del Ejército”, el periodista Carlos Tórtora informaba sobre una carta enviada por Eduardo Alberto Kurt Fuentes, por entonces residente en Estocolmo, a la Secretaria de Relaciones Públicas de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Rosa Pantaleón. En la misma, solicitaba su baja de la nómina de desaparecidos, por cuanto se encontraba residiendo en Suecia desde abril de 1978, junto con su esposa, “en buen estado de salud y felices de vivir en su nuevo país”. Don Kurt, claro, figura en el “Anexo” del Informe de la CONADEP —editado por Eudeba en 1984 y curiosamente ocultado después— en la página 242, como “Persona desaparecida: Kurt Fuentes Eduardo. Lugar del hecho: Buenos Aires. Nº de actor: 02701. Fecha de desaparición: 1/1/78”.

En su momento, como consecuencia de la detención del cura Grassi, todo el mundo se enteró de que el Juez que llevó su causa —y luego súbitamente renunciante— era el Dr. Alfredo Humberto Meade. Pero muy pocos se preguntan si no será el mismo que figura en la página 288 del Anexo 1 del informe final de la CONADEP como detenido-desaparecido. El mismo que, a comienzos de octubre de 2001, dirigió las Jornadas sobre “Servicio de justicia, niñez y derechos humanos”, con expositores tan ecuánimes como la Nona Carlotto. El mismo, al fin y como decíamos antes, que inicia una acción legal contra un clérigo, motivada por la denuncia mediática de Miriam Lewin de García, ex militante montonera de confesa trayectoria.

¿A cuántos de estos casos de desapariciones y apariciones les habremos pagado los 250.000 dólares de indemnización? ¿Nadie va a reclamarles a Magdalena Ruiz Guiñazú o a Ernesto Sábato, el mal desempeño de sus tareas inquisitoriales? ¿Alguien reconocerá alguna vez que se ha estado mintiendo descaradamente desde hace veinticinco años con la cifra de las desapariciones? ¿Pueden los jueces de una nación ser antiguos terroristas, y proclamarse después esa misma nación en contra del terrorismo? Éstas y otras muchas, no son preguntas que tengan respuestas. Son preguntas que tienen indignación y estupor.

lunes, 25 de febrero de 2008

Padres de la Patria


EL INOLVIDABLE PADRE
RAÚL SÁNCHEZ ABELENDA

F
ue echado —de mala manera— de su parroquia, la Inmaculada Concepción de la calle Independencia. Su “delito”, aferrarse a la Misa Tradicional. Y así fue como recaló en el Priorato de la Fraternidad San Pío X de Buenos Aires.

Hasta allí llegaba cada domingo con su valija marrón, desvencijada y vieja, un rato antes de las once de la mañana. Saludaba a algunos fieles sin detenerse demasiado en las palabras, porque prefería repasar el breviario antes de entrar en la sacristía para cambiarse. Unos minutos después, cerraba su Oficio Divino con una banda elástica para que las hojas no volaran —lo cual denotaba cuán fatigadas estaban aquellas páginas—, y entre las oraciones de práctica comenzaba a lavarse las manos, y a ponerse su alba de siempre.

Es que todo en él era “de siempre”. Su fe, la mejor herencia que recibió de su madre, cuando el pequeño Raúl daba aún sus primeros pasos en la entrerriana Nogoyá. Su sacerdocio, apegado a Santo Tomás y la Santísima Virgen. Su Misal, de San Pío V…

[Alguna vez me comentó que, cuando muriera, deseaba que pusieran sobre su pecho el Misal Romano con el cual día tras día convocaba al Rey de Reyes a hacerse presente sobre su patena. Sacerdote para siempre, no consentiría dejar ni siquiera tras su fallecimiento la Misa de su consagración].

Le gustaba, para realzar la Misa dominical, que se encendieran dos velas de cada lado. Mientras se acercaba a la credencia, controlaba que estuvieran ya encendidas. Si no era así, su voz grave tronaba enseguida: “Che, las velas”. Y esperaba lo necesario hasta que el pabilo prendiera aquellas llamas.

Cuando llegaba el momento, se quitaba su manípulo y, portando su inseparable Misal, se dirigía al ambón, donde traducía el Evangelio directamente del latín impreso. Nunca lo vi usar una traducción. ¡Si casi ni miraba los apuntes que preparaba en minúsculas hojitas!

El sermón era lo más esperado por los fieles. A golpes de puño sobre el ambón, cuando había que fijar un concepto o denunciar una canallada laica o clerical, su voz que tronaba sabía también quebrarse en un llanto silencioso cuando se emocionaba hablando de la Madre de Dios, sobre todo en las Misas del día de la Inmaculada, que celebraba con ornamentos celestes. Los cuales, sobre el alba blanca, le daban los colores que defendió no sólo desde el púlpito, sino desde la misma rectoría universitaria, y en los estrados judiciales en no pocas ocasiones.

Un Miércoles de Cenizas no se presentó a la ceremonia que inaugura la Cuaresma, pese a que había quedado en celebrar él. Al domingo siguiente, cuando tampoco llegó para rezar su Misa, se encendió la alarma, y un par de amigos, entre ellos su médico personal, se presentaron en su departamento. Lo encontraron muerto, con su breviario abierto a centímetros de su mano.

Y así, en medio de sus oraciones “de siempre” fue a presentarse a su juicio particular. Fue a presentar su alma ante el Dios de los Ejércitos para el cual peleó toda su vida. Habrá llegado al cielo, quizás, para sentarse cerca de los Padres Meinvielle y Castellani.

Rezará desde allí por nosotros. Y aunque desde el 25 de febrero de 1996 nos sentimos todos un poco más solos, el Padre Raúl Sánchez Abelenda estará en el lugar que supo ganarse con holgura. Después de trabajar tanto en la tierra, es justo que ahora descanse para siempre en aquel lugar del refrigerio, de la luz y de la paz.
Rafael García de la Sierra


domingo, 24 de febrero de 2008

Aquel valenciano querido


UN HOMBRE DEL 23-F

Repitió varias veces la anécdota, que por supuesto nació después del año 1981. Cuando alguien le preguntaba por su cumpleaños, o bien cuando quería remarcar ese dato, inmediatamente aclaraba: “Nací un 23 de febrero. Soy, en consecuencia, un hombre del 23-F”.
Por eso, don Fernando, nuestro enhorabuena, en su nuevo cumpleaños, que llega por sobre la ausencia, la muerte y la separación física.
Pero callémonos ya. Que hable el ilustre homenajeado, ya que lo sigue haciendo a través de sus cuarenta libros, un número redondeado como otros cuarenta, los años de aquella España que tanta falta nos hace.


Mi entrevista para el programa “Dos por dos”, se graba después de que Miguel Bosé canta una melodía de esas que ahora se llevan, moviendo mucho la cintura. Me preguntan muchas cosas, algunas verdaderamente agudas (quizá malintencionadas), pero afortunadamente tengo acierto al contestar. De manera que el público interrumpe dos veces con ovaciones, de lo que (según me dicen) no había precedentes. Una, cuando la Milá me dice que me guaseo demasiado de los políticos en el libro, y yo contesto que es que hay aquí muchos políticos de risa. Otra, cuando a la pregunta “¿Cree usted que España necesita que llegue un salvador?”, respondo: “Eso pregúnteselo al presidente Suárez”. Todo un síntoma la reacción de la gente. También han celebrado que dijese no sólo que escribo, sino que todo lo hago mejor con la derecha.

Veo a las diez el programa en casa, con la familia en pleno. Realmente he quedado bien contestando e incluso (según mi hija Carmen) estoy guapo. Comienza a sonar el teléfono y durante una hora no paro de agradecer parabienes, tanto de amigos como de entusiastas desconocidos, que se empeñan en que he estado poco menos que heroico. ¿Pero a qué extremo de sensibilización política hemos llegado? Yo he contestado normalmente (creo), haciendo hincapié en que no soy político, aunque dejando también en claro que no me cambio de chaqueta, que soy de derechas y que respeto la memoria de Franco. Sólo por eso, estas buenas gentes (me llama hasta una señora desde Sevilla) me consideran poco menos que un legionario.

Una de las llamadas es del teniente general Carlos Iniesta, a quien no conocía. Está también entusiasmado. Nos citamos para tomar una copa el jueves en su casa.

Me duermo con una confusa sensación. Realmente, ¿tanto mérito tiene limitarse a mantener una línea meramente honesta, simplemente decorosa? Quizá eso explique el éxito de los últimos libros; la gente normal, la “mayoría silenciosa”, está harta de los oportunistas, de los profesionales del poder. Y agradece que uno los ponga en la picota, aunque sea tan discretamente como creo que yo lo hago.
Fernando Vizcaíno Casas

Nota: El fragmento ha sido tomado de su libro “Un año menos”, de Editorial Planeta, 1979.

sábado, 23 de febrero de 2008

23-F

ANTE UN HIDALGO ESPAÑOL



N
uestra Revista tuvo ocasión de hablar con el hombre del 23-F al año siguiente de su intento de rectificar los rumbos hispanos. Para aquella fecha, el 15 de enero de 1982, el Teniente Coronel Antonio Tejero Molina se encontraba recluido en un Regimiento de Intendencia situado en las cercanías del pueblo de Alcorcón, en las afueras de Madrid. Luego de presentar nuestra respectiva documentación ante la Policía Militar, y acompañados por uno de ellos, que singularmente no ocultaba su simpatía por el “reo de lesa democracia”, fuimos introducidos en una sala en la que se encontraba presente un cierto número de personas, a la espera de poder ver y manifestar su agradecimiento al hombre que juntamente con muchos otros quiso izar las heroicas banderas que, en 1936, se levantaron para hacer a España Una, Grande y Libre.
Así fuimos pasando, uno por uno, en orden de llegada, al encuentro con el hidalgo. Cuando entramos en la pequeña habitación pudimos observar que en una de las paredes se encontraban sendos retratos enmarcados de José Antonio y Francisco Franco. Vaya paradoja, ¿no?, que estos dos Grandes de España no eran olvidados y permanecían presentes en la gratitud y en la prisión de Antonio Tejero, a diferencia de tantos otros que en mejores condiciones, y asentados en Ministerios, Representaciones oficiales y percibiendo abultadas retribuciones por sus “ilustres servicios”, reniegan de sus juramentos y de aquel período de la historia de España, del que ellos se aprovecharon y al cual sirvieron.
Y allí, dentro de la austeridad que impone la prisión, se encontraba el hombre, el militar, el español, vistiendo el uniforme de fajina de la Guardia Civil, aquel mismo que hace ya casi un año hizo tambalear con su gesta al régimen de la partidocracia borbónica.
Reproducimos aquí lo más sustancial de aquella charla.


Cabildo: Teniente Coronel, ¿cuál es su opinión sobre el momento político y social que está viviendo España?

Tejero: La actual situación de España es realmente grave, y sin lugar a dudas se está queriendo romper con todo el legado de Franco. Aquello que se alcanzó con esfuerzo y sacrificio, se pretende destruir. La unidad española está siendo quebrada, ya que se otorgan autonomías y libertad de acción a los grupos separatistas. La independencia económica, la justicia social, las fuentes de trabajo, que durante el gobierno del General Franco fueron objetivos logrados, ahora, mediante una política incoherente se están destruyendo: la desocupación es alarmante, y mediante esta situación se crea el campo propicio para que el marxismo coseche sus frutos.
Además, se está intentando desintegrar moralmente a la Nación y a la familia, que es el pilar de una comunidad fuerte y sana. Se ha legalizado el divorcio y se pugna por la ley del aborto, que es bajo todo punto de vista el asesinato de un ser inocente. España actualmente ha superado a Dinamarca en la exportación de filmes pornográficos, cosa que parece insólita pero es así.
Por ser hombres somos imperfectos, y por lo tanto podemos cometer errores, ya sea en nuestra vida privada como en la pública, pero de ahí a hacer del error una norma legal hay un largo trecho. Por medio de la comercialización del sexo con la pornografía —en todas sus variantes— se está tratando de prostituir a la juventud española.

Cabildo: ¿Cómo considera el futuro ingreso de España al Mercado Común?

Tejero: España ha sido y será un país con caracteres propios y diferentes al resto de Europa, y mientras el gobierno español se esfuerza para que ingresemos al Mercado Común, los camiones con nuestros productos son volcados e incendiado su contenido en territorio francés. No quiero como español que España se convierta en la fregona del Mercado Común. Creo y sé que somos diferentes al resto de Europa; y lo que debería hacer España es proyectarse económica y tecnológicamente hacia Hispanoamérica y buscar allí sus mercados, ya que culturalmente y como hija de España posee nuestra misma sangre, habla nuestra misma lengua y reza a nuestro mismo Dios.

Cabildo: ¿Qué opinión del merece el rey Juan Carlos?

Tejero: Si el rey hubiera engrandecido a España con su accionar, y hubiese cumplido con su palabra dada en el momento de jurar como tal, yo sería en este momento el más ferviente monárquico; hoy no lo puedo ser, dado que aquello no fue.

Cabildo: ¿Cuál es su concepto sobre los actuales políticos españoles?

Tejero: Muchos de ellos ya son y eran conocidos por la posición política adoptada durante y posteriormente a la guerra civil, caso el de Santiago Carrillo, entre otros. Pero existen los que crecieron y escalaron posiciones durante el gobierno del Caudillo, y luego de producida su muerte, juraron por los Principios del Movimiento para renegar de ellos al poco tiempo y desmantelar día a día todo lo alcanzado por los españoles en cuarenta años. Un ejemplo claro es Adolfo Suárez. Además, el sistema democrático, luego de estos años de vida, muestra de manera muy clara su deficiencia para llevar a España por el camino de la grandeza, ya que en todos los aspectos de la vida política y social cunde el caos. El terrorismo, la desocupación, la delincuencia, son, entre otras cosas, muestra clara de tal ineptitud.

Cabildo: ¿Cuál es su parecer sobre la posición de las Fuerzas Armadas, en relación a la actualidad política española?

Tejero: Siempre generalizando, ya que existen excepciones, los militares que actualmente ocupan los grados de la alta oficialidad, y a pesar de que muchos de ellos combatieron en la guerra civil, y pudieron observar lo que costó con sangre recuperar a España del marxismo, hoy parece que hubieran perdido la memoria, ya que contemporizan con los que están destruyendo a la Nación. Para darle un ejemplo, hace algunos días, un general español, que en su juventud fue miembro de la División Azul, es decir que combatió al marxismo en la Unión Soviética, exclamó en un reportaje: “Un militar no debe mirar al pasado”. Yo creo que no sólo el militar, sino un hombre en sí, no puede olvidar el pasado, ya que recibe de éste todo un legado de cosas vividas, que al igual que un pueblo, debe tener presente su historia para poder así proyectarse hacia el futuro. A diferencia de esta postura olvidadiza, la oficialidad joven se encuentra mayormente cohesionada en la fidelidad a los ideales que hicieron de España una gran Nación.

Cabildo: Teniente Coronel, ¿qué experiencia personal recuerda de la guerra civil?

Tejero: Yo era un niño, sólo tenía siete años, pero recuerdo perfectamente las cosas que se decían en mi casa cuando aún los nacionales no habían liberado la región. Recuerdo que mi padre se reunía con sus amigos y escuchaban la radio para obtener noticias sobre la marcha de la guerra; lo hacían con las ventanas y puertas cerradas, tapados con una manta, ya que si eran descubiertos escuchando una emisora nacional, sus vidas corrían peligro.
Todos los días nos enterábamos de que la checa se había llevado a algún vecino; nunca lo volvíamos a ver. Todos sabían que en cualquier momento podían correr la misma suerte, es decir, ser arrancados de su hogar durante la noche y recibir un tiro en la nuca. Ése era el clima de la España roja, y el que queremos que nunca se repita.

Cabildo: ¿Cómo ve el futuro de España?

Tejero: España triunfará. Aunque el camino se torne difícil, todos los obstáculos serán superados. Poseo la total seguridad de que todavía existen españoles que están dispuestos a luchar por ello, y hacer que la Patria surja plenamente.


Queremos hacer notar algo que nos llegó hondamente: en un momento dado nuestra conversación se vio interrumpida debido a que se escuchó el toque del clarín, que anunciaba en el cuartel el arrío diario del pabellón nacional, y aquel hombre se puso de pie, abrió de par en par la pequeña ventana de su habitación, y a través de las rejas que la cubrían saludó militarmente a la bandera de España, a su bandera. Era la misma que había ondeado en la Reconquista, en América, en África, en Flandes, en las guerras contra el invasor francés, en la Cruzada de 1936, en Rusia vestida de azul, y la que ondeó durante cuarenta años dando paz, orden y trabajo a los españoles. No era la de hoy, que ya no luce el águila imperial, ni yugo, ni flechas, y sí en cambio una corona borbónica munida de escudo, que representa la España quebrada, la del camaleonismo democrático comprometido con mezquinos intereses económicos y de partido.
Y así, mientras el diputado del Partido Socialista Obrero, Enrique Múgica calificó en una declaración pública que “los guardias civiles que ocuparon el Congreso, son gente sin honor”, Antonio Tejero Molina, que sin lugar a dudas posee un muy diferente honor al del señor diputado, espera sereno y seguro de haber cumplido con el deber de español y de militar, el momento del juicio al que será sometido.
No en la España borbonizada, pero sí en la historia de la España Heroica, Antonio Tejero Molina ocupará su sitial de honor, ya que en sus venas corre la sangre reencarnada de Pelayo, del Cid, de Isabel y Fernando, de Lope, de Cervantes, de José Antonio, y de tantos otros hombres y mujeres que hicieron de España la gran evangelizadora, la madre de un nuevo mundo, señora en Letras y patrona en Santos.
Ésta es la Patria por la cual palpitan muchos corazones, y por la que un 23 de febrero de 1981 hidalgos españoles, en parangón del Quijote, se lanzaron a la calle a gritar ¡basta!

Nota: Este artículo fue publicado en la Revista “Cabildo”, segunda época, año VI, nº 50, corespondiente al mes de febrero de 1982.

viernes, 22 de febrero de 2008

Una fecha olvidada


DÍA DE LA
ANTÁRTIDA
ARGENTINA

E
sta región es parte del territorio nacional, integra una vasta área en el casquete polar austral y en ella prevalecen condiciones ambientales particulares: está afectada a un régimen jurídico especial y forma parte del que fuera Territorio Nacional (hoy provincia) de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, establecido por Decreto-Ley Nº 2129, fechado el 28 de febrero de 1957. Las autoridades provinciales residen en Ushuaia y el Gobernador designa anualmente su delegado para la región.

La presencia argentina en nuestro Sector Antártico, se remonta a la segunda década del siglo XIX. Iban entonces buques foqueros desde el puerto de Buenos Aires hasta las llamadas actualmente Islas Shetland del Sur en busca de sus presas.

Más tarde, a fines del siglo XIX y principios del siglo pasado, las ayudas prestadas por nuestro país a expediciones extranjeras fueron debidamente apreciadas, quedando testimoniadas en toda una serie de nombres argentinos puestos a accidentes geográficos, como la Isla Uruguay, las Islas Argentinas, Roca, Quintana, entre otros। Al fin, el 22 de febrero de 1904 —de ahí la efemérides— se inicia la ocupación permanente de la Antártida Argentina, con el izamiento de nuestro pabellón en las Islas Orcadas।

Eso sí: los pingüinos vienen cada vez peores.

jueves, 21 de febrero de 2008

Víctimas del terrorismo marxista


ASESINADOS POR

LA SUBVERSIÓN
EN FEBRERO

08/02/71: Cabo JUAN J. MUGA (Policía de Santa Fe)
14/02/72: Cabo 1º CONRADO LICAY (Policía de Buenos Aires)
14/02/72: Agente RAMÓN H. MALDONADO (Policía de Córdoba)
20/02/72: Cabo ANTONIO CAÑETE (Policía de Buenos Aires)
01/02/73: Sargento Ayudante ÁNGEL SEGOVIA (Ejército Argentino)
01/02/73: Teniente 1º JOSÉ M. NACARATO (Ejército Argentino)
14/02/73: Señor LUIS O. BIANCULLI (Ciudadano)
21/02/73: Suboficial VÍCTOR RODRÍGUEZ (Policía de Buenos Aires)
14/02/74: Cabo JUAN J. ARCE (Policía de Buenos Aires)
18/02/74: Cabo 1º EUGENIO R. LEIVA (Policía de Santa Fe)
18/02/74: Señor ALEJANDRO GIOVENCO (Estudiante)
27/02/74: Señor ROGELIO CORIA (Gremialista)
28/02/74: Agente MARCELO BAIGORRIA (Policía de Córdoba)
28/02/74: Señora NORMA M. DE CARRASCO (Ciudadana)
01/02/75: Señor PASCUAL FRANCONERI (Ciudadano)
07/02/75: Señor ANTONIO MUSCAT (Empresario)
07/02/75: Cabo FÉLIX PÉREZ (Policía de Buenos Aires)
10/02/75: Teniente 1º CARLOS M. CASAGRANDE (Ejército Argentino)
10/02/75: Subteniente GUSTAVO LÓPEZ (Ejército Argentino)
13/02/75: Señor JORGE GALLINO (Ciudadano)
14/02/75: Señor RODOLFO CHÁVEZ (Gremialista)
14/02/75: Soldado ALBERTO VACCA (Ejército Argentino)
14/02/75: Teniente 1º HÉCTOR CÁCERES (Ejército Argentino)
14/02/75: Señor HIPÓLITO ACUÑA (Diputado Nacional)
14/02/75: Suboficial Mayor (R) EDUARDO M. YARBOUR (Armada Argentina)
14/02/75: Señor HÉCTOR E. NORIEGA (Gremialista)
16/02/75: Señor FÉLIX VILLAFAÑE (Gremialista)
19/02/75: Agente RAÚL A. GUZMÁN (Policía de Córdoba)
19/02/75: Agente CARLOS A. TORRES (Policía de Córdoba)
21/02/75: Señor TEODORO PONCE (Gremialista)
23/02/75: Señor SIGFRIDO ARACNO (Ciudadano)
23/02/75: Oficial Ayudante AGUSTÍN PÉREZ (Policía de Córdoba)
23/02/75: Oficial HÉCTOR VEGA (Policía de Córdoba)
26/02/75: Sargento CARLOS A. BENGOECHEA (Policía Federal)
26/02/75: Señor JOHN P. EGAN (Cónsul de Estados Unidos)
28/02/75: Señor REYNALDO RODRÍGUEZ (Gremialista)
28/02/75: Voluntario DESIDERIO D. PÉREZ (Ejército Argentino)
28/02/75: Sargento 1º NICOLÁS CARDOZO (Policía de Buenos Aires)
28/02/75: Cabo ROQUE R. FREDES (Policía de Buenos Aires)
28/02/75: Agente EUGENIO RODRÍGUEZ (Policía de Buenos Aires)
02/02/76: Señor JOSÉ DETESORI (Ciudadano)
03/02/76: Agente TOMÁS S. F. CAMPILLAY (Policía de Mendoza)
03/02/76: Agente PABLO R. PUEBLA (Policía de Mendoza)
04/02/76: Señor JOSÉ M. TARQUINI (Funcionario Público)
11/02/76: Agente HUMBERTO H. GUERRA (Policía de Buenos Aires)
11/02/76: Coronel RAFAEL R. REYES (Ejército Argentino)
12/02/76: Señor CARLOS A. DOMÍNGUEZ (Funcionario Público)
14/02/76: Cabo JORGE R. BENÍTEZ (Prefectura Naval)
15/02/76: Señor MIGUEL A. POZZO (Ciudadano)
21/02/76: Señor VICENTE LÓPEZ (Obrero)
21/02/76: Señora ELENA Y. DE LEONARDI (Profesora)
22/02/76: Señor ROBERTO BAES HONAR (Ciudadano)
24/02/76: Coronel JOSÉ E. DALLA FONTANA (Ejército Argentino)
25/02/76: Agente DANIEL G. LAURINO (Policía de Buenos Aires)
25/02/76: Agente CARLOS A. LÓPEZ (Policía de Buenos Aires)
25/02/76: Señor ENRIQUE FLORENTÍN (Comerciante)
26/02/76: Sargento ROBERTO RÍOS (Bombero)
26/02/76: Señor ADALBERTO C. GIMÉNEZ (Sindicalista)
27/02/76: Señora SILVIA E. STIEBEN (Ciudadana)
27/02/76: Agente CARLOS ARGENTO ACHÁVAL (Policía de Buenos Aires)
28/02/76: Señor HÉCTOR MINETTI (Ejecutivo)
10/02/77: Señor PEDRO A. LOMBARDERO (Industrial)
10/02/77: Cabo 1º ROQUE FARÍAS (Policía de Santa Fe)
10/02/77: Oficial Ayudante ERNESTO OLIVERA (Policía de Santa Fe)
15/02/77: Cabo 1º OSVALDO R. RÍOS (Ejército Argentino)
15/02/77: Oficial Inspector CARLOS J. REYNOSO (Policía Federal)
17/02/77: Agente ROLANDO A. ÁLVAREZ (Policía de Buenos Aires)
02/02/89: Sargento 1º RAMÓN WLADIMIRO ORÚE (Ejército Argentino)

Recordemos a nuestros muertos. Recemos por sus almas.

Que sus almas y las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

Amén.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Pensar la Patria


CASTELLANI

Y LUGONES

H
ace un par de días reproducimos un texto del R. P. Luis Jeannot Sueyro, donde se citaba una frase del Padre Castellani sobre Lugones: “Sería un desastre para la Argentina que olvidase a Lugones”.
La cita nos invitó a buscar el texto entero. He aquí, entonces, el prólogo que el R. P. Leonardo Castellani escribió para su libro “Lugones”, que apareció en el tomo VIII de la Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino.


En el último año de su vida Leopoldo Lugones me honró gratuitamente con su amistad y su confianza. Yo no me di cuenta del intenso —y aun tormentoso— trabajo interno que entonces lo devoraba; y aún ahora me culpo de eso. Cuando estando afuera de la Capital me llegó la noticia de su muerte voluntaria, no lo quise creer. En nuestras entrevistas en la Biblioteca del Maestro solamente se patentizaba un extraordinario fervor patriótico y católico —efervescencia por momentos— que parecía prometer únicamente veinte años más de vida fecunda, y la complexión en mármol y oro del extraordinario monumento literario, “más perenne que el bronce”, que con todos los defectos o fallas que se quisiere, constituye incluso “trunco” un gran tesoro para este país.

Lugones fue un genio poético, malogrado en parte si quieren. Su mera existencia desmiente de hecho las apreciaciones despectivas sobre Sudamérica de Georges Guyau, Pío Baroja, Keyserling y otros: de que “la raza española no ha producido —ni producirá— una sola obra de valor universal” (palabras del primero). La “Oda a los Ganados y las Mieses” y “Romances del Río Seco” serán estudiados incluso en España por los siglos de los siglos —si es que aún quedan tantos plurales—, mostrando “nuestra capacidad para la más alta civilización”, en frase de Lugones; y si no fueren estudiados también en Francia y en Italia, será simplemente porque la poesía no se puede traducir; y ésta es poesía medularmente argentina.

En el prólogo a la obra póstuma “Roca”, Octavio Amadeo dijo que de Lugones quedarían solamente cuatro o cinco poemas en las antologías. Bastante más que eso: quedarán cuatro o cinco libros íntegros; y muchas piezas de sus otros libros, incluso de los llamados “de tanteo” — que llama Disandro “lo inmaduro”.

Sería un desastre para la Argentina que olvidase a Lugones. Incluso para su política tiene importancia; no digamos para su historia —siendo como es una gran estampa viva de este país en angustiosa muda biológica—; sobre todo la historia de la educación, en la cual él actuó —bien y mal— incesantemente; y de cuyas fallas fue en parte una víctima.

Sus “Obras Poéticas Completas” fueron editadas por España; y recientemente reeditados cinco de sus mejores libros de prosa, también por Aguilar, de Madrid. Sus dos mejores libros de prosa —truncos por su muerte—, a saber, “El ideal caballeresco” y “Misión del escritor”, no han sido aún editados. Sus libros editados aquí lo fueron por un israelita, Manuel Gleizer, “un verdadero israelita en quien dolo no hay”, como dice el Evangelio. Su patria no le ha hecho mucho caso; si no es que llamemos “patria” a la trenza política roquista, que le hizo dones con el fin de tenerlo atado. Esperemos que su verdadera patria cumpla al menos la humilde petición que, en nombre de toda la prosapia que en él se resumía, le dirigió no mucho antes de morir.

“Que nuestra patria quiera salvarnos del olvido
por estos cuatro siglos que en ella hemos servido”.

Padre Leonardo Castellani, S.J.

Día de Santa Teresa de 1963

martes, 19 de febrero de 2008

Revelaciones Rousseaunianas


¿MÁS DEMOCRACIA?


N
o estriban los males de la democracia tanto en la partidocracia, como en la democracia misma. Los partidos políticos, aunque enemigos de toda autoridad bien constituida, podrían fungir al fin de cuentas, y bajo determinadas condiciones, un símil de autoridad; siéndoles aplicables benévolamente lo que se dice de la policía ineficaz: más vale una mala policía que ninguna policía.

Es cierto que disfrutan de un poder mal habido por virtud de la exclusividad que les otorgan las leyes electorales para presentar las listas de candidatos. Que ninguno de los variados proyectos de reforma política, redactados por sus personeros, que rondan por el Congreso, propone la eliminación de ese privilegio. Que el privilegio implica la transformación de la república en una oligarquía que se representa a sí misma. Que esta oligarquía no tiene parentesco alguno, ni memoria de las tradiciones del patriciado fundador. Que es una minoría de advenedizos de origen intérlope y hábitos espurios. Que el goce de un poder sin riesgos ni sobresaltos durante un cuarto de siglo, la ha corrompido hasta el caracú. Que por su incompetencia y deshonestidad esencial ha destruido la prosperidad argentina y ha dejado al país abrumado por una deuda externa hoy impagable.

Y, sin embargo, estos parásitos todavía recogen votos en sus propios partidarios y aun en el electorado independiente. Votos de descarte, votos por el menos malo, por no perderse el viaje a la mesa escrutadora, por dar alguna respuesta a una amable encuestadora, por lo que sea, pero votos al fin, que tienen el efecto de consagrar la persistencia del Régimen.

Si las encuestas no engañan —lo que no es nada seguro— admitamos que existe un porcentaje de intención de voto estimable en acaso un 40% de personas en total a favor de alguna bandería. Esto es razonablemente comprensible. Es cierto que no se precisa de encuestas para informarse del desprecio que se tiene a los políticos, a los cuales la generalidad califica con una frase día a día menos injusta: “Son todos chorros”. Pero es cierto también que, a un mismo tiempo, ha habido quienes votaron a Menem y quienes volvieron a votarlo. Y hay quienes estarían dispuestos a votar de nuevo a Alfonsín o a hacer otro ensayo con Kirchner. “El número de los imbéciles es infinito”, dice el Eclesiastés, y es la opinión que tienen los propios políticos de la gente que los vota.

La “gilada” se llama en la intimidad del comité a los entusiastas que van espontánea y gratuitamente tras las banderas partidarias. Hoy ya son los menos, como se comprueba en las manifestaciones de cualquiera de los partidos denominados mayoritarios, y ni qué hablar de los demás.

Son las señales de un régimen que se acaba. Pero entretanto alguien tiene que gobernar en este preludio de anarquía. La anarquía perfeccionada podría sobrevenir si se aplicaran y generalizaran los mecanismos de democracia directa y semi-directa, que los hijos del Pacto de Olivos introdujeron en la Constitución. Ahí tendríamos a la muchedumbre gobernando desde la plaza pública, o con el tiempo cada cual desde su casa, vía internet.

La pesadilla hoy es realizable, y produciría peores efectos que las votaciones en favor de Yrigoyen y Perón. Nada ni semejante al régimen de las repúblicas de la antigüedad. Fueron éstas repúblicas aristocráticas, y cuando intentaron la democracia, extendiendo el sufragio a la plebe, a la postre terminaron en la autocracia de los césares, los emperadores o los tiranos. Cualquier cosa aceptaron entonces los pueblos, antes que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. A la larga también el nuestro acabará sintiendo de igual modo.

No muy distinto era el juicio de Juan Jacobo Rousseau, con quien los demócratas cometen la misma irreverencia de los marxistas con Marx: invocarlo, admirarlo y hasta citarlo, pero no leerlo. Decía Rousseau: “Si hubiera un pueblo de dioses se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres”. Y con más precisión: “Si se toma la palabra en todo el rigor de su significado, nunca existió una verdadera democracia, ni existirá jamás. Va contra el orden natural que los más gobiernen y que los menos sean gobernados”.
Ricardo Alberto Paz

lunes, 18 de febrero de 2008

Setenta años sin Don Leopoldo

HACIA EL
GRANDE LUGONES

¿Por qué Lugones, por qué? Cuando más te precisaba la Argentina que soñaste. Tus hijos en la poesía y en la Patria, prendidos al viejo tronco: “Débiles enredaderas, tronchado el mástil gigante, ¡donde izar nuestras banderas!” Confieso, que, no sin rubor, transcribo estos viejos versos de mi juventud dolida y esperanzada. Pero los escribí, más que con tinta, con lágrimas del corazón y con sangre del alma aquel fatídico 18 de febrero de 1938.

“¿Por qué Lugones, por qué?…” Habíamos cifrado tantas esperanzas en el viejo y querido maestro. Como una clarinada de combate, nos había convocado su llamada a la ARGENTINA GRANDE. Formábamos los escuadrones de vanguardia. Ya pisábamos los umbrales de la “tierra prometida”… y de repente cae el Paladín de la Causa nuestra y nos sentimos huérfanos de Patria.

Porque Lugones fue en un momento cumbre de la historia el corazón de este gran país, el representante fiel de esta Nación tanto en su grandeza como en sus miserias; en su vida fuerte y luminosa y en su muerte desdichada y trágica.

Al cabo de medio siglo de frustraciones y desencuentros que nos impidieron ser la Argentina que el gran poeta soñara, los hombres de hoy sentimos la misma angustia que aquellos muchachos románticos y esperanzados de la década del '30.

“La historia Argentina es la historia de las peleas de los argentinos, de las oportunidades perdidas y las frustraciones fatales. Hemos perdido lo mejor de nuestras energías en combatirnos los unos a los otros” nos dijo una vez Raúl Uranga.

Como a Unamuno le dolía España, Lugones estaba enfermo de argentinidad fracasada.

“Dejo inconcluso mi libro sobre Roca. Basta” y el cianuro puso punto final a su existencia lúcida en un recreo del Tigre.

Si es cierto que Lugones es unas representación genuina de esta Patria frustrada y anhelante, entonces la Argentina es un enigma que no se resuelve sino con el “serás lo que debes ser” sanmartiniano. Sería un desastre para la Argentina que olvidase a Lugonesnos decía con su peculiar estilo incisivo, vivencial y claro el Padre Leonardo Castellani, que fue uno de sus confidentes en los días postreros del gran solitario y que nos dejó una patética radiografía del alma profunda de este gran argentino en su famoso artículo para el diario “La Nación” y que intituló: “Sentir la Argentina a través de Lugones”.

En esta página vibrante de un poeta que habla de un poeta, de un patriota que admira a un gran patriota, Castellani hace decir a Lugones redivivo: “Llevé en mí la Patria entera como en síntesis genial; como la miel del panal lleva en gotas la pradera: en mi alma de virgen cera cofré este país fatal”.

Es menester recordar a Lugones y revivir su mensaje.

Es propio del hombre inteligente sacar provecho del pasado. No solamente rendir homenajes, sino acordarse. Viene del latín de la palabra cor: corazón, coraje. Es lo que nos hace falta para la gran empresa lugoniana que quedó trunca.

Lugones es una gran estampa trágica y heroica del hombre argentino que debemos ser… “o no seremos nada”.

Por eso muchos (por cobardía, por no comprometerse) quisieran olvidarlo o tergiversar su memoria.

Pero el gran maestro nos sigue enseñando: “La Argentina tiene un destino de grandeza y cada ciudadano debe asumir su responsabilidad histórica. Patria es una entidad colectiva para la vida dichosa inmejorable. La grande Argentina que debemos ser está en la hora de su destino: Ya ha llegado… El Martín Fierro expresa la vida heroica de la raza; su lucha por la libertad contra las adversidades y la injusticia. Es el arquetipo del hombre Argentino”.

Como Eugenio D' Ors, pensaba alto, sentía hondo y hablaba claro. Lo matamos todos, porque no lo merecíamos… “Tú, destructora tierra, tú misma lo has matado”.

Vio desmoronarse la cabecera del puente del lado de acá, pero no vio claro la cabecera eterna del otro lado. Pegó un salto y cayó al vacío… “Basta de mentiras que no han salvado a la Patria”. Se nos fue cuando más lo necesitábamos: “Yo no soy mas que un eco del coto natal que llevo en mí”, nos seguirá diciendo en sus “Romances de Río Seco”.

Y en la “Oda a los ganados y las mieses” seguirá cantando a esa base de la Patria que es la tierra y el hombre argentino que trabaja.

La poesía de Lugones es siempre un mensaje argentinista. Los pigmeos, los que no podían su estatura colosal, los demasiado pequeños que no hallaban ubicación en la Grande Argentina, los enanos del fracaso enredaron sus piernas para derribarlo y respiraron aliviados aquel 18 de febrero. Pero los que no hemos nacido para asistir impotentes a las exequias del ser nacional, los que no permitiremos la desintegración del país, los que cantamos el Himno como una consigna de vivir y morir como argentinos, los que no juramos en vano la Bandera, todos aquellos muchachos que lloramos lágrimas de sangre en 1938, hoy levantamos la frente para erguirnos ante esta cumbre de Argentinidad y recoger su bandera: “Hay que ennoblecerse de montaña y volver hasta el llano con ojos nuevos para ver la Patria”.
R. P. Luis Jeannot Sueyro



Él se salvó a último momento
—Dios no olvida a sus hijos escritores
y perdona los más graves errores
tras un segundo de arrepentimiento—.

Ugopoleón del Sol (sobra el acento):
tú que ves los divinos resplandores,
por tu tierra sumida en los horrores
pide el tronar feroz del escarmiento.

Que en el reloj despunte la alborada,
y traiga ya la hora de la espada
rubricada con pluma leopoldina.

Puesta de pie, por fin, la Patria Fuerte
verán tus ojos por sobre la muerte
lo que soñabas: la Grande Argentina.

domingo, 17 de febrero de 2008

Poesía que promete


A CRISTO
EN LA CRUZ


¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?

“Jesús Nazareno” dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!

Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?

Dos cetros tiene en las manos,
mas nunca he visto que claven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.

Unos dicen que si es Rey,
de la cruz descienda y baje;
y otros, que salvando a muchos,
a sí no puede salvarse.

De luto se cubre el cielo,
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve y se deshace.

Al pie de la cruz, María
está en dolor constante,
mirando al Sol que se pone
entre arreboles de sangre.

Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares,
Cristo los pone en los dos,
más tierno porque se parte.

¡Oh lo que sienten los tres!
Juan, como primo y amante,
como madre la de Dios,
y lo que Dios, Dios lo sabe.

Alma, mirad cómo Cristo,
para partirse a su Padre,
viendo que a su Madre deja,
le dice palabras tales:

Mujer, ves ahí a tu hijo
y a Juan: Ves ahí tu Madre.
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, qué favor tan grande!

Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
Sed tengo, dijo, que tiene
sed de que el hombre se salve.

Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
en una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.

¿En la boca de Jesús
pones hiel?, hombre, ¿qué haces?
Mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.

Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
una ave su blanca leche
a cuya dulzura sabe.

Alma, sus labios divinos,
cuando vamos a rogarle,
¿cómo con vinagre y hiel
darán respuesta suave?

Llegad a la Virgen bella,
y decirle con el ángel:
“Ave, quitad su amargura,
pues que de gracia sois Ave”.

Sepa al vientre el fruto santo,
y a la dulce palma el dátil;
si tiene el alma a la puerta
no tengan hiel los umbrales.

Y si dais leche a Bernardo,
porque de madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues Madre de Dios os hace.

Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios habladme.

Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.
Félix Lope de Vega y Carpio

sábado, 16 de febrero de 2008

16 de febrero: In memoriam



JUAN FACUNDO
QUIROGA
(1788-1835)

boomp3.com

“N
o hay que hacerle campo a la realización del inicuo proyecto de Rivadavia de esclavizar las provincias y hacerlas gemir al carro de Rivadavia, para de este modo fácilmente enajenar al país en general y hacer también desaparecer la Religión de Jesucristo”.
(Carta del 28 de enero de 1827)

El Gobierno del señor Rivadavia se empeña en arruinar el estado eclesiástico y nuestra Santa Religión, y yo estoy dispuesto a morir en esta defensa. Espero que Usted haga lo mismo, porque primero es Dios que todo lo demás”.
(Carta del Padre Castro Barros a Quiroga, 19 de agosto de 1822)

viernes, 15 de febrero de 2008

Editorial del Nº 71


LA CLOACA MÁXIMA


A
l cierre de este número no sabemos aún cuál será el desenlace del desencuentro suscitado entre el gobierno y Roma, con motivo de la designación de un empleado kirchnerista como embajador ante la Santa Sede, y su eventual rechazo por parte de la misma. Sea cual fuere el curso que tomen los hechos, alguien tiene que decir la verdad.

La verdad primera es que el Vaticano tiene todo el derecho del mundo —y no sólo el derecho positivo sino el derecho moral— de rechazar a un sujeto que no trepida en vivir amancebado con una fulana, llamándose al mismo tiempo católico; como si por venida a menos que estuviera la preservación de la ortodoxia, se hubiera promulgado en la Iglesia la legitimidad del divorcio y del concubinato.

La verdad segunda y consiguiente, es que —parafraseando a Anzoátegui— nuestra Santa Madre debería tener una Sagrada Congregación de Patadas en el Traste, e inaugurarla no sólo con este módico esbirro oficialista, sino con la caterva toda que tiraniza a la Argentina, instando a los fieles a resistir heroicamente tamaño vejamen.

En tal sentido, que desde las más altas jerarquías eclesiales, locales o romanas, se siga reduciendo el problema a una simple “irregularidad canónica”, es un eufemismo molesto.

Alberto Iribarne —tal el cuestionado pretendiente— fue uno de los refrendadores del inicuo Decreto 1086/ 05, cuya repugnancia supera a la osadía, y cuyo ultraje al Orden Natural es tan explícito cuanto insolente. Un poder político que ha concebido tamaña aberración, y ejecuta en consonancia todos los postulados de la cultura de la muerte, debería ser condenado rotundamente, sin necesidad de rodeos ni de elipsis. Antes que unas bragas fuera de quicio, tiene el candidato cuestionado una conducta política puesta dócilmente al servicio de esta insufrible tiranía.

Si algo refrenda a posteriori cuanto llevamos dicho, ha sido la destemplada reacción del pingüinaje, llamando “hombre intachable” al potencial designado, y pretendiendo dar lecciones de jurisprudencia a la diplomacia vaticana. Sabido es que siempre hay un Fernández para decir una hediondez, y las que les ha tocado decir en la ocasión provocan una mueca de sardónica risa en los sufridos oyentes. Pero que uno de los tantos reciclados montoneros que cogobiernan —tal el caso de Kunkel— se permita ante las circunstancias vividas, enjuiciar y amenazar del Papa para abajo, supera el término medio de la canallada.

En sus “Tres filosofías de vida”, Peter Kreeft, de la erudita mano de los exégetas de la Biblia de King James, se detiene en la traducción más adecuada del versículo paulino: Filipenses III, 8, para encontrar la palabra exacta que define “a la vida sin Cristo, una vida llena de éxitos mundanos, dinero, poder, prestigio, privilegio”, pero contraria al Señor. Y pidiendo perdón a la sensibilidad de sus lectores —algo que también hacemos ahora nosotros— concluye en que esa palabra es skubala; esto es, “estiércol, bosta, mierda”.

Esta es la explicación última —como siempre, tras la lumbre de la teología— de lo que realmente encierra esta ofensa a la Fe y a la Patria. Quienes la gobiernan arrastran la vida que denunciara el Apóstol. Por eso hacen lo que son. En economía, política, cultura, educación, salud, relaciones internacionales o en el área que se elija. Su naturaleza no hay que buscarla en los manuales de antropología, sino en los sumideros y en las alcantarillas. No necesitó de esta hermenéutica bíblica ni de filológicas razones el extraviado Duhalde, cuando el 21 de octubre de 2001, en memorable confesión, reconoció a voz en cuello y textualmente: “somos una dirigencia de mierda, en la que me incluyo”. Mas en vez del camino de Damasco, como hubiera sido dable esperar si su corolario brotaba del recto espíritu paulino, eligió el camino cloacal y nos entronizó esta deposición inmunda llamada kirchnerismo.

Acaso de la muchedumbre de ejemplos aprovechables para el entendimiento, como diría el Conde Lucanor, mídase lo que significa que un guerrero arquetípico como el coronel Losito (y no es el único) esté preso, juzgado y destratado, porque los asesinos a quienes les tocó enfrentar hoy gozan de cargos, sitiales y despachos públicos. Lo que significa que la posesa madre plazamayista goce de todo el respaldo estatal para sus evacuaciones fisio-ideológicas, perpetuamente adorada por el presidente de género femenino.

Comentando aquel pasaje de San Pablo antes aludido —en su Super epistolam Sancti Pauli Apostoli ad Philippenses expositio—, Santo Tomás propone como remedio al desparramo de las heces de aquellos que son como los “perros sin rastro de vergüenza”, tomar por norte la compañía y trato de los Santos, alegrarse en la mirada de Cristo y practicar la justicia. Si lo hacemos, nuestra será la victoria. A pesar de las peripecias. Porque en sus pliegos íntimos, perennes y verdaderos, la Historia no registra el protagonismo de las eyecciones y de los meconios, sino el testimonio de los grandes paradigmas.
Antonio Caponnetto

jueves, 14 de febrero de 2008

Los crímenes de “los buenos”



EN PLENA CUARESMA,
EL HOLOCAUSTO
DE DRESDE

A
principios de 1945, el Ejército Rojo ocupaba territorios en su paso hacia la invasión del Reich. Los alemanes retrocedían, y junto con ellos también se replegaban multitudes de refugiados, huyendo del terror rojo. En ese momento los aliados decidieron implementar la política del exterminio: bombardear indiscriminadamente las ciudades germanas, centrándose sobre todo en Berlín, Leipzig y Dresde. Ésta última, Dresde, era la menos industrializada. Era una ciudad histórica, con bellos edificios y tesoros culturales. Había también industrias (y hasta fábricas de armamento), pero la función de la ciudad era principalmente administrativa, siendo también centro de transportes y comunicaciones.

En dos noches consecutivas, las del 13 y 14 de febrero de 1945, aviones británicos llevaron a cabo bombardeos masivos sobre Dresde. El objetivo pretendido de los bombardeos era deteriorar la producción industrial militar. Sin embargo, el objetivo de los bombardeos no fue el sector industrial, sino el centro histórico de la ciudad, constituido en su mayor parte por edificios residenciales de madera. Las consecuencias del bombardeo fueron terribles. El efecto en la capacidad industrial fue escaso, y los daños al transporte, limitados. Pero en términos de pérdida de vidas y de destrucción de propiedades, el saldo fue catastrófico: murieron 250.000 personas, en su mayoría civiles habitantes de la ciudad y refugiados, y unos 15 kilómetros cuadrados del centro de la ciudad quedaron totalmente arrasados.

Sobre la inerme ciudad, los aviones aliados, democráticos, mortíferos, fueron desgranando su bien aprendido credo de horror y espanto, bomba tras bomba, tiniebla a tiniebla, mientras de los despojos se iba elevando el humo de la destrucción, cual un saludo hacia las iniquidades de Yalta y Postdam.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Aquí nunca faltará nuestro Testigo de cargo


LA IGLESIA PARALÍTICA


H
emos pintado algunos de los más graves problemas que hoy ponen en crisis a las sociedades occidentales. “El malestar en la cultura” que Freud denunciaba hace un siglo se ha convertido en una marcha cada vez más acelerada, con una “angustia que aumenta de década en década”, hacia la nada. El pronóstico de Nietzsche, a un siglo de distancia, va probando de año en año su acierto.

El progresismo iluminista ha fracasado. No ha dado a los hombres una auténtica libertad, no ha conseguido la igualdad económica mundial (y ni siquiera en el seno de las sociedades ricas), ni ha puesto la naturaleza al servicio de la humanidad, sino que la ha convertido en una fuerza amenazante y temible.

Pero su peor fracaso ha sucedido en el terreno del conocimiento. El “sapere aude” (atrévete a saber) de Kant ha mostrado que la elección del camino ha sido equivocada. En dos siglos ha quedado perfectamente en claro que la ciencia tiene límites muy claros y estrechos en sus posibilidades. Y que las ciencias duras caen en un terreno ajeno a las preocupaciones de fondo del hombre mientras que las “sociales” o “humanas” han fracasado en lo que fue la pretensión central de Comte y todas las sociologías posteriores: formar un corpus de conocimientos comparables al de las ciencias puras, un conocimiento que pudiera explicar al hombre y sus problemas esenciales.

La esperanza está puesta hoy en la biología, que trabaja procurando mostrar que los seres humanos no son sino una especie animal más y que lo esencial de su yo no está en su alma —que no existe—, sino en su cerebro. Este nuevo ángulo de ataque es cuestionado ya por los que le reprochan la típica tautología científica: sólo es verdadero aquello que los métodos científicos pueden probar, afirmación apodíctica y sin prueba posible.

Frente a este panorama, la gran crítica del progresismo en crisis debió ser la Iglesia Católica, de la cual la modernidad es una simple herejía. La Iglesia poseía el lenguaje y los medios (una red mundial de enseñanza) para denunciar la falsedad y la notoria decadencia del iluminismo que denunciaron y razonaron cientos de escritores procedentes de sus filas.

En lugar de ello, la Iglesia cayó en el espejismo de 1945, cuando la victoria militar parecía respaldar a las dos alas del iluminismo triunfante. Clérigos y pontífices poco prudentes pensaron que era cuestión de aproximar el lenguaje eclesial al del mundo triunfante para ser mejor oídos. En la década del ´60, cuando el modernismo encendía sus últimas luces, los responsables de la Iglesia convocaron un Concilio que la hizo subir al tren equivocado. Pensaron que llevaba a un futuro radiante, cuando en verdad llevaba —y lleva— hacia la nada, como lo advirtieron los católicos del siglo XIX y la primera mitad del XX coincidiendo en esto con Nietzsche. Y todavía hoy una parte esencial de la Iglesia sigue subida a ese tren que lleva a la nada y cada año que pasa se le hace más difícil bajarse de ese vehículo en movimiento.

Curiosamente, los últimos Papas han parecido querer corregir este rumbo, pero —como ha dicho Messori hace poco— el Papa actual parece un general sin soldados. Mejor habría que decir un Comandante en Jefe sin generales, pues es en los Obispos donde radica lo esencial del problema, y éstos son el fruto de seminarios en los que hoy sabemos que sobraban los invertidos y faltaba la teología.

El resultado es una Iglesia paralítica, aunque todavía habla (la lástima es que habla cuando no debe hablar, y se calla cuando debería gritar). Una Iglesia incapaz de enfrentar uno solo de los gravísimos problemas que la aquejan y también de dar soluciones claras a los problemas que hoy hemos descripto. Una Iglesia que ha dejado deteriorarse su ámbito educativo hasta el punto de que cuando un colegio ortodoxo enseña los valores de la fe según la tradición es casi matemático que deberá enfrentarse al Obispo de su diócesis, mientras que la cantidad de establecimientos que de católicos ya sólo tienen el nombre de algún Santo, andan muy bien con el diocesano.

Y así podríamos seguir hasta el infinito, desgranando las quejas que hacen que muchos católicos apenas podamos soportar esta Iglesia que ha llegado a ser plenamente lo que Castellani dijo que ya era: una Iglesia mistonga, una Iglesia incapaz de asumir la batalla contra el iluminismo declinante y —por el contrario— adoptando sus tics de lenguaje y enseñando en sus colegios las doctrinas modernistas que se contradicen entre sí. Una batalla que esta Iglesia no quiere dar, pero que el Progresismo está dando día a día, arrancándole pedazos de su prestigio y de su capacidad de acción.

Una, pues, de las explicaciones de por qué prospera esa ideología en la que ya nadie cree, es porque no hay enfrente un adversario que hable con claridad. Desde luego, hay que dejar bien en claro que el principal motor de la cobardía con que buena parte de la Iglesia afronta la lucha es el miedo, y ese miedo es sobre todo miedo a la picota que son los medios de difusión. Bien se vio en la precipitación con que tres Obispos salieron a respaldar la canallesca condena contra el Padre von Wernich, sin esperar siquiera a conocer sus fundamentos, sin aguardar a que estuviera firme.

No hay otra explicación para esto que el miedo a “quedar pegados”. Es la “decadencia del coraje” que denunció Solyenitsin hace años. Como él lo enseñó, estos miedos son el reflejo fiel de la falta de fe. Solo teme quien no cree. No se puede temer si se cree. Y éste es, en definitiva, este déficit de fe, el grande, el profundo problema de la Iglesia paralítica. Pudiendo haber sido, debiendo haber sido la barrera contra la marcha hacia la nada, la Iglesia dividida y paralítica se ha convertido en un factor más de decadencia. Por suerte ni Cristo ni nuestra Madre ni los ángeles del cielo decaen, ni están en crisis, ni padecen parálisis. Sean ellos nuestra salvación.
Aníbal D'Angelo Rodríguez

martes, 12 de febrero de 2008

Aviso

POR LA NACIÓN
CONTRA EL CAOS

lunes, 11 de febrero de 2008

Mater immaculata


NUESTRA SEÑORA
DE LOURDES

E
l 11 de febrero, día en que por primera vez, durante el año 1858, se le apareció la Virgen Santísima a Bernardita en la gruta de Lourdes, se celebra esta festividad mariana, asociada a la gracia de la recuperación de la salud.

Teólogos y sabios eminentes, tanto como sencillísimas almas, estudiaron o dieron testimonio de aquellos milagros. Y la voz de María —por sobre todas las otras— clamaba conversión y penitencia, a la par que extendía su gracia misericordiosa.

Lourdes se convirtió así —como lo ha escrito Francis Jammes— en “la montaña suspendida encima del paisaje”, sobre la cual “se diría que un ángel la sostiene con sus manos, como una larga guirnalda hecha de flores de espliego, de rosa blanca y de azucena”.

Necesitada como está la Patria de recuperar su salud, y necesitados los enfermos y los dolientes de esta tierra, de una mano regeneradora y sanante, nos unimos a las Letanías de Bernardita, que bellamente supo enhebrar Paul Claudel:

Santa Bernardita,
ruega, ruega por nosotros.
Limpia pastorcita,
ruega por nosotros.

Niña de corazón suave.
Gota de agua del Gave.
Ojo intrépido y puro,
ruega, ruega por nosotros.

Servidora del Azul,
abridora de un manantial.
Perfecta en la pobreza
y en la regularidad,
ruega, ruega por nosotros.

Para contemplar siempre
a la Madre del Amor,
de rodillas decimos:
Bernardita Soubirous,
ruega, ruega por nosotros.

domingo, 10 de febrero de 2008

Amanecer en Tucumán


A TREINTA Y TRES AÑOS DEL

OPERATIVO INDEPENDENCIA

E
l comandante de la Quinta Brigada de Infantería pone en conocimiento del pueblo de la provincia de Tucumán, que en el día de la fecha, y en cumplimiento de órdenes expresas de la superioridad, ha iniciado operaciones con efectivos de la Bri.I.V y fuerzas de seguridad, en la zona sudeste de la ciudad de San Miguel de Tucumán, con la finalidad de restituir la tranquilidad a sus habitantes, alterada con el accionar de subversivos que pretenden explotar la impunidad que les garantiza la imposición del miedo (…)

La lucha del extremismo subversivo va contra el pueblo mismo. Por ello busca corromper conciencias y voluntades mediante cuantiosas sumas de dinero, buscando apoyo y ayuda que de otra forma se les niega unánimemente. Nada respeta, ni siquiera lo que Dios da a cada hombre como preciado tesoro, tronchando a mansalva vidas de inocentes que son el futuro y esperanza de nuestra patria (…)

En esta trascendente tarea se hallan nuestra querida Quinta Brigada de Infantería y Fuerzas de Seguridad, que requieren el máximo apoyo de la población para facilitar su accionar; para lograr su estímulo y el pronunciamiento de todos los sectores que demuestre categóricamente a quienes usan la violencia y el terror, la inutilidad de su objetivo. Hoy como ayer, en los albores de nuestra historia, las campanas del Cabildo están llamando al pueblo. (Gral. Adel Edgardo Vilas, Comunicados 1 y 2)

HOY, COMO AYER, NUESTRO HOMENAJE A QUIENES LIBRARON LA GUERRA LIMPIA CONTRA EL MARXISMO.

viernes, 8 de febrero de 2008

Nunca pasa nada en verano


Y DICEN QUE

NO HUBO GUERRA…

E
n un tórrido verano cordobés, los aviesamente llamados Montoneros resolvieron atacar directamente a un representante oficial del imperialismo yankee (para ellos el único, ya que el soviético no era considerado tal), secuestrando, torturando y asesinando a su cónsul honorario local, John Patrick Egan, un pequeño empresario de la construcción que vivía en “la Docta” y aceptó representar en ella a su país natal. Fue secuestrado en la ciudad en que eligió vivir y morir, el 26 de febrero de 1975, para canjearlo por 5 “montoneros” que sus secuaces sabían muertos en enfrentamientos (y luego denunciarían como “desaparecidos”). Vencido el plazo de 48 horas para el imposible trueque, fue hallado el cadáver brutalmente golpeado, con un segundo “comunicado” clavado en el pecho, justificando la salvajada como represalia por la caída de dos de sus secuestradores. Don Juan, como lo llamaban los cordobeses, vivía de su trabajo sin “explotar” a nadie y era católico como buen descendiente de irlandeses.

Ese mismo mes y año había comenzado en Tucumán el Operativo Independencia, que en un año jalonado por combates casi diarios aniquiló a la Compañía de Monte Ramón Rosa Giménez del ERP, y a la Patrulla de Monte de Montoneros. En el primero de esos combates, sobre el río Pueblo Viejo, el 14 de febrero de 1975, ofrendó su vida el teniente primero Héctor Cáceres, al acudir a rescatar a dos de sus subordinados gravemente heridos.

Igualmente veraniegos fueron los rutinarios y fáciles asesinatos de policías mendocinos, apostados e inmóviles frente a sus comisarías, por una gavilla de marxistas Montoneros, que comenzó su práctica de tiro con blancos fijos y humanos al ametrallar la Seccional 1ª de la Capital, asesinando al agente Alberto Rubén Cuello, padre de cuatro niños, el 3 de enero de 1976. No conformes con ello, prosiguieron por las inmediaciones matando caprichosamente en los días consecutivos al agente Humberto Armando Hernández Guerra, en Godoy Cruz (el 14 de febrero de 1976), al agente Santos Tomás Fredes Campillay (el 15 de febrero de 1976) y al agente Pablo Roberto Puebla (el 16 de febrero de 1976), éstos en Guaymallén.

La dispersión del aparato ”montonero” operante en la capital mendocina y alrededores (había otro en San Rafael), fue narrada fragmentariamente por Eloy Camus en “La Nación” diario, del 10 de agosto de 2000, pág. 7, identificando a los prófugos “en la clandestinidad” —todos desaparecidos e inocentes como siempre—, una de las cuales era María Ana Erize Tisseau (a) “María Anne” (a) “La Francesa”, muy mentada en esos días para “fundamentar” la detención en Italia y extradición a Francia del My. (R) Dr. Jorge Olivera.

La subsiguiente temporada estival iba a empezar mal. En un año jalonado por voladuras que nadie recuerda (como la del Comedor Policial, con 23 muertos y 66 mutilados y/o quemados graves, del 2 de julio de 1976), otro “montonero” encubierto —el sociólogo José Luis Dios (a) “Jerónimo”, se constituyó en un unipersonal “Pelotón de Combate Norma Arrostito”, para dejar una mina vietnamita “Claymore” bajo su impermeable sobre una butaca del microcine de la Subsecretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa, abandonando “por un momento” la reunión (y el edificio en pleno centro de Buenos Aires) ese fatídico 15 de diciembre de 1976, para no ser alcanzado por la explosión que asesinó a 16 o hirió o quemó a otros 20 de sus compañeros de tareas, con quienes había convivido diariamente durante nueve años. Dos de sus víctimas fallecieron medio mes después: la Sra. Juana Elena Dacunha de Aballay, y el Cnel. Jorge Andrés Fernández Cendoya. El terrorista “Jerónimo” fue abatido en un enfrentamiento en San Andrés, el 9 de septiembre de 1977 y —toda una rareza— no figura como “desaparecido” en las listas de la CONADEP, abultadas hasta con cabecillas como Quieto, Mena, etc., etc.

También culminó en los idus de diciembre la sangrienta trayectoria de una pareja de marxistas “montoneros”, Estela Inés Oesterheld (a) “Marcela” (a) “Mónica Chesterfield”, y Raúl Mórtola (a) “Vasco”, cuando fueron abatidos en Longchamps el 14 de diciembre de 1977. Según el Boletín Público Militar “Nuestras Operaciones”, Nº 44, págs. 9-10, perpetraron sus crímenes casi siempre circulando en una veloz moto y en la zona sur del Gran Buenos Aires. Entre esos asesinatos debe destacarse el del niño Juan Eduardo Barrios, en Lanús, el 6 de diciembre de 1977, con ocasión de encontrarse frente a la sucursal bancaria que ametrallaron e incendiaron ese día. No sabemos de ninguna “abuela” plazamayista que haya pedido por los derechos de este niño.

Según ecuánimes y humanitarias declaraciones de la secretaria del ramo, Diana Conti (del 30 de noviembre de 2000), “no ha lugar a reclamación alguna” por estas y todas las víctimas del terrorismo marxista, arguyendo que reconocerles violación de sus derechos humanos, “tiende a justificar el terrorismo de Estado”, lo cual sería un suicidio para la “sociedad democrática”, más precisamente para la sociedad (legal pero ilícita) de quienes curran —no curan— con la democracia.

Al igual que un buen número de terroristas notorios, tanto el “Vasco” Mórtola como su acompañante motociclística, dos hermanas de ésta —Diana Irene abatida en Tucumán con su compañero y otros cuatro compinches (el 7 de julio de 1976), así como Marina (1 de noviembre de 1977) y el padre de todas, Héctor “Germán” —el autor de “El Eternauta” y militante pasado a la clandestinidad (24 de abril de 1977), según sus admiradores que lograron imponer su nombre a una plazoleta en Puerto Madero— engrosan la nómina de “desaparecidos” de la CONADEP.

Dos días después de la caída de los perpetradores de la seguidilla bonaerense émula de la mendocina, la banda Montoneros asesinó al director de Servicios Técnicos de SAFRAR, Andrés Gasparoux (el 16 de diciembre de 1977). Para facilitar la huida de los criminales, otros cómplices disfrazados con uniformes simularon un control vehicular, cortando la ruta 2. Al revisar la documentación de un conductor e identificarlo como integrante del Batallón de Inteligencia 601, lo asesinaron ante su familia y luego huyeron. No fue el único de su condición que dio la vida por la patria. Transcurridos dos decenios de preservar necesariamente el secreto —previsto en los reglamentos— la Jefatura II de Inteligencia del EMGE, ha inscripto con letras de bronce los nombres de sus héroes anónimos, que nos honramos en transcribir: Francisco Daniel Righetti, Néstor Osvaldo Esnaola, Daniel José Ibáñez, Alberto Rafael Peláez y Juan José Ceresola. Sólo es de lamentar que este justificadamente tardío homenaje, se haya limitado al hall central de la citada Jefatura, en vez de agregar esos nombres tan dignos de recordación, a los que están en el gran hall de acceso al Edificio Libertador, pues todos ellos, con o sin uniforme, son caídos del Ejército en la guerra contra el marxismo.
Adolfo Muschietti Molina

jueves, 7 de febrero de 2008

Crítica literaria


AL MODO DEL
MARTÍN FIERRO 2

E
xiste una Argentina visible y otra invisible; la primera está representada por esa Argentina superficial, frívola, mercantil y laicista que vemos a diario en los medios masivos de difusión. La otra, la invisible, es aquélla que, oculta pero efectiva, conserva nuestro real ser nacional y mantine una tradición que no ha desaparecido, sino que está siendo ahogada por las malezas del descuido, el olvido y la traición.

Las dos caras de la Argentina hoy también tienen, por supuesto, a sus vates. La Argentina visible, la Argentina “culta”, la de los premios literarios y las conferencias magistrales, tiene poetas cuyo mensaje consiste en decir que no hay mensaje; cuya expresión poética es la negación de lo poético; cuyos héroes son seres extraños y extrañados que han olvidado el camino a casa. Y tiene también pseudo poetas que, merced a composiciones prosaicas y groseras, anulan esa capacidad de captación y de goce de lo bello que ayuda al hombre a serlo cabalmente.

Y la Argentina invisible, la Argentina que no tiene “mercado”, la que aún no ha olvidado su estirpe y su hidalguía, también tiene sus vates. Uno de ellos se llama Ángel Salvat.

Nutrido en el folclore patrio, es don Ángel un cantor que desde hace medio siglo viene tratando de que entendamos que la poesía y la canción son instrumentos que Dios ha dado al hombre para que exprese en ellas las realidades más altas; para que le sirvan tanto de alimento espiritual como de expresión de sus más profundos sentimientos; para que lo acompañen así en la plegaria como en el espacimiento, tanto en la dicha como en la pena, y que por eso, lejos de vestirse de ropajes oscuros, enigmáticos, febriles, debe ataviarse de luces, de claridades y de corduras.

Las canciones de don Ángel Salvat son un remanso para el alma, un poco de aire fresco y vivificante, un mucho de sentido común, de deber ser, de cosas en su lugar. Porque pese a la propaganda que a su favor tiene en nuestros días el des-orden, la rebelión a todo lo que signifique orden, el hombre desde el origen fue colocado en un cosmos —que etimológicamente significa “orden”— y mientras no halle su puesto en ese cosmos no podrá hallarse a sí mismo ni satisfacer sus ansias de felicidad.

Don Ángel porfía en transmitirnos las mismas verdades que ha cantado siempre: como un verdadero pedagogo, nos explica de una y otra forma cuál es la clave de la dicha.

Y si en este nuevo libro deja traslucir un no sé qué de melancolía, de lejana tristeza —cuando no de varonil bronca— no nos resulta extraño: como el padre que a pesar de sus consejos ve descarriarse a muchos de sus hijos, don Ángel sufre en su entraña la felonía e infidelidad de tantos compatriotas a los que les cantó sus verdades como un padre. Sin embargo, a pesar de tantos “oídos sordos” sigue cantando nuestro vate, porque hay muchos más oídos ansiosos de escuchar palabras de vida.

Don Ángel Salvat, poeta de la Argentina invisible, guardián de la tradición poética popular, actualiza con su canto aquel anhelo del poeta que en sus versos dio nombre a nuestra patria: “descubrir el ser tan olvidado del argentino reyno”. Tarea ambiciosa si las hay, pero hoy por hoy impostergable, sobre todo si uno ha recibido de lo Alto una vocación, un talento y un amor a la Verdad que rebosa el corazón y la garganta.
Liliana Pinciroli de Caratti

Nota: Quienes deseen adquirir este libro, o los compactos con la obra musical de don Ángel Salvat, pueden encontrar mayor información en el sitio web http://www.almadepiedegallo.com